El mejor vino del mundo no existe. El mejor vino del mundo solo lo decide la persona que sostiene la copa. ¿Qué hay de objetivo y de subjetivo en la degustación de un vino? Un estudio elaborado por el California Institute of Technology mediante resonancias magnéticas determinó que las emociones cambiaban si las personas que bebían sabían antes el precio de este.
Los catadores eran aficionados y probaron vinos de la variedad Cabernet Sauvignon con un rango de precio entre 5 y 90 dólares. El placer era mayor cuando sabían que el precio del vino era superior. Podemos decir entonces que estamos condicionados a la hora de degustar un vino.
Creo firmemente que no es igual el mismo vino comprado en una tienda que servido en un restaurante con la explicación y el clima adecuados. No es igual tampoco si lo compras en un lineal de un supermercado que en una tienda especializada y asesorado por un sumiller.
Un trabajo de neurociencia realizado por el doctor Alfredo Fontanini determina que no es necesario ingerir un alimento para activar el gusto, sino que con su aroma o tacto el cerebro trabaja y puede percibir sabores.
Esto cambia totalmente una experiencia gastronómica, pues la forma de recibir a un cliente con determinados olores puede cambiar considerablemente su percepción de la comida y el vino.
¿Y si a todo esto le añades una historia? Pues el placer se multiplica exponencialmente. En este caso solo hay una norma no escrita, decir siempre la verdad. Y aquí entra el enemigo del vino en muchas ocasiones… el ego. Un gran sumiller es aquel que cuenta siempre la verdad sin necesidad de dar lecciones. Si antes de disfrutar un vino te cuentan de forma breve por qué es especial, (por sus viñas, por quien lo elabora, por ser difícil de encontrar, etc.) la experiencia crece y el placer y la satisfacción también.
Así que mi conclusión es clara. Si de alguna forma alguien consigue que una botella mejore preparando un ambiente adecuado o contando una historia, yo me entrego totalmente. No podemos tener miedo a dejarnos llevar por las emociones, vengan de donde vengan y sean objetivas o no. Sólo debemos luchar, en el vino y en la vida, contra la mentira.