Decía Aristóteles que de todas las variedades de virtud, la generosidad es la más estimada. La generosidad es uno de esos sentimientos que nos enriquecen como seres humanos y su valor es incalculable. Es sólo alcanzable por unos cuántos locos que entienden que cuánto más das, más tienes.

La generosidad demuestra sencillez, discreción, templanza y humildad. Es una característica propia de los héroes que no llevan capa y quieren pasar desapercibidos. Vuelan a ras de suelo porque es importante estar cerca de la realidad de las personas.

La verdadera generosidad es imperceptible. La sencillez atribuida a la generosidad supone hacer grandes hazañas sin anunciarlas. Dar sin pensar en recibir. Hacer sin pensar en lograr. Actuar sin buscar protagonismo. Para los generosos de corazón esto es casi de sentido común ya que una vida sin servir a los demás, no es una vida.

La generosidad implica pensar y actuar hacia fuera. No hacia dentro de nosotros mismos. No se busca un gesto grandioso por el cual nos admiren. No se trata de buscar el brillo propio si no de dar discretamente nuestra luz a los demás. Al mundo.

Si quieres más, da más. Esto funciona en todos los aspectos de nuestra vida, tanto en el profesional como el personal. Y dar más siempre conlleva sacrificios por eso la verdadera generosidad está en dar más de lo que puedes, no en dar algo que nos sobra. La generosidad más elevada consiste en dar algo que todavía no tienes.

Los héroes y heroínas son seres solidarios, justos y entregados por completo en beneficio de los demás. Son seres tan generosos que la mayoría no son ni serán conocidos y son tan discretos que pueden estar entre nosotros.

Así que agradezcamos a todas aquellas personas generosas que han pasado por nuestras vidas, que tanto nos han dado sin pedir nada a cambio porque no sólo es generoso el que da si no también el que recibe. Se llama gratitud.