No me gustan las personas interesadas, vanidosas, egoístas, irritables, intolerantes, vengativas, caprichosas, manipuladoras, mentirosas, tóxicas y violentas. No quiero rodearme de gente así.
Me intento rodear de personas amables, auténticas, generosas, agradecidas, positivas, cariñosas, sinceras, honradas, ingeniosas, leales y pacíficas. Personas que sí.
Hoy sólo me acompañan personas que admiro, que quiero imitar, que me inspiran, que hacen que descubra mejores versiones de mí. Algunas de estas personas ya están en el cielo pero soy afortunado de que la mayoría siguen aquí conmigo. Unas pocas se van y vuelven. Otras solo pasarán un buen rato por tu vida. Lo importante es que recuerdes lo que te enseñaron para que estén contigo para siempre.
La ciencia nos dice que cuando somos gentiles y amables tanto la persona que da como quien recibe terminan beneficiándose. Cuando contribuyes a que alguien se encuentre mejor se activan una gran cantidad de hormonas y neurotransmisores. Se le conoce como ‘éxtasis de la persona que ayuda’. El ser humano está perfectamente configurado químicamente para hacer buenas obras.
El problema es que aunque la naturaleza haga su trabajo algo ocurre en el entorno para encontrarnos repetidas veces personas desagradables, que obran mal.
El concepto de maldad es muy extenso, de hecho quizá parezca hoy en día algo anticuado. Están más de moda apodos como "persona tóxica" o "vampiro emocional".
Esas personas que no tienen sentimientos de culpa, que proyectan odio indiscriminado, que se hacen las víctimas constantemente, que te manipulan sutilmente, que te mienten y que sólo piensan en su bienestar propio. Son personas que no.
¿Cómo actuar contra estar personas? Ante sentimientos de rabia e ira, el primer instinto es devolver con la misma moneda el dolor causado. Es un error. La mejor venganza es ser diferente, demostrar que eres mejor. Así lo decía el gran emperador y filósofo romano Marco Aurelio por el año 170 después de Cristo en uno de sus libros, Las Meditaciones:
"Los vicios del carácter de aquellos que nos hacen daño deben ser proporcionales a nuestra virtud. No ser violentos, traidores, mitómanos o mezquinos como nuestros agresores es la mayor "venganza" que podemos asestarles".
Estoy de acuerdo de que de nada servirá repartir culpas, construir sobre la venganza y el orgullo no dará frutos. Como sociedad es tiempo de actuar hoy con firmeza y dedicar nuestro tiempo y energía a proyectos productivos que mejoren nuestra vida y la de los demás. La mejor venganza es no vengarse. Ahí radica tu fortaleza como ser humano.