Espero que puedas disculparme. Son tiempos de cambios, y puede que no tuviese claro que está pasando en mi vida ni qué contarte exactamente. Tengo una vida diferente a la que tenía durante nuestra última conversación. Han pasado exactamente dos años desde la última vez que te vi.
Recuerdo perfectamente nuestra última charla, a veces siento que vivo en ese momento. Me animaste hasta tu último suspiro a que viviese nuevos retos, mil aventuras, que avanzase en lo profesional sin descuidar lo personal. Muchas veces me pregunto y ahora… ¿qué me aconsejarías?
Nunca te lo he dicho pero una de mis mayores fuentes de inspiración fue poder ver la ilusión con la que viviste hasta el último segundo. Verte siempre entregado a tu familia, a tu entorno como si fueses una fuente inagotable de amor y servicio. Realmente en tus últimos días me enseñaste que el amor puesto al servicio de la gente es una fuente inagotable de felicidad.
Hace dos años te fuiste y desde entonces llevas exactamente 730 días ocupando mi cabeza y mi corazón.
No te has ido, sigues aquí. Siempre aconsejándome, empujándome y sobretodo corrigiéndome, que es, lo que mas valoro. Me enseñaste a entender perfectamente donde están los limites de la moral y de la ética. Cada vez que meto la pata escucho tus acertados , sabios y serenos sermones.
Intento ser cada día un poco mejor basándome en tu ejemplo pero no negaré que me queda un largo recorrido. Espero que puedas seguir ayudándome.
Y te escribo por aquí después de dos años porque aunque es posible que no te conozcan tengo que decirte que eres y serás siempre mi ejemplo como profesional, como persona, como padre.
Me acuerdo mucho de ti. Gracias por guiarme. Estés donde estés, siempre te llevaré conmigo.
PD: Te quiero papá.