Soy un fracasado. Desde siempre. Me equivoco constantemente. Cuando fracaso no suelo tardar en volver a cagarla. Necesito mil intentos para que algo me salga más o menos bien. La mayoría de las veces no soy capaz de conseguirlo. Casi nada me sale como imaginaba. Soy un auténtico fracasado.
Sin embargo, mis fracasos tienen algo muy importante en común. En todos di lo mejor de mí mismo y en todos descubrí algo nuevo. Por este motivo fracasar siempre ha sido un paso hacia adelante. Fracasar también es superar retos, en especial, el reto de enfrentarse a nuestros miedos.
Los seres humanos compartimos una mochila muy parecida de inseguridades, miedos e inquietudes. Sin embargo, pocos nos enfrentamos a esos miedos. La gente cobarde y desapasionada no suele fracasar. El fracaso es una sensación que no está al alcance de todos. La mayor parte de las personas no suelen vivir grandes fracasos. Lo que se pierden.
Efectivamente, los fracasados son personas especiales porque la gente que no lo intenta es mucho más numerosa que la que fracasa.
Los fracasados solemos ser agradecidos, generosos, comprensivos y optimistas. Incluso en los días malos somos conscientes de que estamos dando pasos hacia adelante.
Hacia adelante siempre. Sabemos que cada vez que fracasamos encontramos algo que necesitábamos aprender. Este es el camino a eso que llaman éxito.
El éxito es la guinda de una deliciosa tarta rellena de millones de fracasos.
¡Qué aproveche, fracasados!