Dulces decepciones

Esta última semana la he pasado en San Francisco representando a España en la final de la Startup World Cup. Después de pelear por la victoria, de superar a más de 10.000 competidores; Canadá me ha ganado justamente. A pesar de caer tan cerca del gran objetivo sólo tengo sentimientos de agradecimiento.

Nunca hablo de decepciones sino de oportunidades de mejorar. Esa es mi actitud en la vida. No significa que no me importe perder si no que veo la decepción con profundidad dejando a un lado la exigencia, el ego, lo superficial. 

Si recurrimos a la humildad y la gratitud siempre encontraremos verdad y esperanza en cada fracaso. Verdad para mejorar aquello en lo que nos creíamos muy buenos y esperanza para volver a intentarlo.

Puede sonar extraño pero me siento un privilegiado por poder fracasar tantas veces. Es un lujo haber disfrutado de las oportunidades que me han permitido alcanzar los mayores fiascos de mi vida. 

Creo que la verdadera satisfacción está en vencer nuestros miedos, retar a nuestras inseguridades, creer en nosotros. Qué difícil es creer.

No se trata de ganar una competición para demostrar que somos mejores que el resto si no de demostrarnos que somos un poco mejores que ayer. 

Podemos fracasar una, mil, cien mil, un millón de veces, no importa,  mientras no renunciemos a intentarlo de nuevo.

Pienso que pronto habrá una oportunidad para volver a fracasar. Podré hacerlo con más inteligencia, con más lecciones aprendidas pero con el mismo entusiasmo. 

Quizás esa es la gran clave del éxito: aprender a ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo.