Hace pocos días, en el museo del vino de Galicia, situado en la preciosa e histórica zona del Ribeiro, tuve el placer de dirigir una cata, en la que acompañado de un foro sumamente interesante, conseguimos acordar que hay dos tipos de vino. El primero es el vino para disfrutar, el segundo es el de reflexión..
Ahora mismo, unos días después y haciendo balance de lo que allí hablamos, se complica la ecuación, porque creo sinceramente que muchos vinos pueden ser, y son, de los dos tipos.
Empezamos por el placer entendiendo que es un principio básico para comprender el mercado del vino a día de hoy. El vino es alimento, por supuesto, pero es, además, un alimento que produce placer. Jugamos con ventaja en este sentido con respecto a algún otro producto, pero para ello, debemos saber comunicarlo, e incluso a veces, comunicarlo menos.
Escucho a menudo la frase: "hay que acercar el vino a los jóvenes". Es verdad, y no es fácil, porque hemos conseguido que el vino se identifique con un líquido casi esotérico que para poder beber, hemos de tener dos FP, tres carreras, una corbata (mínimo) y un curso de catador online con regalo de escupidera y abridor en dos tiempos incluidos. Nos hemos olvidado de frases como ¡mira que rico! Sin más.
Tenemos que practicar más el vino de disfrutar y solo eso. Probar y probar, para poder encontrar nuestro o nuestros perfiles y sentir placer sin miedo y sin complejos de tipo cultural, ya que el vino engloba tantos conocimientos que diez vidas no llegarían para empezar a tener sabiduría sobre el mismo. Así, quizás el sorbo llegará más temprano, y nosotros, por ende, estaremos asentando los cimientos de un futuro más prometedor para la Industria, que falta hace.
Yo me considero joven, mis hijas se ríen, y asumo que aunque lo he sido más, todavía tengo la capacidad de empatizar con generaciones posteriores, y comprender que si algo va a exigir un sesudo esfuerzo para ellos, se quedarán en el hedonismo más cercano, el que no exige. Mientras, podemos decir que están mal acostumbrados, que si la cultura del esfuerzo, etc. No es verdad, sólo aprenden a disfrutar mientras gestionan cambios vitales en su camino, ¿acaso no hay vino para ellos? ¡Mira que rico!
Recuerdo cuando a muchos de los que critican les decían que eso que escuchaban era ruido, hoy el rock es una música de culto. Y no tuvieron que pensar demasiado para disfrutarla…
El segundo vino es el de reflexión, y puede ser el mismo, insisto, que el primero. Este segundo vino, o está segunda forma de entenderlo, está más destinada a los profesionales del sector. Es importante a veces pararse a pensar qué sucede en los mercados y también abrir un vino para pensar en el futuro.
Hoy leía varios artículos sobre los datos del comercio del vino. La maravillosa ciencia de la escritura e interpretación me hacía intuir en un principio, y con un titular amarillo pajizo, que este año, por fin, había subido el precio del vino.
Mi felicidad era tanta que empañé la pantalla de mi móvil entre sollozos para mandar un mensaje a un grupo que tengo con compañeros del sector con el anuncio de: ¡Somos ricos! Nada más lejos de la realidad, me había podido el ansia de creerme una fantasía, como en Disney, pero sin disfraces de velcro.
Al bucear en el texto, descubría, efectivamente, que se había facturado más, pues la vida ha subido, pero no por garantizar un precio más justo o digno ni en la uva ni en el vino. De hecho, Italia (21,9 millones de hectolitros) ha sido. una vez más, el país que más ha exportado. Le ha seguido muy de cerca España (21,2 millones de hectolitros) y en tercer lugar aparece Francia (14 millones de hectolitros), con algo más de la mitad que los dos primeros.
Ahora viene lo curioso. Francia ha generado 12.279 millones de euros, Italia 7.834 y España 2.984. Creo sinceramente que no es necesario explicar estos datos.
En este caso, los vinos de reflexión, a día de hoy, me hacen pensar que o ponemos en valor el trabajo generado en una tierra maravillosa, o el futuro es incierto.
El otro día en el Ribeiro, catando vinos de Galicia haciendo el divertido juego de ver qué similitudes y diferencias tenían con otros vinos del mundo la conclusión fue clara, no están por debajo en calidad. Eran vinos del mismo rango de precios, y algunos gustaban más, otros menos, otros más a una parte del público, pero todos igualaban en calidad a los vinos de otras zonas.
Eso significa que tenemos que empezar a igualarnos también en precio. Competir en valor y dignidad para un sector que necesita margen desde la tierra a las estanterías de los establecimientos. De esta forma quizás consigamos algún día dejar al mundo del vino con un solo camino, el del placer. Mientras tanto, hagamos el esfuerzo de beber sin miedo a pagar y con la idea de poner en valor. De esta forma todos seremos parte del cambio. Y hablando del cambio…. ¿Alguien ha pensado en el clima? Ay, los mercados. Ya paro, ¡que eso da para otro artículo!
Sueño un día con copas vacías de pose y llenas de placer.