De una forma u otra siempre escucho en los foros profesionales del mundo del vino que hay que acercar el vino a la gente joven. No puedo estar más de acuerdo.
¿Sabemos cómo? Porque esa pregunta es la que debemos hacernos. El consumo de vino ha bajado en picado en los últimos años y cuando parece que repunta es un espejismo. Tenemos un serio problema, pues hay bodegas que tienen los depósitos llenos y necesitan levantar el teléfono para vender porque otra cosecha viene en camino. La prisa repercute en los precios, creando una bajada cuya dinámica juega totalmente en contra de los intereses generales.
Necesitamos poner en valor y vender más y esto es una tarea muy difícil; de hecho, si sigues leyendo creyendo encontrar la solución al final del artículo como en un capítulo de El mentalista es mejor que no sigas. Este artículo es estéril en soluciones y, quizás, solo fértil en dudas.
Volvamos a "lo de jóvenes", porque creo que aquí sí que estoy absolutamente perdido. Según el criterio de las Naciones Unidas, se considera jóvenes a las personas con edades comprendidas entre los 15 y los 24 años. No se nota en el texto, pero he parado de escribir para salir un momento a gritar a mi ventana.
Decía, o quería decir, que para mi la juventud, al igual que la bondad de los vinos, es casi siempre subjetiva. A mis 41 enveros me siento y me creo joven, lo creo de verdad y se lo digo a mi hija mayor, de casi 15 años que (ya lo he comentado en alguna ocasión) me mira con sorna e incluso con ternura.
Creo que se equivoca.
En fin, todo esto me hace pensar que estoy lejos de poder tener una solución para poder entender y encontrar el camino para acercar el vino a los jóvenes. No pienso como ellos.
Vivimos en una sociedad en la que es habitual leer que si la juventud de ahora no quiere, generación de cristal, ahora no son como los de antes (qué afortunados en muchos aspectos). ¿Cómo quiere la gente que piensa así llegar a alguien en quien no cree, en quien no confía?
Creo que viene una generación maravillosa, como todas, y distinta en hábitos, porque todas lo han sido; no podemos, desde nuestro pedestal de cartón pluma, querer convencer a nadie de lo contrario.
Espero no ofender, si lo hago me disculpo asumiendo la crítica, que como me decían mis padres cuando contestaba (bastante común en mi caso): "lengua larga, costilla dura".
Pero… ¿si preguntamos a los jóvenes qué es lo que quieren y dejamos que sean ellos quienes creen el camino? Quizá la solución pase por dejar que ellos creen un "mundo del vino" diferente al que conocemos y de pronto sean ellos los que se acerquen y no tengamos que acercar el vino a nadie.
A veces en este sector tenemos un discurso único y unidireccional y nos olvidamos de quién escucha, porque nuestro mensaje es interesante o no; no siempre por el contenido, sino por lo que le importa a quien nos escucha.
Por otro lado, es importante, como decía al principio, pagar los vinos a un precio consecuente con el trabajo que hay detrás. Muchas veces nos vanagloriamos por ser uno de los mayores productores del mundo pero, ¿en cuanto a calidad estamos entre los mejores? Más allá, ¿cobramos la calidad de los vinos que producimos?
Como me gustaría tener respuestas a tantas preguntas, pero solo tengo años, y según las Naciones Unidas ya no tengo posibilidad de ser joven ni de acercarme, hago lo que creo que debemos hacer los adultos: preguntar a esta generación maravillosa que viene qué es lo que quieren y cómo encaja en el mundo que ellos están creando. Nosotros debemos respetar e intentar, sobre todo, no deteriorar una sociedad de la que ahora mismo somos responsables y que dejaremos a estos jóvenes, que quizá estén deseando consumir vino de otra forma.
Brindemos por la edad, que es lo único irrefrenable de estos razonamientos y bebamos desde el respeto al trabajo detrás del vino y a las personas de todo tipo que hacen más diversa y más bonita cualquier sociedad.