Parece imposible pensar que en algún tiempo pasado vivimos a mayor velocidad de lo que lo hacemos hoy en día. Las nuevas tecnologías han generado un cambio de paradigma tan inmenso y en tan poco tiempo que a veces aún me pregunto si nuestra mente y nuestra condición humana es realmente capaz de asimilar este cambio o si esta transformación nos acabará pasando factura en algún momento.
Más allá de las consecuencias para nuestra salud mental de esta hiperconexión que vivimos en la actualidad, sí hay algo que he venido detectando en los últimos tiempos y de lo que no siempre he podido escapar, observándolo también en mi propio comportamiento: las tecnologías sí pueden estar reñidas con la buena educación.
Vivimos tan deprisa, con tantos grupos de WhatsApp, emails, llamadas, trabajo, gestiones del hogar, problemas familiares…una vida multitarea que muchas veces no nos deja tiempo, ni siquiera, para un “buenos días”. ¡Mal!.
Como madre de dos niñas pequeñas, tengo mi cruzada personal contra la mala educación. Llevo varios años de mi vida en el que “qué se dice” (gracias), “decimos hola con la voz, no solo con la mano” o “cómo se pide” (por favor), pueden ser algunas de las frases más repetidas en el día.
¡Y ojo! Incluso con este empeño diario, constante y en el que no escatimaré esfuerzos, también yo a veces caigo en este mal cada vez más común. Eso sí, suelo tratar siempre de recular, de corregir, de hacer ver mi suspenso en comunicación con una disculpa que, al menos, deje constancia de que soy consciente de haber fallado, y porque quizás así, con este trabajo personal constante, evite que las prisas y el ritmo frenético del día a día choquen con algo tan fundamental.
Siento profundamente, por mí como persona y por mi trabajo como educadora de mis dos pequeñas, que la buena educación debe de ser una de las bases más importante de nuestra sociedad. El otro día le preguntaba a mis hijas (poniendo un ejemplo algo teatralizado y entre risas) si en una entrevista para conseguir un trabajo creían que tendría más posibilidades el que había obtenido más sobresalientes o aquel que tuvo una actitud mucho más respetuosa y educada. Fue un ejemplo un poco genérico y poco profundo para demostrarles, simplemente, que la buena educación abre puertas, te hace destacar, se valora…Ojalá la velocidad no nos haga olvidar algo tan básico.
Hace poco, varios jóvenes (14 o 15 años) corrían hacia mí con el objetivo de cruzar la misma puerta que yo pero en sentido contrario. La mayoría de ellos pasaron a mi lado corriendo, riendo y sin mirar, pero hubo uno que dejó de correr al llegar a la puerta, la sujetó y me cedió el paso. “Vas a llegar lejos, chaval”, se me pasó inmediatamente por la cabeza. Le di las gracias y no le dije nada más, pero pensé que en su casa estaban haciendo un gran trabajo.
Los jóvenes de hoy quizás sabrán de tecnología, de programación y, posiblemente, tendrán conocimientos en inteligencia artificial, aspectos clave en una sociedad que cada vez depende más de las nuevas tecnologías. No perdamos la costumbre de formar, también, y siempre, en buena educación, será uno de los grandes legados que les dejemos a quienes serán el futuro de nuestra sociedad.