El pasado verano los expertos epidemiólogos y los profesionales de la educación pasaron semanas ultimando un plan de medidas que minimizase en la medida de lo posible los contagios en los colegios. El miedo a que los niños, considerados como "supercontagiadores" pudiesen ser el foco del comienzo de una segunda ola hizo extremar todas las precauciones y diseñar protocolos específicos para los centros escolares.
Si bien es cierto que durante el mes de octubre repuntaron los positivos y la llegada de la segunda ola afectó también a los centros educativos, ha quedado demostrado que las aulas no son el foco de contagio que prometían ser. Un trabajo meticuloso y paciente, muchas horas de aprendizaje y adaptación de protocolos a todas las edades y la perseverancia de los profesores han logrado que los colegios vigueses se mantengan en un número bajo de contagios.
Protocolos estrictos con excelentes resultados
Todos los profesionales del sector educativo coinciden en que los meses del pasado verano fueron "de pesadilla. No pudimos desconectar, los protocolos no dejaban de actualizarse y estuvimos en ascuas casi hasta que empezó el curso".
María del Carmen Vence es la directora del CEIP A Doblada, en Vigo, y pertenece a la asociación de directores de colegios públicos de Vigo (Adicopuvi). Por eso, dice, habla también en nombre de sus compañeros cuando cuenta el horror de su experiencia los pasados meses de julio y agosto.
Muchas horas de trabajo dieron como resultado la redacción de varias recomendaciones que después la Xunta adoptaría como protocolos para todos los colegios de Galicia. Entradas escalonadas, lavado de manos constante, toma de temperatura a la entrada al centro o uso de mascarilla obligatorio a partir de los seis años son algunas de las medidas que se implantaron para todos los centros.
"Cambiamos el horario de entrada y el de salida, y hemos habilitado también una entrada secundaria para que no tuviesen que utilizar todos los alumnos la misma puerta de acceso. También hemos dibujado en los suelos del centro flechas para que los niños vayan por un carril de entrada y otro de salida, para que no se mezclen en esos momentos tampoco".
El comedor escolar también ha cambiado, porque es una zona en la que los niños y niñas se quitan las mascarillas y representaba un reto mayúsculo. "Tuvimos que solicitar más personal para el comedor porque en el protocolo establecido se exigían unas normas que no podíamos cumplir con los monitores que teníamos", afirma Vence.
La directora de este colegio nos habla de medidas muy sencillas pero muy estrictas, que han logrado que no tengan más que un contagio en todo el trimestre. "Hemos tenido que renunciar a muchas actividades, las extraescolares, por ejemplo, se eliminaron por falta de protocolos seguros", dice María del Carmen.
También cuenta que muchas de las excursiones o programas que anualmente organiza el ANPA han tenido que ser suspendidas, "ya habrá más cursos para hacer concursos, ahora lo más importante es la salud de los niños y la nuestra".
Grandes espacios, disciplina y paciencia
Los profesores del Colexio Andersen Augalonga, en Valladares, son conscientes de que sus alumnos son grandes privilegiados en esta crisis: un amplio patio posibilita la rotación de zonas de juego en los recreos y grandes aulas ofrecen posibilidades que muchos colegios no pueden disfrutar. "Se nos ofreció la posibilidad de desdoblar los horarios, hacer un turno de mañana y otro de tarde para los mayores, pero reorganizamos las aulas y pueden venir todos a la vez".
Merchi Núñez y Daniel Collazo dan clase en 2º y 3º de Educación Infantil, respectivamente, y cuentan que son los niños pequeños los que mejor están comprendiendo y aplicando las medidas de prevención. "Yo estoy también en el aula matinal y en el comedor y puedo decir que a los chicos y chicas de ESO es a los que hay que repetirles más veces que se coloquen bien la mascarilla", dice Daniel.
Los pequeños, aseguran, se han acostumbrado rápido a los cambios, "y son conscientes de que ocurren por un hecho puntual: mis niños de 4 años saben que no pueden abrazar a sus compañeros por culpa del coronavirus, pero están deseando volver a hacerlo". Merchi responde así a las dudas de muchos padres, que se preguntan cómo es posible enseñar a los niños los valores de compartir con los demás si ahora mismo no se puede hacer.
También sorprende que sean los propios niños los que sepan qué significa "poner un juguete en cuarentena", o que conozcan de memoria la distribución semanal de las zonas del patio. "Tenemos la suerte de contar con un gran espacio natural, así que hemos dividido el patio en varias zonas y rotamos cada semana. No obstante, ninguna clase se relaciona con otra y no hay objetos añadidos: los niños juegan con sus compañeros y con los elementos que les da la naturaleza", dice Merchi.
"Los protocolos son muy estrictos y nos preocupamos mucho de que cualquier contagio se detecte lo antes posible", dice Daniel, que cuenta que tienen un plano actualizado de colegio en el que se marcan los lugares donde ha estado cada niño. "Así sabemos al lado de quién está su pupitre y cuál es exactamente su grupo burbuja, además de con quién se sienta en el autobús, que es siempre la misma persona".
Gracias a este sistema han podido detectar contactos antes de que se produzca un brote, al mismo tiempo que la Xunta va organizando su sistema de rastreo, para facilitar el mayor número de datos e ir más rápido. "Sí hemos tenido algún contagio, pero se ha detectado rápido y enseguida se hace PCR a todo el entorno", reconoce Merchi.
¿Hasta dónde llegan los protocolos?
"El problema es que más allá de las puertas del colegio no podemos controlar a los alumnos… y tampoco a sus padres". En esto coinciden los tres docentes: de poco sirve que se extremen las precauciones en las aulas si los padres van juntos a tomar el café después de dejar a los peques en el colegio.
"Entendemos que es complicado, pero si yo no dejo que mis niños de cuatro años se mezclen con los de seis en el cole y luego los mezclan sus padres en el parque hemos perdido todo ese trabajo". Merchi lamenta que en muchas ocasiones son los mayores los que no tienen interiorizadas todas las medidas de prevención, "aunque son una minoría, pero los hay".
Dentro de los centros también hay diferencias entre pequeños y mayores, los profesores del colegio Andersen Augalonga coinciden en que los niños y niñas de edades más tempranas son los que mejor aplican las recomendaciones sanitarias. "Son ellos mismos los que muchas veces nos recuerdan que tienen que lavarse las manos antes de entrar del recreo, o incluso hacen cola en la puerta hasta que les hemos echado a todos el gel hidroalcohólico", reconoce Daniel.
También los docentes han tenido que adaptarse a esta nueva situación, con protocolos de higiene más cuidadosos porque ellos van a varias aulas en una misma mañana. Escritorios desinfectados, material individual e incluso turnos para descansar en la sala de profesores son algunas de las claves para mantener a raya los contagios en su lugar de trabajo.
Empiezan el año con la lección aprendida
Lo más importante para todos los profesionales de la educación es que se ha logrado mantener a raya el virus en un sector que, en agosto, se creía que iba a ser el foco más importante de contagio. "Ahora ya sabemos qué tenemos que hacer y no tenemos tanto miedo como en septiembre", dice María del Carmen.
La nueva cepa británica quizás sea lo que más ha podido mermar los ánimos de todos estas pasadas navidades, pero esta mutación no tiene por qué significar que los colegios vayan a registrar más contagios. "No vamos a relajarnos, ahora ya sabemos cómo actuar y lo tenemos todos interiorizado, por eso vamos a seguir y vamos a asegurarnos de seguir siendo un ejemplo de buenas prácticas", afirma Daniel.