En el año 2009, en Santiago de Compostela, Gerardo hizo una petición muy especial a Javier Pitillas, el fundador de DisCamino: "quiero que busquéis a gente como yo y hagáis esto con ellos". Pero la historia no empieza ahí, sino a más de 700 kilómetros de la capital gallega, en la localidad navarra de Roncesvalles.
Gerardo es un chico sordociego de Vigo que decidió un día que quería hacer el Camino de Santiago en bicicleta. Durante su embarazo, su madre contrajo la rubeola y eso hizo que Gerardo naciese prácticamente ciego y sordo, además de un importante problema de equilibrio que le impide mantenerse de pie. Por eso Javier, que era su entrenador de atletismo cuando era pequeño, decidió ayudarle a cumplir su sueño. "Él podía andar en bici de pequeño porque veía un poquito y le encanta pedalear, por eso creímos que podría ser una muy buena idea hacer el Camino así", cuenta Pitillas.
Con muchísimo trabajo de organización logística, decidieron emprender la ruta de Roncesvalles a Santiago de Compostela. "Lo único que necesitábamos era un tándem que permitiese que el piloto fuese detrás para que Gerardo no sintiese que pedaleaba solo durante los 700 kilómetros", explica Javier. Una vez encontrada la bicicleta perfecta para que el copiloto fuese cómodo, todo fue rodado.
Así nació DisCamino, en la Plaza del Obradoiro y con una petición muy sencilla y muy especial: ahora ayudan a caminar a quien no puede hacerlo por sí solo. "Hacemos senderismo y ciclismo adaptado para discapacitados psíquicos, físicos o sensoriales", dice Javier. Asegura que no son acompañantes, sino compañeros de viaje, "porque nosotros también pedaleamos, también hacemos el Camino y también nos llevamos una experiencia maravillosa, única y muy enriquecedora".
Coleccionistas de sonrisas
Javier insiste en que los voluntarios son gente altruista y entregada, "pero egoísta a la vez: damos mucho, pero recibimos muchísimo. La sensación que viven los copilotos cuando llegan a Santiago, todas esas emociones se contagian y es la mejor experiencia del mundo". El tándem no solo se vive encima de la bici, sino que la complicidad, el cariño y la amistad también se siente al dejar de pedalear.
Ahora tienen 125 copilotos, chicos y chicas de toda Galicia con diferentes discapacidades que quieren hacer "cualquier camino, no necesariamente el de Santiago". De hecho, este verano harán varias veces la ruta del Camino de la Costa desde Vigo hasta la capital gallega, que se hace en unos tres días en triciclo, y una de ellas será muy especial. "Vendrán un niño de Canarias y una niña de Redondela con sillas eléctricas que podrán conducir ellos mismos, y nos acompañarán los compañeros de clase de la chica de Redondela".
Durante todo el año, además, entrenan cinco veces por semana con los voluntarios, tanto entre semana como los sábados y domingos. "No todos nuestros voluntarios están en la misma forma, al final cuando vas en tándem tienes que pedalear con los 50 kilos de la bici, los 80 del copiloto y los que peses tú: no todo el mundo puede pedalear con 200 kilos encima", dice Javier.
Por esta razón, hacen pequeños paseos de una hora por los alrededores de su sede, en Vigo, en los que los voluntarios entrenan y se preparan para retos más exigentes. "No son entrenamientos duros, vamos tranquilamente caminando, pero hay tramos en los que el voluntario tiene que empujar la silla o ayudar al copiloto y acaba poniéndose en forma".
También hacen esto con los niños que participan en las actividades de DisCamino, que suelen ser los hermanos de los copilotos. "Merecen un reconocimiento especial porque son niños extraordinarios, que maduran muy pronto porque tienen que asumir la responsabilidad de cuidar de su hermano y lo hacen con un cariño especial", confiesa Javier.
Camino de caminos
Desde que comenzaron su actividad, los chicos de DisCamino han ido superándose cada año con rutas más largas y complejas. "Tenemos gente que necesita caminos difíciles y que supongan un reto físico porque para ellos el Camino de Santiago ya no entraña dificultad", dice Javier, refiriéndose a dos personas en concreto. "Chema e Iván son grandes deportistas y necesitan retos adaptados a su capacidad, por eso hemos creado el Enlace de Caminos: un recorrido de 50 días que haremos con 20 chicos y chicas, de los que solo ellos dos lo harán al completo".
Este enlace, como su propio nombre indica, unirá varios caminos históricos de la península para crear un recorrido de 2.800 kilómetros que salga y vuelva a Vigo. Harán trayectos del Camino Sanabrés (Castilla y León), de la Ruta de la Plata (Castilla y León y Extremadura), del Camino Mozárabe (Extremadura y Andalucía), la Via Augusta (Murcia y Comunidad Valenciana), el Camino de Levante (Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha y Castilla y León), el Camino Francés (Castilla y León y Galicia) y desde Santiago de Compostela harán el Camino Portugués para volver a Vigo.
Este enorme recorrido es, además, un reto logístico, "porque la pandemia nos está complicando mucho hacer los caminos como antes", reconoce Javier. Se refiere, principalmente, a la difícil búsqueda de alojamientos adaptados, con el cierre de los centros para discapacitados a personas externas a los mismos, así como los impedimentos de muchos ayuntamientos para ceder espacios que puedan ayudarles. "No nos cierran puertas, simplemente no nos las abren porque es muy complicado abrirnos un pabellón, además de desinfectarlo antes y después de nuestra estancia, sin conocernos".
Además, este recorrido entraña una dificultad añadida, y es que no conocen todas las rutas que van a recorrer. "El Camino Portugués nos lo sabemos de memoria, el Francés lo tenemos muy machacado, pero en el nuevo hay tramos que no conocemos y vamos a tener que adaptarnos". Javier cuenta que, como es lógico, los caminos históricos a Santiago no están preparados para sillas de ruedas o triciclos, "no se puede asfaltar una vía romana", por lo que hay tramos que se ven obligados a hacer por carretera. "Tratamos de abarcar el mayor recorrido de Camino oficial posible, pero es muy difícil: hicimos en una ocasión el Francés y nos costó una auténtica barbaridad porque, evidentemente, no está adaptado para las sillas".
Sin embargo, no hay nada que pare a estos ciclistas y a sus pilotos, que se han propuesto también subir al Mulhacén, en Granada, este mes de julio. Así, con una silla joelette (un tipo de silla adaptada a senderismo de montaña y con una única rueda), ascenderán hasta el pico más alto de España.
DisCamino es una aventura que comenzó hace doce años y que continúa creciendo con cada nuevo copiloto, cada nuevo voluntario y cada nueva propuesta. "Gerardo sigue haciendo, al menos, un Camino cada año y es el que más difícil lo tiene", reconoce Javier, "el año pasado hizo dos y en 2019 acabó cuatro Caminos". El copiloto, Gerardo, disfruta cada ruta como si fuese la primera vez que se sube a una bici; su piloto, Javier, colecciona cada sonrisa y cada emoción como si nunca hubiese visto la Catedral de Santiago.