Estudiar los efectos del cambio climático a través del comportamiento de colonias de pingüinos de la Antártida en distintas fases vitales ha llevado al biólogo y veterinario, Carlos Barros, vecino de
Sanxenxo, a 12.554 kilómetros de su municipio natal. La oportunidad de participar en un proyecto con el CSIC le llegó a través de su trabajo como conservador de aves en el Oceanogràfic de Valencia.
El trabajo se repartió en tres fases de unos 20 días aproximadamente cada una de ellas, en las que se analizaron tres clases de pingüinos presentes en el continente para conocer cómo el calentamiento global está afectando a sus funciones vitales. "Son unos auténticos bioindicadores y centinelas del cambio climático. Son más sensibles que cualquier otra especie y eso nos permite en muchos casos a tomar medidas con cierta antelación", explica Barros.
A lo largo de más de 60 días comunicándose casi a diario con su familia de Sanxenxo, Barros tuvo la idea de fijar a su municipio natal en una rosa de los vientos que hay en Isla Decepción, el punto concreto donde se ubica. En la placa decidió anotar los kilómetros que lo separaban de sus seres queridos.
"En periodos vacacionales y siempre que puedo vuelvo a Sanxenxo, donde tengo a mi familia, y visito mi playa desde la infancia, Panadeira. Sanxenxo es un lugar privilegiado para vivir, un paraíso", asegura el biólogo.