Dos amigos de Vigo, Emilio Madarnás, de 35 años, y Enrique Sampayo, de 32, batieron su propio récord: Realizar el Camino de Santiago en menos de 24 horas. Lo consiguieron en 19 horas 55 minutos, saliendo de Plaza de España, en Vigo, el día 31 y llegando a Santiago ayer martes al filo de la media tarde. Aunque la aventura ha sido muy dura, la satisfacción personal de ambos ha compensado todas las vicisitudes.
Emilio, quien habitualmente sale a correr entre tres y cuatro veces por semana, fue el primero en desafiarse a sí mismo. En 2019 realizó el Camino de Santiago solo y siempre con la "espinita" de reflejarse en los deportistas que acuden a eventos como ultramaratones, eso sí, adaptándose a sus circunstancias personales. "Yo salgo a correr unas cuatro veces por semana, me gusta el senderismo y me gusta el Camino de Santiago", reconoce Emilio. "Ese año tenía poco tiempo para hacerlo, dos días, así que me dije: ‘Vamos a probar’ y lo hice en menos de 24 horas", añade.
Al año siguiente, Kike -quien ha jugado al fútbol toda su vida en categorías como Preferente- se animó a acompañar a su amigo. "Estábamos de vacaciones, era un martes. Le mandé un mensaje a Emilio y le pregunté si hacíamos el Camino juntos", recuerda Kike. "Él me dijo que cuando quisiera y yo le propuse que al día siguiente. Así fue, de un día para otro y sin pensarlo mucho", añade.
En un año marcado por la pandemia, la experiencia fue un poco más dura de lo esperado: "Lo pasamos un poco mal. Me dio un golpe de deshidratación porque no había bares abiertos, las fuentes estaban cerradas…", recuerda Emilio. "Lo hicimos en 25 horas. No cumplimos nuestro desafío, entonces, en 2021, decidimos volver a intentarlo. Lo conseguimos, pese a alguna lesión. Lo hicimos en 22 horas y juramos no hacerlo más", añade.
Sin embargo, el juramento de los amigos no fue del todo sólido: "Nos preguntamos a nosotros mismos este verano si seríamos capaces de hacerlo en menos de 20 o 21 horas", cuenta Emilio. "Así que nos pusimos como límite 20 horas 59 minutos. Al final, sobre la bocina, lo logramos en 19 horas 55 minutos", añade.
"Hubo tramos en los que íbamos muy mal"
Emilio y Enrique partieron desde la Plaza de España de Vigo dispuestos a recorrer, sin dormir -en total pasaron más de 32 horas sin hacerlo-, 100 kilómetros del Camino Portugués, el trayecto mínimo para recibir la Compostela y que los llevó por Redondela, Ponte Sampaio, Pontevedra, Caldas de Reis, Padrón, y, finalmente, Santiago. "Todos los años nos dan la Compostela, aunque tenemos que dar explicaciones", apunta Emilio. "Una vez tuve que enseñar el registro de la aplicación que marca ritmo y kilómetros", añade.
Precisamente, el ritmo medio de los dos amigos fue de cinco kilómetros por hora: "Es un ritmo normal. Cualquier persona puede hacerlo, pero lo que hay que tener es el aguante. Al principio sí es verdad que íbamos más rápido, pero a mitad de camino sufres mucho", confiesa Emilio. "Ayer dijimos que nos jubilábamos de esto", añade entre risas.
Los amigos acusaron el cansancio a partir del kilómetro 50: "Hubo tramos en los que íbamos muy mal. A mitad de camino empezaron a salir ampollas y de esto que ya pisas mal. Por extensión ya te empieza a doler la rodilla, el cuerpo… Vas acumulando sudor, que te irrita la piel. Es incómodo. Y eso que íbamos muy preparados y con ropa adecuada", explica Emilio. "Cuando llegamos a Santiago todavía tuvimos que hacer un pequeño sprint final para cumplir el desafío. Luego nos tiramos en el Obradoiro como dos horas. La experiencia es horrible, la hacemos porque nos gusta ponernos al límite y psicológicamente es la ‘hostia’. El cuerpo humano aguanta lo que aguante la mente, llega hasta donde ella quiere ", añade.
La importancia de tener un buen compañero de aventuras
Ambos amigos coinciden en que la mente, a nivel deportivo, lo es todo. Pero, la compañía, también. Y es que los dos tiraban del otro en el momento en el que le daba bajón: "A partir del kilómetro 60 pensé que no íbamos a llegar porque me empezaron a salir bastantes ampollas en los dos talones. Ya me había cambiado dos veces los calcetines… Al final aguanté", señala Kike. "Había momentos en los que Emilio estaba más bajo y al revés. Siempre nos decíamos el uno al otro la frase de ‘estoy confiante'", añade entre risas.
A pesar de los momentos más bajos, las ampollas, el sueño, el dolor y el cansancio, los amigos vigueses cumplieron su objetivo. "Es una satisfacción. Nos sentimos muy bien al final, genial. Yo pensaba: ‘¡Madre mía hace dos horas no podía casi ni caminar y, después de casi 20 horas y 32 sin dormir, todavía fui capaz de echar a correr 700 metros", relata Kike.
Este miércoles después de dormir "como troncos", Kike y Emilio se recuperaban en Vigo. Con agujetas y ampollas, pero sintiéndose satisfechos y preparando su siguiente desafío.