A Arturo Guede Seara (Allariz, 15 de marzo de 1989) no le gusta llevar una vida convencional ni hacer viajes programados. Acaba de recorrer África en siete meses: Unos 13.000 kilómetros pedaleando una bicileta de cicloturismo. Antes concluyó la aventura en Australia, otros siete meses y 16.000 kilómetros. Entre medias y limitado por una situación de pandemia y pospandemia "mató el gusanillo" atravesando Islandia sobre las dos ruedas y acabando el Camino de Santiago desde Burdeos. Su objetivo es claro: "Quiero dar la vuelta al mundo en bicicleta, y lo haré por tramos", afirma.

Guede es fisioterapeuta y asegura que la situación laboral en un país como Francia, en donde tiene fijado su punto de retorno, le permite vivir la vida que quiere: "Mi profesión está demandada y en Francia hay mucha oferta laboral y bien pagada", explica. Y es que esta flexibilidad le permite pasar tiempo recorriendo el mundo y regresar, temporalmente, para trabajar y ahorrar antes de embarcarse en su próxima aventura –será, previsiblemente, un viaje de París a Mongolia o desde Alaska a Chile-: "Aunque me gustaría volver a España, porque se echan de menos las costumbres, sé que un trabajo ahí no me permitiría llevar esta vida", anota el alaricano.

"Viajar así te permite conocer mucho mejor la cultura local"

ARTURO GUEDE SEARA

Con una vida vinculada al deporte, sobre todo, al baloncesto y al triatlón -también profesionalmente, pues fue fisioterapeuta de los canteranos del Real Madrid de Baloncesto-, y una pasión especial por conocer mundo desde la cuna -cuenta que se iba con sus padres de acampada- y por viajar de mochilero, el alaricano ha unido todas sus pasiones y, por este motivo, "han salido este tipo de retos", dice entre risas. "Siempre me gustó viajar y conocer nuevas culturas. Ver un poco el mundo desde otra perspectiva distinta a la que tenemos en Europa, en donde muchas veces damos cosas por hecho desde nuestro confort, pero no en todos lados es así", cuestiona. "Me gusta la aventura y esa incertidumbre de no saber donde vas a dormir. Creo que viajar así te permite conocer mucho mejor la cultura local", añade.

Un desafío que comenzó en Australia

Australia fue el lugar "que más me llamó la atención" para empezar: "Organicé la ruta en función del clima. Australia es muy grande, tiene diferentes husos horarios y un clima que cambia de una zona a otra", explica el aventurero. "Empecé por el noreste y fui yendo hacia abajo por la costa oeste hasta Melbourne. De allí cogí un ferri a Tasmania. Después me fui a la zona sur de Australia y desde allí al desierto australiano y al centro del país", añade.

Todo lo anterior lo hizo subido a su bici de cicloturismo que, como él mismo indica, es muy resistente y permite transportar -en unas alforjas- todo lo necesario para el viaje: El equipo de acampada, mudas de ropa, comida, un hornillo para cocinar, una esterilla y un saco para dormir. "En Australia, al ser el primer viaje en bici, me costó un poco más adaptarme. No siempre duermes bien. Pero, a medida que fueron avanzando los meses, pues ya lo tenía super integrado", subraya. "Alguna vez sí que dormí en cámpines privados, que al final tienes ducha", añade.

Sobre el "miedo" o "reparo" de hacer un viaje completamente solo el ourensano asegura que el miedo va entre comillas: "Australia es un país muy seguro y con un índice de criminalidad muy bajo", recuerda. "En la zona del desierto sí que me advirtieron que tuviera más cuidado, pero, sinceramente, nunca tuve ningún problema", añade.

Después de Islandia y el Camino de Santiago, África

El alaricano, Arturo Guede, en Tanzania. (Cedida)

Después de realizar "pequeñas rutas" por Islandia y el Camino de Santiago, este alaricano emprendió una nueva etapa dentro de su vuelta al mundo: África. En este caso, el trayecto discurrió por Egipto, la costa este, y África del Sur. "Regresé a mediados del pasado mes de agosto", puntualiza. "Tenía mucha más experiencia porque ya había hecho el viaje de Australia. A nivel humano fue muy enriquecedor. La cultura en África cambia constantemente, incluso, dentro de cada país", añade.

El ourensano se sirvió, nuevamente, de una serie de aplicaciones y GPS para completar su viaje. También se descargó diferentes mapas en previsión de una posible falta de cobertura. "Trazas una ruta pensando que la vas a cumplir, pero luego llegas al lugar y el día a día cambia", reconoce el aventurero. "Muchas veces vas preguntando a los locales, y ellos también te hacen sus recomendaciones", añade.

"Puedo salir de muchas situaciones yo solo"

Sobre los peligros a los que una persona se puede enfrentar a la hora de abordar un viaje de estas características, Arturo se muestra tajante: "Creo que puedo salir de muchas situaciones yo solo. Muchas veces hay gente local también dispuesta a ayudarte en el caso de que suceda algo".

La madre de Arturo "siempre está pendiente" de su hijo: "En Australia me pidió que comprase un dispositivo satélite, una especie de GPS con el que no se puede llamar pero sí enviar mensajes de texto y, a través de una página web, puedes ver mi localización", explica el alaricano. "Si ve que la ‘bolita’ se va moviendo sabe que estoy bien. También le mando un mensaje cada noche diciéndole que estoy bien", añade.

El aventurero, desde Namibia. (Cedida)

Arturo reconoce que sus aventuras también tienen momentos difíciles, pero, sin duda, los buenos momentos lo compensan todo: "Tuve un momento un poco bajo en Etiopía. Me puse malo. Me intentaron robar la bicicleta y con fiebre tuve que salir detrás de la persona", recuerda. "Al final él la soltó, pero yo la hubiera defendido con uñas y dientes por que, al final, estaba en el medio de la nada -dice en alusión a que era su único medio de transporte-", añade.

Conocer gente es, sin duda, lo que más compensa a este intrépido alaricano: "En Australia estuve más solo, pero en África conocí a otros tres ciclistas… Al final me llevo hermanos. A veces me pregunto si estaré haciendo algo raro, pero luego ves que hay gente ahí fuera que hace lo mismo o locuras más grandes", concluye.