Una rica historia, una destacada arquitectura y una vibrante riqueza cultural convierten al municipio de Redondela en un destino esencial dentro del Camino de Santiago, sobre todo para aquellos peregrinos que recorren la ruta xacobea desde Portugal en dirección Compostela. Además, ya al margen de su patrimonio, esta pintoresca localidad gallega también puede presumir de albergar dentro de sus límites un enorme valor paisajístico que se va configurando entre parques, arboledas y tranquilos arenales que dan forma a un rincón encantador al abrigo de la ría de Vigo.
En lo que respecta al Camino de Santiago, el Pazo de Vilavella se ha convertido por méritos propios en uno de los símbolos más destacados de la ruta xacobea a su paso por la localidad de Redondela. Este histórico palacete gallego convertido a día de hoy en un espacio de época para eventos constituye un lugar ideal para conectar con la espiritualidad y la historia de esta gran ruta de peregrinación. La propiedad se encuentra situada justo en la entrada de la villa y los orígenes más remotos del mismo se remontan al año 1554, época en la que el convento fue fundado bajo la Orden de San Lorenzo Justiniano. Con todo, es preciso recordar que del conjunto monástico conservado, la parte del templo religioso de Santa María ―también conocido como Capilla de las Angustias― es el que menos transformaciones ha sufrido a lo largo del tiempo.
Un escenario de ensueño en Redondela
Situado a las puertas de Redondela y tan solo 15 minutos del centro de Vigo, el Pazo de Vilavella ofrece al visitante un rincón repleto de encanto e historia para las ocasiones más especiales. De hecho, en cuanto a bodas y eventos se refiere, este palacete pontevedrés también ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos para convertir sus jardines y edificios históricos en un auténtico escenario de cuento para todo tipo de celebraciones.
Para tan importante cometido, el Pazo de Vilavella dispone en sus instalaciones de dos grandes salones de piedra con gran capacidad y perfectamente aclimatados; un claustro utilizado como patio interior y unos exteriores que constituyen el entorno natural perfecto para acoger tanto la ceremonia civil o religiosa como el banquete y el baile nupcial. Las zonas verdes por su parte se encuentran decoradas en cada rincón con elementos típicos de la arquitectura popular y otros detalles que otorgan al lugar una belleza extraordinaria, desde fuentes y monumentos hasta pequeñas charcas y hórreos, escalinatas de piedra, pasarelas de madera y hasta varias parcelas de viñedos.
Breve historia del pazo-convento
El conjunto monástico del Pazo de Vilavella hunde sus raíces a mediados del siglo XVI, si bien su estructura ha ido variando de aspecto, poco a poco y de forma inevitable, con el transcurrir de las décadas. Es por ello que en lo que respecta a su arquitectura, el palacete presenta en la actualidad una nave rectangular dividida en cinco tramos por arcos torales, los cuales se corresponden en su cara exterior con otros tantos contrafuertes. También extramuros de la sacristía todavía es posible observar una inscripción que reza: "Este monasterio hizo García Prego, Arcediago de Cerbeira". Además, justo en la parte superior de dicha inscripción se conserva asimismo un escudo heráldico correspondiente al linaje de los Prego de Montaos, familia responsable de la conocida Casa da Torre, actual albergue público de peregrinos en el municipio.
Una de las vías que el convento tenía antaño para abastecerse era el cobro de los foros por arrendamiento de terrenos a los campesinos de la villa. También la repostería resultó ser una importante fuente de ingresos para los religiosos y de hecho, todavía hoy se elaboran en Redondela dulces típicos como el cabello de ángel o la tradicional coca. A lo largo de su historia, el año 1864 guarda una fecha trágica para la iglesia del Convento de Vilavella, pues en esta época sufrió un devastador incendio que se llevó por delante la zona del coro, lugar en el que se encontraba un viejo órgano. En cualquier caso, la Orden de los Justinianos permaneció en el convento hasta el año 1931 y sólo cinco años después cedió el conjunto arquitectónico al Estado, si bien nunca se hizo efectivo por el inicio de la Guerra Civil española. Tras varios años de idas y venidas, sería en el año 2003 cuando el espacio recupera una parte de su esencia con la puesta en marcha del restaurante y salón de bodas.