En 1956, el sueño del Padre Silva echó a andar en el bajo de la casa de su madre. Quería transformar el mundo y comenzó con quince niños. En 1963, se trasladaron a una extensa finca a las afueras de Ourense. Allí, en Benposta, desarrolló una república formada por niños y jóvenes; todo en pleno franquismo. El proyecto creció y de él nació El Circo de los Muchachos, un espectáculo circense que logró dar la vuelta al mundo y sirvió de inspiración a propuestas como la del Circo del Sol.
En la Ciudad de los Muchachos vivían en democracia y se autogobernaban. Paz, igualdad y solidaridad eran los principios fundamentales. Llegaron a ser más de medio millar de niños y jóvenes residentes. Tenían sus propias leyes, servicios -supermercado, gasolinera, iglesia, escuelas con su particular proyecto pedagógico, un banco-, y su propia moneda. Niños policía controlaban las entradas y salidas del lugar.
El auge y la caída de este fenómeno están recogido en ‘El Circo de los Muchachos’, una docuserie dirigida por Elías León Siminiani, quien está también al frente del guión junto a Pepe Coira. Desde el pasado 22 de noviembre, está disponible en Prime Video. El proyecto audiovisual que recoge este ensayo -fallido- para una utopía cuenta ya con todo tipo de valoraciones. En el mismo se recogen además muchísimas imágenes de archivo, ya que el proceso de documentación contó con la colaboración de la Asociación Cultural Padre Silva.
Hoy en día, la Asociación Cultural Padre Silva tiene como objetivo recuperar el proyecto socio-educativo y cultural de Benposta y de la Ciudad de los Muchachos. Quieren preservar y difundir su legado. Libros, documentales, trámites para declarar el espacio como Bien de Interés Cultural, una nueva escuela de circo, un museo… Han desarrollado todo tipo de iniciativas buscando el reconocimiento y, con él, el blindaje de los terrenos.
¿Se puede visitar la Ciudad de Los Muchachos?
En la Ciudad de los Muchachos todavía habitan Benposteños; algunos nunca abandonaron el lugar, otros llegaron más tarde. A día de hoy, la valla que preside la aduana de entrada se mantiene abierta, por lo que Benposta puede visitarse, y más de una treintena de personas conviven con los curiosos que se acercan a descubrir el lugar.
Su día a día transcurre en comunidad. Cuentan con un bar -O Fiadoiro- como lugar de reunión. Tras la barra, Antonio Martínez, Tony, quien viajó años atrás con el Circo de los Muchachos y hoy preside la Fundación Benposta. Allí se encuentran los residentes para ver la televisión al calor de la chimenea. Una imagen del Padre Silva preside el comedor. Hay otra en el bar, donde también están enmarcadas diversas instantáneas del circo.
En la Ciudad de los Muchachos también hay muchas edificaciones abandonadas, pues carecen de medios para mantenerlas. Algunos de los locales se han reconvertido a viviendas. Las calles conservan sus nombres y una de las primeras cosas que se observa al entrar es el que fue, y sigue siendo, su escudo. Está en la fachada del edificio que albergó el ayuntamiento, hoy habitado. La icónica carpa del circo se mantiene cerrada, pero también es posible conocer su interior.
Cómo visitar la Ciudad de los Muchachos
Desde Vigo, alcanzar Benposta implica un trayecto de aproximadamente una hora. Habrá que tomar la Av. de Madrid/A-55 y, tras 13 kilómetros, la salida 13 hacia A-52, en dirección N-550/Redondela/Ourense/Madrid. Después, conducir durante 95 kilómetros por la A-52 hasta alcanzar la salida de Barbadás. Y, por último, circular por las carreteras N-525 y OU-105 en dirección al Pol. Industrial/Parque Tecnolóxico.
Esta es la ubicación exacta de la entrada en Benposta. No se aprecia desde la carretera. Para alcanzarla es necesario un giro a la derecha, por un camino, justo antes de la antigua gasolinera.
Es posible acceder con el coche. Al hacerlo, a mano izquierda se descubren las leyes, junto a la que fuese la casa del Padre Silva. De frente, la plaza -que cuenta con un busto en piedra de la madre del cura-, el viejo ayuntamiento y el escudo. Al fondo, por detrás, se vislumbra la carpa. A la derecha, justo en el acceso, está la iglesia.
Encontrarse con los benposteños que hoy habitan el lugar es sencillo, pasean por sus calles. Se muestran accesibles y dispuestos a conversar. Se ofrecen, incluso, a abrir el candado que mantiene la carpa clausurada. Lo hacen. Cuentan anécdotas, anhelos, y responden a las preguntas planteadas desde la curiosidad de quien descubre, tan cerca, un lugar de repercusión mundial cargado de historia.