Existe una belleza inherente a los faros, una cualidad propia que dota a estos centinelas de la noche de un sutil magnetismo para las personas. Desde hace décadas han sido un referente esencial para navegantes y marineros, que se han dejado guiar por la luz que estos emanan desde lo más alto de sus estructuras. La costa gallega se extiende a lo largo de cientos de kilómetros, con bellos paisajes y rincones en los que detenerse a contemplar auténticas estampas de ensueño, donde, en muchas ocasiones, los faros en sus múltiples formas son los grandes protagonistas.
En la Illa de Arousa se encuentra uno de los guías nocturnos más bonitos de la comarca do Salnés, y uno de los más pequeños de toda Galicia: el Faro de Punta Cabalo, construido en el año 1852 sobre un conjunto rocoso en la cara noroeste de esta localidad. Su ubicación a los pies de la ría de Arousa le confiere una panorámica envidiable de la misma, así como de la sierra do Barbanza, siendo además un enclave único para disfrutar del ocaso. Desde el 2007 el interior del faro alberga un restaurante de marcado carácter marinero, que supone una parada obligatoria para todos aquellos que quieran conocer de primera mano el sabor de las rías gallegas.
Como dato curioso cabe señalar que el puntal sobre el que se sitúa el faro está rodeado de grandes y pequeños "cons", que es como se denomina en Galicia a las piedras talladas por la fuerza del viento y el mar, adquiriendo una apariencia muy singular. De hecho, estas rocas se prolongan por todo el litoral arousano y conforman su particular ruta de senderismo.
Casi dos siglos de historia
La noche del 19 de octubre de 1853 la ría de Arousa se iluminó por primera vez. La luz del Faro de Punta Cabalo empezó a brillar con fuerza para guiar a todo lobo de mar sumido en la oscuridad de la noche. Pero no fue el único al que se le encomendó tan importante tarea, pues el Faro de Sálvora también se inauguró como vigía en la misma fecha. Ambas estructuras fueron creadas por el ingeniero, Celedonio de Uribe, quien hizo coincidir la puesta en marcha de ambos edificios.
Otra anécdota desconocida por muchos tiene que ver con su "ubicación inicial", ya que la estructura del faro estaba aprobada para realizarse en A Coruña, en el punto más alto del Monte Campelo. Al final, el propio Celedonio de Uribe escogió Punta Cabalo para instalar su obra, que se ha mantenido prácticamente intacta durante décadas.
El paso del tiempo se ha notado en la estructura, y pese a los cambios, el trazado original todavía mantiene gran parte de su esencia, ya que la mayoría de mejoras han tenido que ver con su luz y no con su estructura. Aún así, una de las reformas más importantes en el exterior del faro se llevó a cabo en el año 1904, cuando se instaló una escalera para acceder a la linterna de la torre. En aquella época, la planta baja acogía la morada de los fareros ―conocidos como torreiros― de Punta Cabalo.
Pero sin lugar a dudas, el arreglo que cambió el rumbo de la historia del Faro de Punta Cabalo fue la automatización del mismo en el año 1924. Los últimos fareros dejaron paso a un trabajo maquinal, que a día de hoy aún se mantiene activo con un alcance de unas 10 millas. El abandono de la estructura tras quedar deshabitada llevó al Faro de Punta Cabalo a tener que ser reparado durante los años 80 en varias ocasiones.
Guía en la noche y restaurante de día
El Faro de Punta Cabalo encontró en la hostelería una segunda vida. En el año 2007 la estructura fue reformada y reconvertida en un restaurante de gran encanto con una localización inmejorable: situado en el entorno del Parque Natural de Carreirón, con vistas a la ría de Arousa, la sierra do Barbanza y rodeado de pequeñas calas de arena fina y agua cristalina. Además el local dispone de una amplia terraza, un salón privado (que conserva la chimenea original y otros detalles) y capacidad para 25 comensales.
Sin ser demasiado extensa ni pretenciosa, la carta del restaurante varía según la oferta de pescados y mariscos del día. Así, los visitantes podrán disfrutar de platos como el rodaballo guisado, las almejas a la sartén, zamburiña negra, tortilla de rape y mejillón, o las croquetas de camarón, entre otras recetas vistas en carta. Estos manjares de la ría se completan con una bodega de vinos gallegos y postres caseros.