Durante décadas, la isla de Tambo ha sido uno de los secretos mejor guardados de la ría de Pontevedra. En todo este tiempo su titularidad ha ido fluctuando entre entes públicos y privados, manteniendo el espacio y sus secretos aislados ―salvo en contadas ocasiones― del ojo y las pisadas del turista. El pasado mes de marzo, tras un largo periodo de reclamos, la gestión de la isla regresó a manos del ayuntamiento de Poio gracias a un acuerdo de concesión del Ministerio de Defensa por un plazo inicial de 25 años.
Es por ello que, este verano, la localidad pontevedresa abrió las visitas guiadas a Tambo. El objetivo principal es que la ciudadanía pueda conocer en primera persona, y de forma controlada, el patrimonio cultural y natural que alberga este reducto de historias y leyendas en las Rías Baixas. La silueta de la isla emerge en forma ovalada y piramidal sobre el estuario del río Lérez, frente a los límites territoriales de Marín y Combarro; y su superficie apenas alcanza las 28 hectáreas y una altura máxima de 80 metros en el Monte San Fagundo. Más allá de lo evidente, los vestigios del pasado conservados en su interior (ahora también al alcance de los visitantes) ofrecen una interesante panorámica de la historia más remota y reciente de la isla.
Cómo y cuándo visitar la isla de Tambo
La isla de Tambo abre sus fronteras al turismo mediante visitas guiadas en grupos reducidos, de unas 50 personas, y siempre acompañados por un guía. Tal y como sucede con los archipiélagos adheridos al Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Illas Atlánticas de Galicia, para entrar a este enclave insular será necesario contar con una autorización previa (se solicita en la página del concello) así como los billetes de las navieras correspondientes. Por el momento, las fechas disponibles para el acceso son cada fin de semana (viernes, sábado y domingo) hasta octubre. En este caso, tanto Mar de Ons como Pelegrín realizan viajes a la isla, con salida desde el Puerto de Combarro, por un precio para adultos de 12,5 euros.
Estos tours guiados por la isla tendrán lugar en cuatro turnos por día, con una duración aproximada de tres horas por visita. Hasta la fecha, no está permitido el atraque de embarcaciones no autorizadas o el acceso a la playa. De hecho, el ayuntamiento acaba de acometer la dotación de balizamiento de la zona de Area da Illa. Para contribuir a proteger y preservar el patrimonio histórico y paisajístico de Tambo, los usuarios visitantes se tendrán que cumplir las normativa aprobada por el municipio, en la cual se indica que está prohibido fumar, encender fuegos, tirar basura, extraer marisco o realizar prácticas de pesca, introducir animales (a excepción de los perros-guía), abandonar la ruta establecida (de unos 2 kilómetros) o alterar el entorno, entre otras cosas.
Fuera de las fechas regulares, el concello de Poio podrá autorizar la entrada a asociaciones y colectivos que así lo soliciten, en grupos limitados, con guía y seguro de responsabilidad civil para la actividad. Por otro lado, cabe destacar que la isla no dispone de baños públicos ni servicios médicos. Con todas estas normas se pretende fomentar las visitas controladas que permitan garantizar la preservación del espacio y avanzar así en la tramitación para que Tambo sea declarado Espacio Natural de Interés Local (ENIL).
Razones para visitar Tambo: historias, leyendas y legados
La isla de Tambo ha sido habitada desde hace mucho tiempo y utilizada para los fines más diversos. Su origen más remoto se vincula a la vida ermitaña y monacal, si bien hay constancia de la existencia de un castro perteneciente a la Edad de Hierro. Monjes benedictinos, piratas y corsarios de la talla de Francis Drake, un lazareto para cuarentenas de marineros, arsenales militares… Los relatos más antiguos y recientes de la isla se entrelazan entre el mito y la realidad, dando lugar a historias fascinantes de las que todavía quedan rastros visibles.
De hecho, más allá de la belleza natural de este enclave insular, entre los principales atractivos del lugar destacan las ruinas del viejo lazareto (hospital o edificio similar, aislado, donde se tratan enfermedades infecciosas); los restos de la iglesia de San Miguel y varias construcciones de uso militar que todavía mantienen en pie varias de sus estructuras. En ese sentido, los diferentes hallazgos de Tambo dejan constancia de la historia habitada de la isla al menos desde el siglo VI, época en la que se habría fundado una ermita por orden del Obispo de Braga, San Martín Dumiense. Un siglo más tarde, el mismo lugar sería ocupado por un monasterio benedictino, obra de San Fructuoso y dedicado a Santa María de Gracia. En la actualidad, todavía se conserva parte de la capilla y una fuente.
Esta solitaria isla, núcleo de vidas ermitañas durante décadas, también sufrió en sus propias carnes los saqueos de temibles piratas, entre ellos Francis Drake. Alrededor del año 1589, las tropas del corsario inglés alcanzaron las rías de Vigo y Pontevedra, robando y destruyendo todo cuanto encontraban a su paso. Durante aquellos ataques continuados, el monasterio de Tambo fue destruido y la imagen de la Virgen de Gracia arrojada al mar, según cuenta el relato popular, a manos del propio Drake. La leyenda también cuenta que varios pescadores encontraron dicha imagen y levantaron una capilla en Combarro en su honor.
El siguiente periodo de relevancia de la historia de la isla de Tambo nos sitúa en el año 1865, época en la que se construyó un lazareto motivado por el auge que estaba experimentando el puerto de Marín. Todos los marineros infectados o sospechosos de padecer alguna enfermedad contagiosa eran trasladados a la isla para guardar cuarentena. Las protestas de los vecinos pontevedreses precipitaron su cierre en 1879, cuando la instalación sanitaria se trasladó a la isla de San Simón. Después, su titularidad y fines volverían a oscilar: un proyecto fallido de cárcel militar, un depósito de carbón o un criadero de ostras, son algunos de los ejemplos más conocidos. En el transcurso de estos años se construiría en la zona sur de la isla el Faro de Tenlo Chico, una torre de mampostería de 20 metros de altura que terminaría de equiparse en 1955.
La historia más reciente de este tesoro natural está vinculada al uso militar. Desde la apertura de la Escuela Naval Militar en 1943, hasta el año 2002, la isla de Tambo albergó en su interior un arsenal militar e incluso fue utilizada por la Armada Española como campo de maniobras. A lo largo de este periodo se construyeron varios barracones, una cantina a pie de playa así como un polvorín subterráneo de la Marina que todavía hoy conserva su estructura. El paso del tiempo ha dejado huellas imborrables en la isla de Tambo, cuyas fronteras simbólicas se abren ahora al turismo controlado, permitiendo a los visitantes acercarse al patrimonio vivo que se esconde entre sus límites.