Enmarcado en el corazón rural de la comarca do Salnés, Ribadumia conforma uno de los destinos de turismo verde con más encanto de este rincón de las Rías Baixas. Por su situación geográfica privilegiada cruzada por las aguas del río Umia, se trata de una tierra donde la naturaleza es en la gran protagonista y en la que el pasado más remoto sigue presente en forma de numerosos vestigios o restos arqueológicos. Una riqueza natural, etnográfica y paisajística que se extiende además a través de los grandes valles del Salnés y algún que otro sistema montañoso de baja altitud, perfilado entre un sinfín de viñedos que producen el famoso vino albariño Rías Baixas o el típico tinto de Barrantes, autóctono de dicha parroquia ribadumiense.
De hecho, dentro de los límites de este municipio, la Ruta da Pedra e da Auga continúa siendo uno de los grandes reclamos turísticos de Ribadumia ―también de Meis, por donde discurre el tramo inicial de la senda. Lo cierto es que este camino enclavado entre bosques de ribera es uno de los itinerarios más conocidos y recorridos de toda la zona del Salnés, e incluso de las Rías Baixas. Por otro lado, esta localidad pontevedresa también puede presumir de ser la gran cuna arqueológica de la comarca, pues en este territorio se encuentra uno de los yacimientos más importantes del sur de Galicia y el de mayor envergadura de todo el valle del Umia: el poblado fortificado de la Edad de Hierro del Monte do Castro.
Naturaleza y senderismo
Tal y como adelantamos unas líneas más arriba, Ribadumia destaca en la comarca do Salnés tanto por su enorme patrimonio histórico como por la belleza natural del territorio. Los paisajes rurales de la localidad se encuentran dibujados sobre un manto verde de viñedos, tierras de labranza, bosques atlánticos así como pequeños ríos y regatos. Es por ello que los caminos de la molienda también han dejado huella sobre el legado etnográfico y paisajístico de Ribadumia, un lugar que todavía recuerda la tradición y las leyendas que envuelven a estos símbolos de la arquitectura y cultura popular del valle del Salnés, y que en la actualidad forman parte de numerosas rutas de senderismo. En el caso particular de la localidad ribadumiense, los molinos de Barrantes y de Batán son los ejemplos más destacados de este tipo de herencia.
En el caso de los molinos de Barrantes, estas construcciones típicas se enmarcan al final de la ya mencionada Ruta da Pedra e da Auga. El trayecto en cuestión parte del Monasterio de la Armenteira y desciende a lo largo de 8 kilómetros hasta el entorno de la Aldea Labrega y los últimos molinos restaurados de Ribadumia. Cabe destacar que en el primer tramo de la ruta, de mayor desnivel y vegetación, es donde se concentra el mayor número de saltos de aguas, pozas naturales y molinos (algunos rehabilitados y otros en estado ruinoso), aunque el grueso de la misma destaca por su belleza y el encanto de sus paisajes. Tras superar los primeros kilómetros, otro de los puntos más relevantes de la ruta se encuentra en el trazado más próximo a los molinos de Ribadumia: una recreación en piedra de una aldea labrega que escenifica la vida en el rural a principios del siglo XX.
En el segundo de los casos, el pequeño itinerario de los molinos del río Batán se localiza en las inmediaciones de la Iglesia Románica de Santa Baia (de origen barroco, pero reconstruida íntegramente en el siglo XIX). La senda sigue el curso del riachuelo a lo largo de cuatro molinos de agua, restaurados recientemente y dispuestos en escalera en una caída de unos 300 metros de largo. Además, en este entorno natural los excursionistas también podrán encontrar nuevos canales, puentes de madera y una mesa de picnic ideal para disfrutar de una jornada de senderismo en plena naturaleza.
Turismo arqueológico en Ribadumia
En lo que respecta al turismo arqueológico de Ribadumia, el Monte do Castro es el escenario principal de uno de los grandes tesoro de la comarca do Salnés. Situado a unos 110 metros de altitud entre las parroquias de Leiro y Besomaño, el conjunto arqueológico presenta unas dimensiones medias en el contexto de este tipo de poblados de la Edad del Hierro, aunque sin duda se trata de una de las fortificaciones de mayor envergadura en el caso del valle del Umia. Es importante señalar que en el año 2011 se llevó a cabo uno de los grandes hallazgos del castro ribadumiense al salir a la luz más de una docena de cabañas, una enorme casa-patio, una muralla así como miles y de piezas de ingente valor histórico (con más de 21.000 trozos de cerámica, líticos, bronces y otros elementos).
Lo cierto es que tras varias excavaciones, actuaciones sobre el terreno y reconstrucciones de viviendas, los expertos fijaron un periodo aproximado de ocupación y reocupación densa en el lugar entre el siglo IV a.C. y el siglo I d.C, época en la que habría sido destruido a causa de varios fuegos intencionados. Además, en este mismo emplazamiento sobre el Monte do Castro todavía se conservan las huellas visibles de unas antiguas canteras que dejan clara la importancia del lugar no sólo como bien arqueológico, sino también cultural. Y es que dichos rastros también son un ejemplo perfecto del aprovechamiento de los recursos en la zona (en este caso particular para la extracción de piedra) a lo largo del tiempo.
Sobre la historia de Ribadumia
A comienzos del siglo XII, el área geográfica que hoy en día abarca Ribadumia todavía formaba parte de la provincia de Santiago. Lo cierto es que en aquella época muchas de las tierras del Salnés fueron donadas por Ramiro Muñiz (sobrino de Gelmírez) a la iglesia de Santiago. Una curiosa distribución que se mantuvo en el mapa gallego hasta la división constitucional decretada por las Cortes de Cádiz en el año 1812, pues previo a ello la organización parroquial se encontraba basada en los cotos y jurisdicciones del Antiguo Régimen, esto es, de patrimonio señorial. De esta forma, las actuales parroquias de Ribadumia, Besomaño y Leiro formaban parte antaño de la jurisdicción de Fefiñáns, con el señorío del Conde de Fefiñáns. El proceso de constitución de los nuevos municipios empezaría a partir de 1835, si bien la constitución de Ribadumia como municipio no se pudo hacer oficial hasta 1841, año en el que por fin adquierió la configuración parroquial y su topónimo, el cual hunde sus raíces en el río Umia.