"Mire vuestra merced ―respondió Sancho― que aquéllos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino". Pese a los avisos de su fiel escudero, el ingenioso hidalgo Don Quijote observó en el horizonte solitario de algún lugar de La Mancha como la silueta de unos monstruos de enormes dimensiones se alzaban contra él. La realidad, al menos para la mente y los ojos de un acuerdo, era que aquellas temibles figuras no eran más que uno de los elementos clásicos dentro de la arquitectura popular española. Además, desde la existencia de aquellas célebres líneas, estas construcciones típicas han estado asociadas a la región castellana y la propia prosa de Cervantes, si bien en Galicia también existen unos cuantos ejemplos de estos viejos eólicos con aspas de madera.
Lo cierto es que, del mismo modo que los de agua o mareas, los molinos de viento también forman parte de la historia, la etnografía e incluso los paisajes de Galicia. Desde las turísticas Rías Baixas hasta la salvaje Costa Ártabra, son varios los rincones de la geografía gallega en los que podemos encontrar este tipo de estructuras tradicionales, como es el caso de una joya de la cultura popular escondida en Miño (A Coruña) o el conjunto de construcciones único en Europa que se enmarca en lo más alto de Catoira. Pero más allá de estos casos singulares, al sur de la región se extiende una preciosa senda que sumerge al visitante en los paisajes quijotescos ubicados en plena costa gallega. Desde los límites territoriales de A Guarda hasta el municipio de Oia, el litoral de la comarca do Baixo Miño ofrece un entorno mágico en el que poder disfrutar de la historia y el encanto de unos molinos de viento en cuyo horizonte está dibujado el océano Atlántico.
El conjunto de antiguos molinos de A Guarda
Al sur de la provincia de Pontevedra, la comarca do Baixo Miño alberga en toda su línea de costa un buen número de ejemplos de estos antiguos molinos de viento gallegos, principalmente dentro de los límites que conforman el municipio de A Guarda. De hecho, en esta localidad pontevedresa los viajeros podrán encontrar un conjunto etnográfico muy interesante y bien conservado que ha dado pie a una ruta de senderismo a través de la historia tradicional de esta población, formado por casi una decena de construcciones diferentes vinculadas a la ancestral tradición de la molienda. De todos cuantos existen en el territorio guardés, es bastante destacado el caso de los bautizados como Molinos de Camposancos, un grupo de estructuras enclavadas en uno de los puntos más al suroeste de Galicia, en una zona elevada frente al mar que en el pasado sirvió a sus habitantes a la hora de aprovechar los fuertes vientos del Atlántico para hacer funcionar sus cuatro aspas y mecanismos.
Los molinos de Camposancos hunden sus raíces a principios del siglo XIX. De hecho, ya desde el año 1838 se tiene constancia documental de los mismos, cuyo origen se cree que está vinculado a los maestros castellanos que el algún momento de la época, mientras trabajaban en estas tierras, tuvieron un contacto directo con los canteros gallegos. La influencia de estos mamposteros del interior español logró que el paisaje costero de A Guarda evocase de alguna forma a los escenarios del Quijote si estos hubieran estados ambientados en un lugar de Galicia a pie de mar. Cabe señalar que las construcciones tradicionales de Camposancos se ubicaron sobre las lomas elevadas más próximas al océano para que los molinos se pudieran beneficiar de las brisas marinas más intensas del Atlántico, tal y como explicamos unas líneas más arriba. De los cuatro ejemplos que se conservan a día de hoy, dos de ellos forman parte de fincas privadas, otro de un alojamiento hotelero a pie de la playa do Muíño, mientras que el cuarto (restaurado) ocupa un acceso libre cerca del puntal de Santa Trega al que se puede llegar fácilmente siguiendo la estela de un sendero de tierra.
Al margen del conjunto de la parroquia de Camposancos, el casco urbano de A Guarda también conserva otros tres molinos de viento que merece la pena visitar a nuestro paso por la localidad. Los conocidos como Muíño de Abaixo y Muíño da Guía son los mejor conservados del citado tridente y se enclavan en pleno núcleo histórico guardés, a apenas unos 200 metros el uno del otro. El primero de ellos mantuvo sus mecanismos en funcionamiento hasta principios del siglo XX y en la actualidad se encuentra totalmente rehabilitado. Su imponente estructura se eleva todavía con gracia sobre una colina muy cerca del Museo del Mar y el espigón del puerto. En el caso del Muíño da Guía, su origen se sitúa más allá del año 1753 y se sabe que a lo largo de su historia fue utilizado también como polvorín y arsenal para diferentes obras de la comarca. Además, y aunque el molino da Guía no ha sido restaurado, su estructura se encuentra en buen estado y en su interior aún es posible observar una lareira y un pequeño horno.
El paisaje más quijotesco de Oia
Galicia es tierra de arraigadas tradiciones. No es de extrañar por tanto que la historia del municipio de Oia también se encuentre vinculada de forma estrecha con la actividad tradicional de la molienda. De hecho, son varios los conjuntos de molinos de agua que se conservan a lo largo y ancho de este territorio. En algunos casos también los restos de antiguos molinos de viento y mareas permiten entender la importancia que tuvo esta gran labor de subsistencia para los habitantes oienses. Pero más allá del valor etnográfico de los mencionados conjuntos en ruinas, si el viajero continúa el trazado costero que avanza desde A Guarda hasta el entorno de la parroquia de Mougás (Oia) se encontrará de pleno con uno de los escenarios más singulares que tienen a un molino de viento como protagonista. Frente a las aguas más feroces del océano Atlántico, la silueta gigantesca de una estructura cilíndrica blanca, acompañada de sus grandes aspas de madera, llama poderosamente la atención desde cualquier punto visible de los alrededores. Plagado de simbología tradicional, el molino en cuestión corona el complejo del afamado Camping O Muíño, un destino de acampada de primera categoría situado a pie de playa, y ha logrado convertirse en uno de los monumentos más retratados de este rincón del sur de Galicia.