En los últimos kilómetros antes de entregar sus aguas al océano Atlántico, el río Miño se convierte en la perfecta frontera natural entre Galicia y Portugal. En este punto de la región, los frondosos valles verdes y los suaves perfiles montañosos acompañan a los meandros de este importante curso fluvial, dibujando a su paso todo tipo de playas fluviales, senderos y hasta miradores que permiten disfrutar de la enorme riqueza natural y paisajística que envuelve al sur de la provincia de Pontevedra. Uno de esos balcones naturales de vistas privilegiadas se oculta en lo más alto del municipio de Crecente, en un lugar de la parroquia de O Freixo conocido como O Coto da Cruz.
El mirador del Coto da Cruz se encuentra enmarcado a unos 480 metros de altitud y coronado por una cruz pétrea situada sobre un pedregal rodeado de naturaleza salvaje. Ahora bien, y aunque no se trata del lugar más elevado de esta zona verde de la comarca de Paradanta, la panorámica que se abre paso desde allí conforma un auténtico espectáculo visual para los visitantes. El río serpentea con fuerza a los pies de este mirador, permitiendo distinguir con claridad los pueblos gallegos y portugueses que guían al curso fluvial hasta su desembocadura.
Entre viñedos, montañas y patrimonio
La mejor panorámica sobre el valle del Miño presume de su propia senda homologada hacia las proximidades de esta pequeña cima en Crecente: la PR-G 174 Ruta de Coto da Cruz. Se trata de un recorrido circular que apenas presenta dificultad, que se extiende a lo largo de siete kilómetros entre grandes arboledas, pequeñas aldeas e incluso muestras del patrimonio religioso tan importantes como la capilla de A Virxe do Camiño. El punto de partida de la ruta se encuentra en los alrededores de la aldea de O Freixo, en una plazoleta situada a unos 30 metros de la iglesia parroquial de este rincón de Crecente.
El sendero en cuestión inicia su recorrido con uno de los tramos más exigentes, serpenteando entre los caminos que se abren paso a través de las viviendas y viñedos que ocupan estas montañas que forman el cauce del río Miño. Tras los primeros kilómetros llegaremos al Muíño dos Tarendos, un molino hidráulico tradicional restaurado que puede ser visitado; y, más adelante, al lugar da Granxa, una pequeña aldea repleta de historia y encanto natural. De hecho, según muchos investigadores, en este pueblo crecentense surgió la resistencia campesina contra la invasión francesa, pues los vecinos da Granxa se enfrentaron durante la Guerra de la Independencia a las tropas invasoras obligándoles a replegarse por completo.
El ascenso hacia el mirador del Coto da Cruz continúa después entre exuberantes bosques autóctonos, destacando la presencia de numerosos ejemplares de sobreiras. Una vez atravesados estos parajes de cuento, la cumbre de Crecente nos espera para regalarnos una de las escenas más bonitas a orillas del Miño, con Portugal al frente y el curso fluvial mediando en este límite natural. Uno de los pueblos lusos que podemos distinguir desde el Coto da Cruz es precisamente el de Cevide, considerado el punto más al norte de Portugal. Muy cerca también se encuentra el embalse de Frieira, y, si dirigimos nuestra vista hacia la montaña, también podremos observar el Alto da Portela en Padrenda e incluso las Montañas de San Fins (Arbo) en el horizonte que se abre paso al oeste.
De regreso al punto de partida, la ruta desciende pasando por la capilla de A Virxe do Camiño, un tesoro del románico tardío en transición al gótico que se encuentra guarecida bajo la sombra de una bonita carballeira centenaria. Unos metros más abajo, también tendremos la oportunidad de contemplar el conjunto formado por el templo do Cristo dos Aflixidos y un singular cruceiro enclavado sobre la roca. Ya en sus últimos kilómetros, la vía se adentra en una zona boscosa antes de alcanzar de nuevo la plaza de inicio en O Freixo.