Enmarcada en pleno Val Miñor, Gondomar emerge como un destino ineludible para quienes buscan sumergirse en el turismo rural, la cultura gallega y el encanto místico que tanto define a muchos rincones de Galicia. Lo cierto es que esta localidad pontevedresa invita al visitante a descubrir sus secretos desde el propio origen de su nombre. Según se cree, el topónimo de Gondomar procede de Gundemarius, un noble godo que, según cuentan los relatos populares, poseía y cultivaba estas tierras. En el presente, Gondomar se encuentra atrapada en una atmósfera de historias y leyendas que atrapan a todos aquellos que se aventuran a explorarla a través de alguno de sus muchos itinerarios.
Entre los muchos caminos que atraviesan Gondomar, la conocida como Ruta das Ánimas se postula como mucho más que un simple paseo entre bosques: es, con todas las letras, un viaje a las entrañas de la Galicia más mística y ancestral. Situada a unos pocos kilómetros del centro de Vigo, este recorrido a orillas del río Miñor envuelve al caminante en un ambiente de leyendas y tradiciones. A lo largo de todo el trayecto, el visitante tendrá la oportunidad de descubrir antiguos molinos de agua, históricas pasarelas y hasta una suerte de santuario dedicado a las almas en pena. Una mezcla de mágicos escenarios donde la historia y la naturaleza atlántica se funden en perfecta armonía, en un recorrido que evoca al pasado y conecta al senderista con algunas de las costumbres más arcaicas de Galicia.
Cultura y tradición a orillas del río Miñor
El río Miñor encuentra su nacimiento en los límites de la Serra do Galiñeiro, a unos 400 metros de altitud, aunque en su parte más alta este curso fluvial es más bien conocido como río Morgadáns. En cualquier caso, y tras más de 16 kilómetros de recorrido, sus aguas se juntan con las del océano a la altura del estuario de Foz, un espacio natural compartido por los municipios de Nigrán, Gondomar y Baiona. Es precisamente en su recorrido hacia el Atlántico cuando atraviesa la localidad gondomareña dando forma a una agradable y sencilla ruta fluvial que se extiende a lo largo de seis kilómetros de longitud.
El punto de partida de la famosa Ruta das Ánimas se sitúa en los alrededores del Parque da Coelleira, también llamado Parque das Ánimas. Si bien esta bonita senda no se encuentra señalizada, los primeros tramos de la misma están acondicionados y el visitante únicamente tendrá que seguir la estela del río Miñor para descubrir los tesoros etnográficos y patrimoniales que se esconden en este pequeño pulmón verde de Gondomar. No obstante, hay que tener en cuenta que en épocas de intensas lluvias el citado curso fluvial acostumbra a sufrir fuertes crecidas que pueden llegar a cortar el paso en algunos puntos del itinerario.
Uno de los rincones más emblemáticos de esta ruta se encuentra en la confluencia entre el río Zamáns y Miñor, donde el Puente da Coelleira ―también conocido como Ponte Baixa da Paradela y Ponte Entrerríos― lleva salvando las aguas del curso fluvial desde por lo menos mediados del siglo XVIII. La pasarela en cuestión consta de varias losas de piedra de unos 3 metros de ancho y una longitu de cerca de 8,5 metros. Justo por este punto atravesaba el conocido como Camino Viejo o Real, de cuya existencia hay constancia ya en la primera década del siglo XVII.
Pero sin lugar a dudas, la pasarela más importante que vamos a encontrar dentro del sendero gondomareño es la del Puente Alto de Paradela, bautizada en tiempos más modernos como el Puente das Ánimas. Si bien sus orígenes se remontan al siglo XVI, el peto de ánimas por el que ahora es conocido fue añadido mucho más tarde, entre finales del XVIII o principios del XIX. De todas formas, cabe recordar que el peto de ánimas que se erige sobre el puente en la actualidad se corresponde a una restauración más reciente, llevada a cabo en torno al año 2005 tras el derrumbe de su composición original.
Si avanzamos más allá de la pasarela das Ánimas y la zona habilitada para el paseo, el río Miñor nos regala uno de los escenarios más mágicos de Gondomar. Las tranquilas y cristalinas aguas del riachuelo se van abriendo paso entre frondosa vegetación, dejando paso en sus orillas a las siluetas de varias antiguas construcciones dedicadas a la molienda, entre ellas el Muíño de Quintas o el conjunto de molinos de A Serra. De hecho, en esta zona donde la naturaleza se muestra en su máximo esplendor, el río Miñor se ensancha y estrecha a su antojo creando todo tipo de rápidos y saltos de agua como el de la Fervenza da Torre. Esta pequeña cascada apenas ronda los 4 o 5 metros de caída segmentada en distintas alturas, pero su belleza es realmente única.