Fernando Dios Landín lleva veinte años al frente de la pastelería que lleva su nombre, la Confitería Landín, que el próximo 15 de mayo cerrará sus puertas, probablemente, para siempre. Su jubilación ha precipitado la decisión, ante la perspectiva de que nadie quiera hacerse cargo del negocio que ha sido su vida desde el año 2022.
A sus 65 años recién cumplidos, Fernando sigue abriendo su obrador a las 5 de la mañana y trabajando más de ocho horas diarias para tener todo a punto para la que será su última Pascua como confitero. Pontevedra, que ha disfrutado los dulces artesanales de Landín durante dos décadas, tendrá que decir adiós a uno de sus confiteros de referencia.
En plena cuenta atrás para el cierre definitivo por jubilación, Landín busca a alguien que continúe su oficio y siga preparando con tanto cariño los caprichos dulces de los pontevedreses, "pero de momento no hay nadie que pueda hacerlo". Sus hijos, "que se dedican a otras cosas y tienen su vida", no pueden hacerse cargo de un negocio que ya se ha convertido en emblema de la ciudad del Lérez.
Una dulce despedida
Con "mucha, mucha pena", Fernando cuenta cómo ha intentado encontrar a alguien que se quede con su confitería "que es una parte muy importante de mi vida". Las ofertas, aunque llegan, no han sido las idóneas para traspasar una de las pocas pastelerías que sigue elaborando el 100% de su producto de forma artesana. "Hay ofertas, pero no sirven", explica Fernando, "puede que a ellos no les encaje o que a mí no me guste quién se lo quiera quedar: de cualquiera de las maneras por ahora no hay nadie que coja la confitería después del 15 de mayo".
"Ya me gustaría darle atrás al reloj y poder seguir haciéndome cargo yo, pero llevo cincuenta años trabajando y ya es hora de que me vaya", explica Landín. De muy joven, en 1961, empezó a trabajar en Los Castellanos, también en Pontevedra, y tras dominar el oficio decidió abrir su propio obrador con un pequeño despacho que servía los dulces que acabaron convirtiéndose en los favoritos de muchos pontevedreses.
Por el momento, Fernando está centrado en la campaña de Pascua, que ya ha comenzado y que se convierte en una de las épocas más mágicas y más sacrificadas del año. "Todos los huevos y las casitas las preparamos nosotros a mano y hay que dedicarles muchas horas", explica, aunque reconoce también que la campaña de Semana Santa es de las mejores para su confitería.
El sacrificio del oficio
"Somos de las pocas que en Pontevedra seguimos haciendo todo artesanal, venimos a las 5 de la mañana al obrador y no paramos hasta pasada la una para tenerlo todo perfecto", cuenta Fernando. "El problema de esta profesión es que hay que dedicarle mucho tiempo y tiene que gustarte: no puedes venir pendiente del reloj e irte cuando llega la hora, es muy sacrificada".
En parte, a esto achaca que nadie se quiera quedar con su Confitería Landín, por el trabajo que conlleva ser pastelero y las facilidades que ofrecen otros modos de hacer confitería en el siglo XXI. "Tiene que gustarte mucho para poder sacarlo adelante, nosotros preparamos a mano todo lo que vendemos", dice al hablar de la Pascua, con sus monas y sus casitas ya expuestas en el escaparate del despacho que tiene en Pontevedra.
Desde el primer fin de semana de abril, de hecho, Fernando expuso en los escaparates sus huevos y sus casas de chocolate, en las que sigue y seguirá trabajando hasta que pasen por completo las fiestas. "Hasta el 15 de mayo, cuando cerremos las puertas, no tenemos idea de dejar de trabajar ni un momento", cuenta, "esto es mi vida y mi día a día, y así va a ser hasta que me retire".