"¿No quieres estudiar esto? Perfecto, pero busca otra cosa". Esa fue la frase que recibió Guillermo Varela de Limia de su padre cuando les anunció que la carrera de Industriales, en la que llevaba tres años, no era para él. Ese fue el principio de la aventura que le ha llevado a convertirse en cocinero y, posteriormente, en creador de contenido.
El gusanillo de la cocina le picó muy de pequeño. "Yo todavía era un niño y ni siquiera me acuerdo, pero mis padres me lo confirmaron", explica a Guillermo. "Me gustaba ser cocinero probablemente porque yo siempre fui muy glotón, y veía que era el que estaba en la cocina, siempre con algo de comer", confiesa entre risas.
Este vigués, de Bouzas, recibe a Treintayseis en el piso en el que vive en la villa. A través de la ventana de su salón, con vistas al paseo, la playa de O Adro y el campo de fútbol del Rápido, entra un agradable olor a mar.
La pasión por la cocina desapareció hasta que comenzó a estudiar Industriales en la universidad viguesa; como tenía turno de tarde, comenzó a encargarse de las comidas de la familia. "Era autodidacta, con lo que veía en internet y el programa de Arguiñano", continúa. Los siguientes pasos fueron comenzar a comprarse libros de cocina y, casi al mismo tiempo, darse cuenta de que la carrera que estudiaba no era lo suyo, "para nada era el sitio donde debía estar".
Industriales por la cocina
Tras confesárselo a sus padres, de los que recibió apoyo y comprensión, arrancó una fase de búsqueda: valoró opciones como meterse a trabajar en una cocina, directamente, manera que veía más adecuada para aprender el oficio, o estudiar una carrera relacionada con su pasión, pero más "técnica", como tecnología de los alimentos. Finalmente, tras investigar, vio la luz al conocer que había grados enfocados a la gastronomía; así que terminó matriculándose en el prestigioso Basque Culinary Center, de San Sebastián.
Partiendo de cero, a las clases le sumó los trabajos de fin de semana en las cocinas "de verdad", para sumar a la base teórica también la imprescindible práctica, además de costearse la vida lejos de su casa. En Donosti se forjó en el restaurante Astelena 1997, de Ander González, "el Arguiñano de la EITB", precisa con una sonrisa.
"Ahí aprendí casi todo lo que sé de cocina tradicional, de cómo trabajar en una cocina, de cómo arreglárselas entre ocho personas en una cocina que casi ni entrábamos para que fuese como un baile, que todos supiésemos dónde estaba cada uno, cómo sacar un servicio de 100 o 110 personas y que todos saliesen satisfechos", ahonda Guillermo.
A lo largo de su formación, fue virando a lo que más le interesaba. "Entré queriendo ser cocinero estrella Michelin, pero una vez te metes en el mundillo, no me pareció tan interesante", concluye. Por ello, en los dos últimos años se especializó en Desarrollo y Tecnología Alimentaria. El problema fue que su perfil no se adaptaba a lo que pedían las empresas de I+D, por lo que terminó en Amsterdam, buscando conocer mundo, personal y gastronómicamente.
Guillermo reconoce que fue una etapa maravillosa de su vida, donde perfeccionó el inglés, hizo amigos de todo el mundo y, además, uno de sus hermanos, Gonzalo, se encontraba también en la ciudad, lo que le venía muy bien "por salud mental". Pero la poca exigencia culinaria del bufé en el que trabajaba le hizo ir perdiendo la motivación y verse profesionalmente estancado.
El siguiente cambio de rumbo le lleva hasta Lugo, a Europastry, gracias a una oferta de trabajo que le pasó una de sus antiguas profesoras del Basque, y terminó en uno de los departamentos de I+D de la empresa. "Fue una decisión dura, el bajón de pasar de Ámsterdam a Lugo, pero lo tenía que aprovechar, era interesante para mi currículum porque es una empresa bastante importante en el sector", analiza el vigués.
Entre el cambio de vida entre Países Bajos y Galicia, nace la idea que hoy se ha convertido en su modo de vida. Primero, en Ámsterdam: "Cuando quería compartirle a mis compañeros recetas para explicarles cómo hacer tortilla o paella, no encontraba vídeos en inglés", asegura, "no había más que gringos haciendo auténticas atrocidades", añade; no sólo aficionados, sino también grandes cocineros internacionales.
Nace un proyecto vital
En ese momento, seleccionó un nicho por explotar, ya que "no existía nadie que lo hiciese". En Lugo, con una vida más reposada, fue cuando comenzó a publicar contenido en sus redes sociales. Borró lo que tenía en su cuenta personal de Instagram y cambió el nombre por @cookingformspain. De 600 seguidores que tenía cuando comenzó, en octubre del año pasado, pasó a 1200 en marzo.
Pero el éxito llegó en forma de vídeo viral con un "iconic bocadillo from Spain": el Pepito. "En cosa de una semana pasé a tener 10.000 seguidores", recuerda. La fórmula era el trabajo audiovisual que poco a poco iba mejorando con respecto a los primeros vídeos, la "suerte" y, reconoce, el hate, ese compañero inseparable que es el odio en las redes sociales; las críticas le llegaban por su acento, pero eran más los apoyos que los negacionistas.
Este fue el punto de partida para que desde este pasado mes de septiembre, con más de 120.000 seguidores, haya dejado su trabajo y se haya focalizado en la creación de contenido. Antes, escuchó otra frase de su padre: "No cometas esa tontería de dejar el trabajo por esto", pero con el paso del tiempo y el crecimiento exponencial del proyecto, se ha convertido en su mejor aliado e, incluso, en el mejor consultor.
"Me mete caña porque mi padre es un buen empresario y tiene mucho criterio", reconoce, así que mientras que para él era un "venga, dejo el trabajo y ahora soy creador de contenido", su padre le marcó el camino de una suerte de plan de negocio, donde hay un departamento de creación de contenidos, pero también de finanzas y de todo lo que conlleva poner en marcha un proyecto vital.
Por el momento, ese plan pasa por seguir haciendo crecer sus redes sociales con más seguidores, consiguiendo seguir enganchando a nuevos perfiles y mantener un alto ritmo de publicaciones. Pero en el futuro ya divisa diversas opciones, desde abrir un negocio propio, por ejemplo "de bocadillos" y publicar libros de cocina hasta lanzar un producto con su propia marca. Volver a una cocina no lo contempla, sí como chef ejecutivo
Un referente y una recomendación
Sobre qué cocinero tiene como referencia, no duda en la respuesta: Dabiz Muñoz. "Reconozco que como personaje público, probablemente parezca un poco prepotente y un poco polémico, y como profesional no lo conozco", aunque añade que conoce a gente que ha trabajado con él y que tiene dos visiones: o lo odian o les ha servido para mucho.
Lo que tiene claro es que "transmite mucho conocimiento, mucha base de cocina real", además de que "hace propuestas originales con criterio". Por último, añade que nunca ha leído a ninguno de los críticos gastronómicos que sigue, "muy cañeros con algunos 'Estrella Muchelin'", valorarlo mal o ponerle menos "de un ocho sobre diez, y muchos le dan el diez".
"Ojalá algún día ahorrar esos 500 pavos e ir a DiverXO y poder hablar con conocimiento", concluye.
En cuanto a un restaurante que recomiende, Guillermo nos envía hasta Zamora, concretamente a Castroverde de Campos; el Restaurante Lera, especializado en caza y a donde acudió cuando estudiaba. Además de la cocina, resulta que fue en su día muy frecuentado por vigueses, hasta el punto de que Cecilio Lera, el padre del actual chef Luis Lera, conoció a su abuelo, ya que la carretera que unía Vigo y Madrid pasaba por ese restaurante.
Además de cocinar, les invitaron a un menú degustación, del que recuerda "un plato de lentejas" con "un medallón de foie espectacular", pero reconoce que "esas lentejas no se te olvidan nunca".