Un gallego inmunizado con la Sputnik: "En Moscú hay centros de vacunación cada 500 metros"
El vilagarciano Juan Oliveira, profesor de español en San Petersburgo, ha podido vacunarse ya contra la Covid-19. El arousano aclara que en Rusia el proceso está abierto a todo el mundo, la mascarilla no es obligatoria y que incluso existen puntos de vacunación callejeros
11 marzo, 2021 06:00La Sputnik-V, así se hace llamar la vacuna rusa contra la Covid-19, parece estar cada vez más cerca de conseguir su visado para aterrizar en suelo europeo. Su corto historial de vida no ha estado exento de debates, desconfianzas e incluso teorías conspiranóicas a la altura de las de QAnon. Pero lo cierto es que su seguridad y eficacia están tan demostradas como las de las estadounidenses Pfizer o Moderna, por mencionar un par de ejemplos.
A principios de febrero, una publicación de un estudio a cargo de The Lancet, prestigiosa revista médica de Reino Unido, validaba una eficacia de casi el 92% para la Sputnik-V, entre otros datos esperanzadores sobre su seguridad y anticuerpos. Poco a poco, la comunidad internacional ha pasado de mirar con recelo a la vacuna a convertirla en un importante instrumento de poder blando para la Rusia de Vladimir Putin.
Hace unos días, la Agencia Europea del Medicamento iniciaba un proceso de revisión continua de la vacuna, ―a día de hoy están negociando otras siete en distintas fases de desarrollo― lo que quiere decir que la Sputnik-V pronto podría convertirse en una más de las opciones disponibles para inocularse aquí en España. En cualquier caso, los primeros españoles en recibir ambas dosis han podido hacerlo ya en territorio ruso.
Un arousano inmunizado con la Sputnik-V en San Petersburgo
Uno de esos privilegiados es Juan Oliveira, un vilagarciano de 31 años que vive y trabaja como profesor de español e inglés en San Petersburgo. Residía en Londres hasta que decidió escapar del ritmo de vida británico de casa-trabajo y probar suerte en otros lugares: "soy un poco aventurero y me animé a enviar el currículum a diferentes países. Me gusta mucho la historia, me salió San Petersburgo, la antigua Leningrado… y dije, venga, vamos a probar", cuenta Oliveira.
Los primeros meses fueron los más difíciles para este arousano: "Me vine sin saber nada de ruso. Sin poder leer el alfabeto (…) y aquí nadie habla inglés". Al hándicap del idioma se sumó el del clima: salió del aeropuerto Vigo con 30 grados más de los que había cuando piso Moscú por primera vez. Pero de eso hace ya cuatro años y medio, dos desde que fundó su propia academia de lengua española junto a su mujer, Katya, una siberiana a la que conoció al poco tiempo de llegar allí.
En Rusia el proceso de vacunación en masa arrancó en diciembre, y sin seguir ningún tipo de estrategia de prioridad por grupos de población tal y como sucede en España. Allí la vacunación es voluntaria y está abierta a todo el mundo según nos explica Oliveira: "todo aquel que quiere vacunarse simplemente tiene que pedir cita e ir. Es rapidísimo". Para los extranjeros el único requisito es tener "permiso de residencia y una póliza de seguro".
La vacunación en Rusia: "ni colapsos, ni escasez"
Sin colas, ni esperas. Juan Oliveira solicitó cita por internet para vacunarse un viernes y tres días después, el lunes 8 de febrero, ya estaba recibiendo la primera dosis. El procedimiento es tan rápido que incluso le ofrecieron la posibilidad de ponérsela al día siguiente, pero por motivos laborales tuvo que esperar hasta el comienzo de semana. Una vez en el hospital el proceso duró otro abrir y cerrar de ojos. "Llegué, me pidieron la póliza y el pasaporte, me vieron la tensión, la temperatura y me vacunaron directamente. Casi sin preguntas. Todo fácil, la verdad", relata Oliveira.
Tras el pinchazo la enfermera le advirtió que podría tener fiebre y le lanzó varias recomendaciones: "durante los tres días posteriores no hagas deporte, actividades físicas, no bebas alcohol y no vayas a la sauna", recuerda el vilagarciano. Aunque no estaba entre los planes de Oliveira visitar una banya rusa, de querer hacerlo tampoco habría podido. La primera dosis le dejó tres días fuera de combate y "hecho polvo en cama". Llegó a tener entre 39 y 38 grados de fiebre. "Estuve 2 días sin energía, como un auténtico zombi. De hecho, no pude ni ir a trabajar", relata. En cambio a su mujer, que se vacunó el mismo día, "no le dio ni dolor de cabeza".
Cuando recibió la segunda inyección el 1 de marzo, el desarrollo fue algo más caótico, pero sin llegar al colapso, "simplemente había más gente porque nos juntamos personas que recibían la primera dosis con personas que recibían la segunda", aclara Juan. En esta ocasión también los efectos secundarios fueron más leves. "Todo normal, sin ningún tipo de reacción adversa, nada de escamas…", afirma en tono jocoso. Y es que de la Sputnik-V se ha dicho de todo, incluso que tenía insertados chips para el control. "Tuvo muy mala fama, ahora empieza a cambiar la situación", añade Oliveira.
"Aquí parece que la pandemia ya pasó, que es cosa del 2020"
En Rusia no solo el proceso de vacunación es diferente al de España, también la forma de gestionar la pandemia y las restricciones difieren en gran medida. "Esto ha ido por fases, no es como en España que las restricciones continúan y continúan", aclara el arousano. "Ahora mismo estoy sorprendido, incluso se celebran conciertos. Parece que la pandemia ya pasó, que es cosa del 2020".
De hecho, un estudio realizado por Levada-Center revelaba hace unos días que casi el 60% de la población rusa no tiene miedo a infectarse por coronavirus y que tan sólo un 30% está dispuesta a recibir la vacuna. Con estos datos se entiende mejor otro de los aspectos que nos comenta Oliveira: "en la calle yo no veo a nadie con mascarilla", motivo por el cual el vilagarciano hace meses que no utiliza el transporte público.
Llama la atención, pero la realidad es que en Rusia el uso de mascarilla no es obligatorio. En su escuela en San Petersburgo, Oliveira sigue al pie de la letra todas las recomendaciones e indicaciones. Han instalado purificadores de aire y equipos desinfectantes en la entrada y los baños, pero por ley no pueden obligar a nadie a usar la mascarilla, por lo que administrarse la vacuna le ha ayudado mucho psicológicamente. "No a perder el miedo porque es verdad que yo sí que ando con la mascarilla todavía, pero sí a olvidarme un poquito del tema del virus, de tener más seguridad", apunta.
Rusia cerró fronteras con China y Europa muy rápido cuando se desató la pandemia y el virus entró algo más tarde en el país. "Al principio nadie se lo tomaba en serio, lo veían como propaganda para controlar a la gente", recuerda Juan. Después, el número de enfermos y fallecidos creció de manera drástica: "aquí en noviembre, solo en San Petersburgo que es una ciudad de 5 millones de habitantes, teníamos al día casi 5.000 infectados. Ahora estamos en torno a los 800 diarios", explica.
En todo este período pandémico Oliveira ha tenido que adaptarse al trabajo online, a excepción de dos meses después del verano y estas últimas semanas de febrero. Y desde luego, no ha podido volver a Galicia todavía: "hace más de año y medio que no voy". En verano tuvo la oportunidad, pero prefirió quedarse en Rusia junto a su mujer. "Tenía bastante trabajo. Escribí un libro, contraté un par de profesores… Perdí de ir a casiña pero aproveché el tiempo", cuenta.
Un año después del inicio, el despliegue de medios para la vacunación en Rusia, al menos en las grandes ciudades, es mayúsculo, y contrasta con los bajos datos de vacunación, que rondan el 3% de personas inmunizadas, aunque el gobierno central no proporciona números oficiales. "En Moscú hay centros de vacunación cada, no te miento, 500 metros", afirma Juan. Por toda la ciudad han levantado "centros de vacunación callejeros" y el acceso a ellos es muy sencillo. Mientras que en el caso de San Petersburgo la vacunación se lleva a cabo únicamente en hospitales.
De por sí Rusia es un territorio muy vasto, y no todos los núcleos de población tienen las mismas posibilidades. "Si hablamos de focos de población alejados, supongo que será más difícil, claro. Primero por el tema de las carreteras, porque se congelan, son muy malas… Pero lo que son las grandes ciudades ni colapsos, ni escasez", señala Oliveira.
El gran debate entorno a la Sputnik-V
Cuando en verano Vladimir Putin anunció el registro de la primera vacuna contra el coronavirus, el mundo miró a Rusia con más desconfianza que esperanza. Y no solo el mundo, incluso dentro de su territorio la población recibió la noticia con ciertos prejuicios. Cuando arrancó la vacunación en masa, los rusos no acudieron de inmediato para recibir las dosis, algo que Oliveira achaca al "carácter ruso". Añade que estos "son desconfiados por naturaleza. No se fían ni de un extranjero ni de un ruso" y menos de "su propio gobierno, que está demostrado que no es muy transparente".
En Navidades Oliveira todavía bromeaba con sus familiares sobre vacunarse con la Sputnik-V, y su madre "toleaba" con ello. "En diciembre yo tampoco quería ponerme la vacuna", asegura. Hasta que salió el estudio de The Lancet y vio interés por parte de la Unión Europea en adquirir la vacuna no se atrevió a dar el paso. Lo mismo sucedió con su círculo cercano allí en Rusia: "cuando empezó la vacunación masiva yo conocía solo a una persona que se había puesto la vacuna. Ahora ya rondan las 40 o 50 personas", explica.
Más de una semana después de haber recibido la última dosis, camino ya de la inmunización completa, Oliveira alienta a las personas a no tener miedo a vacunarse con la Sputnik-V si ésta finalmente llega a la Unión Europea, y por ende, a España. "Animo a la gente a que se olviden de todas estas cosas políticas. Es una vacuna válida como cualquier otra. Y bueno, creo que en mi caso puedo hablar que de momento, a un mes de la primera dosis, ha sido todo normal", sentencia.