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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha anunciado la creación de la tarjeta dorada como una medida que busca atraer a individuos ricos y exitosos a invertir en el país, con la promesa de obtener la residencia legal permanente.

Esta iniciativa, que sustituiría el programa EB-5, tiene como objetivo impulsar sectores clave de la economía, como el tecnológico, al permitir que grandes empresas traigan talento extranjero altamente cualificado. Además, Trump ha afirmado que esta medida contribuiría a la creación de empleos y aumentaría los ingresos fiscales, mejorando la competitividad de Estados Unidos en el escenario global.

El programa de la tarjeta dorada no solo está dirigido a personas con grandes recursos financieros, sino que también se ha diseñado para eliminar el fraude que ha afectado al programa EB-5 en el pasado.

Según los funcionarios, el nuevo esquema contará con un proceso de verificación más riguroso, asegurando que los solicitantes sean verdaderos inversionistas que realmente aporten al desarrollo del país.

Aunque esta propuesta ha sido recibida con escepticismo por algunos críticos, Trump sostiene que la medida es una oportunidad para fortalecer la economía estadounidense y atraer a los mejores talentos internacionales.

Críticas

No obstante, la polémica ante esta nueva medida no han tardado en llegar. La creación de la tarjeta dorada de Donald Trump ha generado una serie de críticas debido a su simbolismo y las implicaciones comerciales detrás de ella.

En primer lugar, muchos consideran que esta tarjeta es un claro ejemplo de ostentación y elitismo. Al ofrecer acceso exclusivo a productos y servicios solo para aquellos que poseen la tarjeta, se refuerza la idea de una división entre las élites y el resto de la población.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, habla junto a Howard Lutnick. Reuters.

Para muchos, la tarjeta representa una forma de segregación social, donde solo unos pocos privilegiados tienen acceso a ciertos beneficios, lo que genera una sensación de exclusión.

Por otro lado, también ha sido vista como una forma de comercializar la imagen pública de Trump. Al vincular su nombre y su figura presidencial a un producto exclusivo, se percibe como una táctica para aprovechar su estatus de celebridad y el legado político para generar ganancias económicas.

Esta combinación de intereses políticos y comerciales ha provocado que muchos se cuestionen sobre la ética de utilizar una posición tan alta para fines personales y empresariales. Algunos consideran que esta estrategia da lugar a una especie de "mercadeo de poder", lo que reduce la seriedad de su figura como líder y la convierte en una herramienta más de lucro.

Asimismo, la tarjeta también ha sido criticada por la forma en que puede banalizar la política. En lugar de centrarse en problemas importantes o en el servicio público, la tarjeta dorada parece poner el énfasis en la acumulación de riquezas y el consumo ostentoso.

Esto alimenta una visión de la política en la que los intereses comerciales de una persona están por encima de las necesidades de la sociedad, lo que provoca una desconexión con los votantes y ciudadanos que buscan soluciones más allá del lujo y el elitismo.