Cada vez son más los negocios históricos del centro de Valencia que se ven obligados a bajar la persiana. La masificación turística o el elevado precio de los alquileres influyen en este goteo de cierres, pero existe otro grave problema al que se enfrentan estas tiendas emblemáticas y es la falta de relevo generacional.
Son comercios en puntos estratégicos, con una clientela fiel y con un producto de calidad, sin embargo, encontrar a alguien que quiera hacerse cargo del establecimiento cuando el propietario se jubila es, en algunos casos, misión casi imposible.
"Los jóvenes no ven la oportunidad que suponen estos negocios", afirma a EL ESPAÑOL la gerente de la Asociación de Comerciantes del Centro Histórico y Ensanche de Valencia, Julia Martínez.
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En su opinión, es una lástima que cierren estas tiendas de toda la vida, lugares que forman parte de la historia de la ciudad y que venden productos singulares y, en muchas ocasiones, únicos.
"Si todo son franquicias, no tiene ninguna gracia", defiende. Por ello, la organización de la que forma parte colabora con los dueños que están a punto de jubilarse y que no han encontrado todavía sustituto. El objetivo es garantizar la continuidad de estos negocios que han acompañado a los vecinos durante toda su vida.
Algunas veces la misión no llega a buen puerto, pero otras, la búsqueda tiene final feliz y descubren a la persona ideal para continuar con el negocio histórico.
Es el caso de Cestería El Globo, un local situado entre la Plaza del Ayuntamiento y el Mercado Central de Valencia que lleva vendiendo artículos de mimbre desde hace 150 años.
Teresa Álvarez Martínez era empleada de la histórica tienda situada en la calle Músico Peydró. Llevaba 13 años trabajando allí cuando en 2019 el dueño, Carlos Augusto Fernández, cumplió la edad de jubilación. Ante la falta de relevo y nadie que pudiera encargarse del negocio familiar, la primera idea fue cerrar la tienda.
"Me sabía muy mal que una tienda de 1.856 cerrara". Quien habla es Terencio Puerta, que en ese momento decidió dejar su trabajo de conductor de VTC para sumarse junto a Teresa, su mujer, en esta aventura.
Carlos les traspasó la tienda y desde entonces ambos la dirigen. Con "mucha ilusión", reconocen, pero también con "dificultades".
La pandemia, relatan, supuso en "mazazo" para el negocio, pero los cambios en los hábitos de los consumidores también afectan. Ellos siguen centrados en el producto de calidad, hecho en España y en la Comunitat Valenciana.
Las cestas para recoger setas son de Moixent y el esparto, por ejemplo, viene de Jaén. Además, reparan y trabajan con todo tipo de material natural, como la caña, la palma, la madera o el junco.
En el rato que estamos hablando, varias mujeres entran a la tienda interesadas por estos productos artesanales. Su clientela es muy variada, su género está pensado para que dure muchos años. "La clientela es fiel, pero si compran una mecedora, por ejemplo, les dura más de diez años, por lo que no suelen venir a comprar otra", explica.
Los turistas entran en la tienda, que llama la atención del viandante, ya que la exposición de productos que hay en la acera es importante. Sillas, cestas, juguetes de madera e incluso cabezas de toro hechas de mimbre. Los extranjeros, sin embargo, solo pueden llevarse productos pequeños, que quepan en sus maletas.
"El turismo está matando al turismo", defienden, al tiempo que lamentan que el barrio se vea afectado por los altos alquileres y por los traspasos para montar franquicas.
¿Ven el futuro con esperanza? "Con mucho sacrificio y esfuerzo". De momento, consideran esencial "alzar la voz" para concienciar a la ciudadanía sobre la importancia de estos históricos comercios, que ofrecen un producto de calidad y forman parte de la historia de la ciudad.