Valencia

El Juzgado de lo Penal número 19 de Valencia ha condenado a tres empleados de una discoteca al pago de una multa de 1.800 euros por agredir a un cliente tras obligarle a salir del local y entablar una discusión. Además, deberán pagar 1.825 euros en concepto de responsabilidad civil.

Así se desprende de la resolución, a la que ha tenido acceso Europa Press, en la que el juzgado condena a los empleados por un delito de lesiones con la circunstancia agravante de abuso de superioridad.

Inicialmente, la acusación particular, ejercida por el letrado Juan Molpeceres, reclamaba que se contemplara un delito contra la integridad moral al argumentar que los condenados habían cometido la agresión por motivos racistas ya que le gritaron "moro de mierda, te mato".

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Sin embargo, el juez lo ha denegado al no ver acreditado que los trabajadores profirieran esas expresiones.

De hecho, recuerda que fue precisamente la acusación particular la que, "sin duda consciente de la absoluta ausencia de toda prueba de cargo", retiró en la vista la acusación, al ser "notoria y evidente" la ausencia de la más mínima prueba de cargo, en relación con las expresiones racistas denunciadas.

En esta línea, el juez advierte de que solo se contaba con las "meras" alegaciones del lesionado y se dio la circunstancia de que no fue en la denuncia inicial, sino en comparecencia posterior. 

Más allá de la alegación del perjudicado, "ninguna otra prueba adicional permite la mínima acreditación de los insultos o expresiones racistas denunciadas. Ninguno de los numerosos testigos que declaró en la vista escuchó expresión alguna en tal sentido", apostilla el juez.

Los hechos se remontan a marzo de 2022 en una discoteca de la ciudad de Valencia, tal y como consta probado en la resolución.

En un momento dado, un cliente se quejó de que había otro joven -la víctima- sentado con ellos en la zona VIP, pese a que no formaba parte del grupo ni habían entrado juntos.

Por este motivo, se pidió al joven que abandonara el establecimiento, a lo que accedió voluntariamente, y fue acompañado hasta la salida.

Una vez en la vía pública, los condenados, junto a un cuarto empleado de la discoteca cuya identidad no ha podido precisarse, acompañaron al joven hasta un paso de peatones, ubicado en las inmediaciones, y le informaron de las razones por las que había sido invitado a salir del establecimiento.

Esta conversación fue "acalorándose" y llegaron los empleados de la discoteca a empujar levemente a la víctima. Tras ello, uno de ellos le agarró por el brazo y se produjo un forcejeo. Como consecuencia, cayeron al suelo uno de los empleados y la víctima.

A continuación, ambos se levantaron y siguieron forcejeando hasta que intervino otro de los empleados, quien agarró por detrás por el cuello a la víctima y consiguió que cayera de nuevo al suelo.

Tras ello, otro trabajador le dio una patada "sin que haya podido precisarse ni la intensidad de la patada ni el punto concreto en el que impactó".

Acto seguido, el joven seguía tumbado bocarriba en el suelo, sobre la calzada por la que circulaban vehículos. Así, el grupo de los trabajadores le agarró de los brazos y las piernas y lo llevaron en volandas hasta el suelo junto a una pared.

Después de dejarlo allí, dos de esos empleados se acercaron nuevamente y mientras uno le quitaba la pulsera del local, el otro le propinó una patada (o rodillazo) que le impactó en la cara.

Sucedió en presencia del resto de compañeros, que "en ningún momento trataron de impedir esta acción". Seguidamente los empleados de la discoteca abandonaron el lugar.

Como consecuencia de la agresión, la víctima padeció una fractura de huesos de la nariz y para su curación precisó de 32 días, todos ellos de perjuicio personal particular por pérdida temporal de calidad de vida de grado moderado.