Las familias afectadas por el incendio de Campanar afrontan sus últimos días en el edificio municipal del barrio de Safranar que el Ayuntamiento de Valencia habilitó para darles una solución habitacional de urgencia.
El próximo 26 de agosto se cumple el plazo de seis meses, por lo que tendrán que abandonar los que han sido sus hogares provisionales tras una tragedia que les marcó para siempre.
La mayoría de los vecinos ha ido dejando el inmueble de manera progresiva, pero todavía queda un grupo que entregará las llaves la semana que viene.
"Ya todos tenemos nuestros nuevos hogares", afirma a EL ESPAÑOL una de las vecinas. Florencia vivía de alquiler junto a su pareja en el segundo piso de uno de los edificios del complejo residencial calcinado.
Según explica, les ha costado mucho encontrar un piso para empezar de nuevo, ya que los costes de los alquileres han subido considerablemente en los últimos años. Aunque recibirán ayudas de la Generalitat Valenciana durante seis meses, volver a Campanar era imposible "con los precios tan altos".
Del fatídico 22 de febrero afirma que no llegó a tomar consciencia de la magnitud de la tragedia hasta que bajó a la calle y vio el edificio desde fuera, envuelto completamente en llamas.
"Cuesta mucho digerirlo", señala. En este sentido, rememora que cuando pasó todo, estaba acostada en el sofá, medio dormida. Un ruido contra el ventanal del salón la despertó. Se había caído el tendedero. Salió para colocarlo en su lugar y entonces escuchó las sirenas y supo que "algo pasaba".
"No identificaba bien y eso que estamos hablando de que ya eran las seis menos diez, es decir, que el edificio más alto ya estaba prácticamente todo en llamas", explica. Sin saber muy bien cómo ni ser plenamente consciente, recuerda que salió de casa y bajó a la calle por el ascensor.
"Fue muy fuerte"
Hizo terapia al principio y lo ha ido sobrellevando, según confiesa, pero todavía siente nervios relacionados con el traumático episodio. "En el cuerpo te acaba pasando factura", dice. "Lo que vivimos fue muy fuerte". De hecho, confiesa que intenta no ir por su antiguo barrio, los recuerdos todavía están demasiado vivos.
"Nosotros lo perdimos absolutamente todo, no hemos podido rescatar nada", asegura y aprovecha para agradecer la solidaridad de una ciudad que se volcó con ellos. Su historia, además, es especialmente dura ya que toda su familia vive a miles de kilómetros.
Procedente de Argentina, vino a Valencia hace dos años para empezar una nueva vida. Se dedica al comercio internacional. "Estamos los dos solos y nos hemos sentido un poco a la deriva", afirma, aunque asegura que han creado una importante red de amistad y de apoyo con el resto de vecinos afectados.
¿Cómo ve el futuro? Florencia lo tiene claro. Lo más importante es "hacer justicia" por las diez personas que perdieron la vida. Defiende que podrían haber sido ellos, o cualquiera. "Lo más importante es que se sepa por qué murieron y si se podría haber evitado", subraya.
"Cuando emigras como es mi caso es un volver empezar y ahora me toca volver a empezar otra vez. Es agotador, pero así es la vida y no queda otra que aceptarlo", dice. Le da pena dejar el piso de Safranar por la gran relación que han creado los vecinos, pero tienen ganas de iniciar una nueva etapa.
La historia de Ana
Otra de las afectadas que continua en el edificio de Safranar es Ana, una de las vecinas afectadas de más edad.
En las redes sociales de la organización compartieron su historia. Pudo salvarse del incendio "de milagro", según ella misma relata. Estaba viendo la novela, cuenta, cuando vio que algo pasaba, abrió la puerta y todo el humo entró. Huyó con su nuera.
Su deseo sería volver al barrio, a Campanar, pero reconoce que está difícil, "nadie encuentra nada".
El trágico incendio, que causó la muerte a diez personas, entre ellas una familia con dos niños pequeños, convirtió prácticamente en escombro un complejo residencial de 138 viviendas el pasado 22 de febrero.
200 personas se quedaron en la calle. Perdieron sus viviendas y todas sus pertenencias. 24 horas después, Laura y Manu, vecinos del noveno piso del segundo bloque, confesaban sentirse "afortunados" por seguir vivos, aunque reconocían que habían vivido una "pesadilla".
También José Luis, médico jubilado que residía en el séptimo piso relataba su experiencia, sin poder creérsela del todo todavía. "No te crees como en pocos minutos toda tu vida se te va. Y levantarte de las cenizas a los 67 años es muy duro", lamentaba.
Ante esta tragedia, el Ayuntamiento de Valencia les ofreció una solución habitacional de urgencia. Aprobó la cesión del edificio de propiedad municipal (destinado a alquiler social) a las familias afectadas que lo necesitaran por un periodo de tres meses, que fue prorrogado otros tres más.
"Queremos darles margen para buscar una vivienda de alquiler y que puedan recomponer su situación", afirmó la alcaldesa de la ciudad, María José Catalá, antes de que se mudaran las primeras familias.
En total, 99 de las 131 familias afectadas se alojaron en estos pisos municipales. Se trata de 229 personas (42 menores y 187 adultos) que han ido abandonado paulatinamente el inmueble.
Ayudas directas
El Gobierno valenciano, además, aprobó un paquete de ayudas directas para los afectados.
Para los gastos de primera necesidad de los residentes permanentes en el complejo incendiado, la ayuda es de 6.000 euros, a los que se podrán sumar 1.000 euros por cada una de las personas que conviva con el titular, hasta un máximo de 10.000 euros.
La ayuda para los gastos de alquilar una nueva vivienda, será de 1.000 euros, con 100 euros más por cada miembro de la unidad familiar.
Además, los vecinos no tuvieron que realizar ningún trámite de solicitud de las ayudas, que se impulsaron de oficio, en colaboración con el Ayuntamiento de Valencia.