Hoy voy a aprovechar esta columna para hacer una mezcla entre un ejercicio de umbralismo y otro de Reportero Tribulete. Lo de umbralismo porque, como un buen día dijo Francisco Umbral en una entrevista que hizo historia de la televisión, he venido a hablar de mi libro. Y lo de Reportero Tribulete porque voy a emular al personaje de los tebeos de mi infancia para hacer una crónica de la presentación.
No obstante, ya adelanto que no es una presentación de libro cualquiera porque no es un libro cualquiera. Y aunque alguien crea que utilizo este espacio para darme autobombo, juro que no es así. Y, si lo fuera, el fin justifica los medios.
¿Y por qué digo esto? Pues porque "Hijas del miedo y otros relatos de violencia de género", que es el nombre completo del libro, es un libro muy especial. Se trata de una antología de relatos que tienen como denominador común que todos tratan de violencia machista, en cualquiera de sus múltiples manifestaciones, y que en todos ellos aparece un procedimiento judicial.
Solo eso ya le confiere un especial valor, en los tiempos que corren, después de ese interrogatorio cuya filtración ha avergonzado a tanta gente, y no solo por el hecho de haberse filtrado indebidamente.
Otras de las características que diferencian esta obra es la relacionada con sus autoras. Todas ellas, entre las que tengo el honor de encontrarme, somos juezas o fiscales en activo -exactamente 16 juezas y 3 fiscales-, y, además, muy relacionadas de un modo u otro con la violencia machista.
De modo que podemos ofrecer un punto de vista especial. Si a ello unimos que los relatos o bien están directamente basados en hechos reales o bien inspirados en nuestra experiencia, la cosa se redondea. Y se redondea aun más con el hecho de que la prologuista sea la hija de una víctima de violencia de género tan emblemática como Ana Orantes.
Aunque lo que de verdad hace que sea necesario hablar de este libro son sus finalidades. De una parte, el carácter solidario, ya que el importe de lo recaudado se destina a víctimas de violencia de género. De otra, un evidente fin pedagógico, porque su lectura puede enseñar muchas cosas sobre esta tragedia de nuestro mundo y poner cara y figura humana a lo que muchas veces se ve como una mera estadística.
Así que, aunque sea solo por eso, estoy segura de que tengo bula para hablar del libro y de la presentación en Valencia. Del libro ya he contado algo, y no diré una palabra más no vaya a ser que haga spoiler y alguien se arrepienta de comprarlo, y eso sí que no. Pero de la presentación, aún me quedan cosas que contar.
Ha tenido lugar en la Biblioteca de la Dona, una preciosa y cuidada biblioteca pública mucho menos conocida de lo que debería. Como su propio nombre indica, se trata de una biblioteca que reúne obras de autoras de todos los tiempos y como dijo su directora, conocerla, tanto por parte de mujeres como de hombres, debería ser obligatorio. Porque todavía quedan muchas mujeres escritoras esperando en sus estantes ser descubiertas.
Y, aquí viene lo mejor de todo, estaba llena. Llena hasta los topes, con todas sus sillas ocupadas y mucha gente de pie. Un público entregado que, además, acabó con todos los ejemplares que había en un nanosegundo y hasta hizo encargos para no quedarse sin el libro. Ahí es nada.
Así que tuvimos un evento cultural, dedicado a las víctimas de violencia de género, en un entorno maravilloso dedicado a obras de mujeres y con el feminismo por bandera. Y estaba tan lleno que no cabía un alfiler. Y esto es, desde luego, noticia. Una excelente noticia, aunque sería mucho mejor que cosas así pasaran con tanta frecuencia que no fueran noticiables.
Pero lo son, sin duda. Y merecía la pena compartirlo. ¿O no?