Pensar en Valencia, buen tiempo y verano son sinónimo de playa. Por eso, los pueblos costeros más concurridos de la provincia donde se suele veranear son Gandía y Cullera, aunque hay otros no tan populares.
Hay uno, en concreto, que ha sabido preservar su singularidad y su fisonomía, "como de fotografía antigua". Por lo menos, "no ha perdido la cabeza en aras de un turismo masivo", según escribe la Guía Repsol, lo que le ha permitido conservar un sosiego "muy apreciado por el turismo familiar".
También tiene raíces agrícolas: entre campos de naranjas, limones y huertas que miran al mar se encuentra el pequeño municipio de Daimús, a tan sólo dos kilómetros de Gandía y a 70 de Valencia.
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Este destino 100% mediterráneo se localiza en medio de una de las comarcas costeras más atractivas de la Comunitat Valenciana, La Safor. Dispone de los servicios indispensables que lo convierten en un lugar ideal para el turismo de "descanso", en comparación a zonas masificadas cercanas.
La guía turística española, además, describe al detalle el pueblo: "El aroma a azahar inunda las calles de Daimús, donde aún es posible encontrar tranquilidad en una costa tan bulliciosa como la comprendida entre Gandía y Oliva".
A lo largo de sus tres kilómetros de costa se extiende una playa de arena fina y dorada y aguas cristalinas, los Pedregales. Esta separa el mar de las fértiles tierras de cultivo.
Además, para conocer Daimús hay que llegar hasta la conocida -popularmente- como plaza de la Barca, situada en primera línea de playa. Aunque no es la plaza principal, sí es la más popular por su zona comercial, sus múltiples heladerías y sus restaurantes.
Daimús tiene poca arquitectura monumental, pero conserva dos joyas de la época romana: el yacimiento del Huerto del Conde y el sepulcro de Baebia Quieta, donde en 1506 aparecieron cabezas de mármol de hombre y de mujer y dos lápidas romanas bajo una piedra.
Los restos se encontraron en un terreno citrícola de la localidad y se atribuyen a la antigua ciudad romana de Artemisión. De hecho, este hallazgo fue un signo evidente de los primeros 400 años de su historia.