Rodeada de olivos, almendros y algarrobos se alza una finca del siglo XVII en la que desde el año 2019 se organizan bodas de las más especiales.
Su encanto es, además de sus espectaculares vistas y de su enclave privilegiado rodeado de naturaleza, una bodega gótica en la que se elaboraba en la antigüedad el vino más importante de la zona.
Se trata de la antigua Torre de Portaceli, en Serra (Valencia), fundada hace más de 400 años por la orden de los monjes cartujos, que usaban esta masía como lugar de labranza.
Era una finca de 330 hectáreas de viñedo, con una torre y casas sobre una loma, donde se hacían los famosos vinos abocats de la Cartuja, según un informe de la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV). Formaba parte de la Cartuja de Portacoeli.
Situada en la Sierra Calderona, a unos 20 kilómetros de la ciudad de Valencia, se vendió hace unos años por 6 millones de euros.
Aunque hoy es propiedad privada, conserva su estructura original. Desde la empresa que gestiona actualmente la finca, Bonho, destacan que la masía que conserva el nombre de La Torre combina "sofisticación y simplicidad" en una ubicación en la que "el pasado y el presente convergen".
"La Torre es un espacio original y sorprendente, una finca de infinitas posibilidades", añaden estas fuentes.
En este sentido, la finca cuenta con diversos espacios como la zona de los arcos con un portón de madera histórico, las escaleras del patio andaluz con vistas al mirador, el jardín con piscina, la pradera que da entrada a la masía o la plaza del pueblo.
Pero sin ninguna duda la zona más especial de la masía es su bodega gótica del siglo XVII, de 405 metros cuadrados, techos altos y arcos blancos. En este salón "majestuoso" es donde se organizan la mayoría de los banquetes en esta finca, entre los barriles de vino.
Sobre este lugar, desde Bonho subrayan que se ha convertido en un "espectacular salón" donde destacan sus "imponentes arcos". "Es la zona interior por excelencia de La Torre, un lugar fascinante, sencillo, pero con temperamento", afirman.
Además, la villa cuenta con otra bodega diáfana contigua con lamparas de araña, ideal para el primer baile y la fiesta.
La historia
Esta Cartuja fue el primer monasterio de la orden fundado en el Reino de Valencia, en el año 1276, según recoge el estudio de la RACV sobre las cartujas valencianas y sus personajes históricos.
Tras ella, la orden fundó otras cuatro cartujas más en territorio valenciano: la de Valldecrist (1385), la Annunciata (1442-1446), Aracristi (1585) y Viaceli en Orihuela (1640-1681).
De estas, sin embargo, solo tres han logrado sobrevivir en todo o en parte al paso del tiempo: Portacoeli en Serra (Valencia), Valldecrist en Altura (Castellón) y Ara Christi en El Puig (Valencia).
La Cartuja de Portacoeli tenía un señorío que alcanzaba los términos municipales de Olocau, Segorbe, Serra, Náquera, Bétera y Benaguacil. Contaba con cuatro puntos de actividad: la propia Cartuja, la Pobleta, La Torre y la Casa Blanca.
Durante y tras la Guerra de Sucesión, Portacoeli sufrió grandes perjuicios y en 1784 Carlos III logró que el papa Pío VI desvinculara a las cartujas españolas de su matriz en Francia, con lo que comenzó el declive de Portacoeli, según este informe.
En 1812, en la Guerra del Francés, se produjo la exclaustración de todas las órdenes. Trece años después regresaron los cartujos, pero en 1835 se produjo la exclaustración promovida por el ministro Gómez Becerra, y las turbas revolucionarias saquearon la cartuja e incendiaron una parte de ella.
Un año después, tal y como recoge dicho estudio de la entidad cultural valenciana, la cartuja salió a subasta. Fue adquirida por 10 millones de pesetas por Vicente Bertrán de Lis, un comerciante, político liberal y banquero de la Casa Real.
Las idas y venidas de este emblemático inmueble no acabaron ahí, ya que 40 años después, los problemas financieros de uno de los descendientes llevaron al Estado a embargar las propiedades, que pasaron a manos de Lino Alberto Reig en 1872.
Tan solo dos años después, el conjunto volvió a salir a subasta, pero esta vez en cuatro lotes. Se separó el monasterio, la Pobleta, la Torre y la Casa Blanca. La Cartuja y sus tierras fueron compradas por Francisco Carbajosa.
Fue un sanatorio
En 1889 el médico y catedrático valenciano Francisco Moliner, exrector de la Universidad de Valencia y diputado a Cortes, como presidente provincial de la Cruz Roja, propuso crear un sanatorio antituberculoso para personas desfavorecidas.
Con este objetivo, arrendó la cartuja y fue declarada institución de beneficencia particular y de utilidad pública. Moliner no consiguió que el sanatorio fuera subvencionado por el Estado y en 1905, el proyecto se canceló.
Su siguiente uso, cuando se desmanteló como hospital, fue turístico. Y en 1943, el viejo cenobio fue adquirido por la Diputación de Valencia que, tras un arduo debate, la cedió a los cartujos con la condición de que quedara restaurada en un plazo de 20 años.
En 1944 una comunidad de monjes se mudó a la cartuja valenciana desde Burgos. Fernando Arnaiz, enviado a Portacoeli como Procurador, fue el artífice de la gran obra de recuperación de la cartuja, según reza este documento.
La orden contemplativa de los Cartujos fue fundada en el año 1084 por un monje alemán, Bruno de Hartenfaust de Colonia, cuyo objetivo era poner en práctica un nuevo modelo de vida monástica basado principalmente en la vida contemplativa, el silencio y la pobreza.
Los monjes rezan durante el día y trabajan desde sus cuartos en productos que puedan vender. Los hermanos legos sí que salen de sus habitaciones para trabajar en los huertos exteriores. Cultivan naranjas, hortalizas y viñas y hacen vino.