Hay un bar de tapas de "toda la vida" ubicado en un barrio de Valencia que es mítico por sus peculiares bravas. Quienes las han probado las consideran "una joya culinaria" por su salsa secreta.
El toque personal y el buen sentido del humor son las claves del éxito de este local. Casa Jomi procura día a día agradar a sus fieles clientes desde 1969. Así es como se dan a conocer: "Medio siglo siendo un referente en la tapa de calidad de Valencia".
En plena Valencia marinera, en el barrio de Nazaret, frente al viejo cuartel de la Guardia Civil, se encuentra este clásico valenciano y uno de los bares de tapas más antiguos de la capital. Casa Jomi es y ha sido durante más de 40 años un sitio de referencia.
El establecimiento, un negocio familiar, es pequeño y solo tiene tres mesas, aunque se puede comer en barra o en la terraza exterior.
Según Bon Viveur, las bravas de Casa Jomi son "un plato que destaca por su sabor único y su preparación especial, un emblema de la cocina casera y de la tradición culinaria española". Y solo cuestan seis euros.
Las patatas seleccionadas cuidadosamente se pelan y se cortan en cubos o en forma irregular, lo que les da un aspecto "rústico y atractivo". Después, se fríen en aceite de oliva hasta que alcanzan una textura crujiente por fuera y mantienen un interior suave y esponjoso.
La receta exacta de la salsa es un "secreto bien guardado", pero parece ser que combina tomate, pimientos rojos, ajo, y una mezcla de especias como pimentón o cayena, además de otros condimentos que le aportan un toque picante especial y muy característico.
Jomi es uno de esos pequeños bares de barrio que sigue la estela de su difunto fundador, Miguel Ángel Tirado, conocido como Miguelito. Sus hijos son los actuales responsables.
Además de sus patatas bravas, también sirven "tomate Jomi" (aderezado con hierbas y ajo y acompañado de ventresca en escabeche y aceitunas, con mucha carne y poca pepita). Además, preparan diferentes montaditos cuyo precio ronda los tres euros y son perfectos para tomar en el aperitivo.
Jomi, tal y como informa Vanitatis, es un lugar de tradición, conocido tanto por el sector portuario cercano como por los valencianos aficionados a su especialidad: los ahumados y secados de pescado. Ofrecen desde anchoas, capellanes (bacaladilla seca), mojamas de atún, caballas ahumadas e incluso pulpo seco a la brasa.
Al frente del trajín diario, el camarero de siempre, Pedro, es un amigo de la familia que atiende al cliente y le hace sentir como en casa desde hace más de 25 años.
La historia de Nazaret
El núcleo de Nazaret proviene de un pequeño barrio de pescadores y labradores que se instalaron alrededor del lazareto (establecimiento sanitario para aislar a los infectados de enfermedades contagiosas). Con motivo de la peste de Marsella de 1720, el Ayuntamiento de Valencia decidió construir junto a la playa.
Desde el siglo XVI había existido un pequeño número de barracas de pescadores en aquella franja de costa cuyo uso les había sido otorgado por privilegio real.
Esta partida -en la antigüedad partícipe del medio natural de la Albufera- había recibido el nombre de Bol Major con el que se conocía a la parte del golfo de Valencia, comprendida entre la desembocadura del río Túria y Cullera.
A día de hoy ya no quedan rastros del emplazamiento de aquel lazareto. Fue sin duda la construcción de estas instalaciones -de carácter preventivo- y el reiterado uso que hubo de hacerse de ellas que el nombre de Llatzeret (lazareto en castellano) sustituyó al antiguo de Bol Major.
Al mismo tiempo, el frecuente uso de esa palabra poco habitual en el vocabulario coloquial fue convirtiéndose en Natzaret -o Nazaret en castellano-.
Desde finales del siglo XVIII y debido a la saturación de la playa del Grau i El Cabanyal, la zona experimentó un rápido crecimiento, tanto de la población de pescadores como de nobles, militares, eclesiásticos o artesanos.