El mejor bocadillo de Valencia lo sirven en una horchatería de la ciudad. Lo elaboran con longaniza de pascua y cebolla caramelizada y triunfó en el pasado Campeonato de España de Bocatas, la guía de referencia para buscar los mejores bocatas del país.
La propuesta valenciana quedó en segunda posición. Bautizado con el nombre "El de Llonganissa", está compuesto por la mencionada longaniza de pascua, además de queso scamorza, cebolla caramelizada, cherris confitados, pesto, mahonesa de hierbas y albahaca.
Bernardino Ortí es la cuarta generación de una familia del barrio de San Isidro al frente de la Horchatería Cal Carrero, un espacio cargado de tradición, en el que se le hace un guiño a la huerta valenciana.
"El bocata surge de mi predilección por la longaniza de pascua, que me trae recuerdos de infancia. En casa cuando llegaba marzo siempre había este embutido encima del banco de la cocina. Cada vez que pasaba cogía un cachito, y otro, hasta que me pillaban", rememora el actual propietario.
"Hablando con mi carnicera de toda la vida, adaptamos la longaniza, haciéndola de un mayor tamaño y dándole menos oreado. La queríamos con queso e investigando vimos que en una región de Italia era típico el bocata de longaniza y scamorza, un queso ahumado que funde de maravilla", prosigue Ortí.
En este momento supo que su creación se inspiraría en Italia. "El resto fue fácil: albahaca, tomate, parmesano, cebolla..., y de fondo el hilo conductor es el sabor intenso e insuperable de la llonganissa de pascua de tota la vida", cuenta.
El bocadillo está en carta desde el primer día que abrieron el local. El precio del almuerzo es de 10 euros e incluye el emparedado, la bebida, ensalada, el típico cacahuete valenciano y café.
En Cal Carrero se puede disfrutar de un auténtico almuerzo valenciano, tapas, postres caseros o el tradicional cremaet. Sin embargo, no hay que olvidar que es una horchatería y en verano dejan paso a la horchata, los fartons, helados y batidos.
Los orígenes
Cal Carrero se remonta a 1926, cuando Bernardino Ortí Marc construye una casa típica de labradores de la época. El maestro de obra, "Pepe el de Ca Corneta" agregó una fragua y ciertas características arquitectónicas para poder instalar un taller de carros.
En 1953 se realiza una ampliación de la casa, se añade una cubierta para almacén y espacio para la familia.
Con la llegada del automóvil, Cal Carrero se ve obligado a reinventarse y la segunda generación se sirve de la casa para convertirse en despensa de la huerta circundante: almacén de grano, materiales agrícolas y alimentación conviven con una casa de comidas y un estanco.
El trabajo en el campo hace de Cal Carrero un espacio donde el paso del tiempo lo marcan las cosechas. La tercera generación amplía la tierra cultivada y el ahínco en su trabajo.
Ya en 2010, la cuarta generación vuelve a ocupar la casa y comienza la rehabilitación y adaptación al presente. Hoy, casi un siglo después y al igual que entonces es Bernardino Ortí quien se adentra en los cimientos de esta casa reviviendo el legado del constructor de carros.