En Valencia, los fines de semana se organizan alrededor de dos eventos fijos: la paella del domingo y el partido del Valencia…o del Levante. La paella, al que ya le tenemos cogido el punto, nos suele dejar buen sabor de boca, pero el futbol tiene un ingrediente que nos está provocando ardor semana tras semana y no es otro que los arbitrajes.
¿Son realmente tan malos los árbitros españoles? ¿Es posible equivocarse tanto? En la grada de Mestalla se canta partido sí partido también, "corrupción, en la federación", y viendo el partido llego a estar convencido de que es así, porque ya no es que el árbitro se equivoque, es que lo revisan en el VAR y se equivocan aún más.
El VAR, ese extraño invento que venía a solucionar todos los problemas del futbol moderno y que se ha convertido en el mayor de ellos, porque ahora no solo te cabreas con el árbitro, sino que te indignas con el que viendo la jugada en una pantalla desde un sillón, lo hace mal con alevosía y nocturnidad.
Aun así, hago esfuerzos por pensar bien del estamento arbitral y de la Federación Española de Fútbol, pero me viene a la mente el chanchullo de llevarse la supercopa a un país donde no se respetan los más mínimos derechos humanos pero que pagan bastante bien a su presidente…al Madrid y al Barça…y a Piqué, pero no me doy por vencido en mi intento de buscar la bondad federativa.
Sigo esforzándome por creer en la imparcialidad de quienes imparten justicia en el futbol español, pero me acuerdo de los 4 partidos de sanción a Gayá, el cierre de la grada de animación de Mestalla o el gol que le anularon al Celta este fin de semana, las mil barbaridades que se gritan en el Bernabéu sin que ni siquiera les multen, al Barça fichando lo que le da la gana pagando con palancas (que debe de ser una nueva moneda independentista) o al “tonto” de Vinicius liándola en cada partido con total impunidad, y ahora sí, mi intento de pensamiento positivo empieza a ceder definitivamente.
El fútbol, como la paella de los domingos, debería de ser tratado como patrimonio nacional y protegido ante cualquier intento de adulterarlo. Si a la paella no permitimos que se le pongan guisantes ni chorizo, al futbol no podemos dejar que lo destrocen de esta manera.
La Liga ha pasado de intentar ser la mejor del mundo (porque yo creo que nunca lo fue), a competir con la Ligue 1 o con la Eredivisie y eso se lo debemos a dirigentes de la calaña de un tal Rubiales, que ya me dirán ustedes cómo puede ser que semejante personaje pueda llegar a dirigir la Federación Española de Futbol. Es inevitable convencerse de que no puede haber nada limpio detrás de tantos errores arbitrales y tanta parcialidad a favor de los de siempre, mientras miras una imagen del susodicho.
Al final va a tener razón mi mujer (y espero que no lea mi artículo) cuando nos dice, a mí y a mis hijos, que somos tontos por seguir padeciendo partido tras partido, temporada tras temporada. Menos mal que las paellas me siguen saliendo buenas.