La historia de las diputaciones, con más de dos siglos y muchos aciertos, debería ser suficiente para finiquitar el debate de su idoneidad, si es que alguien todavía tiene dudas. Es evidente el trabajo que desde las instituciones provinciales hacemos para llegar donde los pueblos no alcanzan. La falta de recursos económicos y técnicos y la lejanía respecto a administraciones superiores hace que las diputaciones seamos, en muchas ocasiones, el salvavidas de los municipios, sobre todo de los más pequeños.
Así, las diputaciones ocupamos ese espacio intermedio que, aunque, a veces, pueda pasar desapercibido, es útil e imprescindible. Además, es eficiente porque trabajamos para los pueblos y con ellos. Sabemos qué necesitan y tenemos los mecanismos institucionales para darles respuesta. Por ejemplo, la Diputación de Valencia recauda impuestos y tasas de más de 200 municipios. Un trámite vital, pero que los pueblos no pueden gestionar solos.
Del mismo modo, para que puedan llevar a cabo sus proyectos, reciben inversión directa, 350 millones esta legislatura a través del Pla Obert d’Inversions. Más allá de esta importante cifra, hemos facilitado los trámites, reduciendo la burocracia, para asegurar que el dinero llega y se traduce en mejoras tangibles. También gestionamos carreteras, turismo, cultura, juventud, deporte y otras áreas con el fin de mejorar la vida de todos las valencianas y valencianos.
De esta manera, conseguimos una mayor vertebración de la provincia, una de nuestras prioridades. Desde que asumí el cargo como presidente de la Diputació de València, hace ahora ocho meses, he tenido claro que trabajaría para que no haya pueblos de primera y de segunda. Quiero que todos habitantes de la provincia, vivan en una ciudad o en la población más pequeña, tengan los mismos servicios y las mismas oportunidades. Esto es igualdad para la ciudadanía y equilibrio para el territorio. Este es mi empeño y en él estamos trabajando.
Sin duda, en este objetivo de transformar y modernizar la provincia nos van a ayudar mucho los fondos europeos Next Generation, que son clave para garantizar futuro de oportunidades y situar la provincia de Valencia en la vanguardia de la innovación y el liderazgo digital.
De estos fondos, oportunidad a la vez que reto para las administraciones, hemos hablado largo y tendido en Ávila, en las jornadas organizadas por el Partido Popular. Bajo el título 'Diputaciones, cabildos y consells: por un futuro en igualdad' compartimos las fórmulas que cada diputación lleva a cabo para ser más eficientes en beneficio de nuestros municipios. También hemos puesto en valor su historia, su recorrido y su papel actual.
Cuando en la Constitución de 1812, la Pepa, se plasmó la creación de las diputaciones, difícilmente se auguraría lo que podríamos ser capaces de hacer. Hoy hacemos balance: se ha hecho mucho y muy bien. Supongo que esta afirmación la corroborarían maestros como Pinazo o Sorolla, que fueron becados por la Diputación. Valencianos que con la ayuda de la institución se formaron en el ámbito de las artes. Las 3.000 pesetas anuales de la beca a Sorolla dieron mucho de sí, confirmando que la Diputación ha sido mecenas, además de pionera, también en el terreno de la salud y los asuntos sociales.
En la actualidad, también somos un instrumento de vertebración fundamental para mejorar nuestros pueblos y somos garantes del municipalismo. Todo empieza en los municipios. Por eso, como presidente de la Diputación de Valencia, tengo muy claro que esta institución es presente y futuro. Larga vida a las diputaciones.
Vicent Mompó es el presidente de la Diputación de Valencia