El nacionalismo con el poder político siempre ha demostrado ser un peligro, pues aunque alardean sus acólitos de defender a la nación, siempre conduce a la polarización y crispación social. Estos voceros de la verdad absoluta explotan el nacionalismo para sus propios fines, sembrando divisiones profundas en la sociedad, exacerbando prejuicios y alimentando el odio hacia todo el mundo.

Alimentar esta corriente política y normalizar los pactos con ella, no solo genera un clima de desconfianza y hostilidad, sino que también lleva a la limitación de libertades individuales y colectivas que se atisban en el horizonte, justificadas con que se establecen en nombre de la seguridad nacional.

El nacionalismo catalán ha sido motivo de intensos debates y controversias en España que no entraré a comentar. Más allá de sus aspiraciones independentistas, su fanatismo ha generado una profunda crispación social tanto dentro de Cataluña como en el resto del país.

Aquí en la Comunitat Valenciana somos especialmente sensibles a su influencia, ya que también sufrimos al frente de muchas instituciones a nuestro propio nacionalismo, que se comporta como marca blanca del catalán en muchas ocasiones.



Los acuerdos políticos con partidos nacionalistas han priorizando los intereses de unos pocos sobre los derechos fundamentales de la mayoría. Restringir la libertad de expresión, la libertad de prensa y otros derechos civiles en aras de la supuesta defensa de la identidad nacional, socavando los principios democráticos y el Estado de derecho, ya está pasando en España, lamentablemente.



En cuanto al aspecto económico, el nacionalismo y sus pactos nacionales conllevan privilegios económicos para Cataluña en detrimento de otras comunidades autónomas. La búsqueda de la independencia o de mayores grados de autonomía genera tensiones fiscales y financieras entre regiones, alimentando resentimientos y la sensación de injusticia en aquellos territorios que estamos subsidiando el mantenimiento económico de Cataluña.



En resumen, los pactos con el nacionalismo tienen el potencial de ser altamente perjudiciales para el conjunto de España. Además de la crispación social que genera, está llevando a la limitación de libertades y a un empobrecimiento económico injusto para otras comunidades autónomas.



Es crucial buscar vías de entendimiento y diálogo político que permitan solucionar el problema catalán sin socavar los principios democráticos y la convivencia pacífica en España.



Debemos rechazar los intentos de manipulación por parte de líderes políticos que buscan utilizar el nacionalismo como una herramienta para consolidar su poder, y exigir que en la política española se regeneren los valores de la democracia, la tolerancia y el respeto a la diversidad como fundamentos esenciales para una convivencia pacífica.



Mucho ojo con los próximos pactos. Espero que la sensatez y la responsabilidad le ganen la partida a la avaricia y el fanatismo.