Es la frase, dicho o refrán que solemos decir cuando añoramos aquello que se ha perdido, que ya no podemos disfrutar. Un recuerdo maravilloso que hace más triste si cabe el presente. Lo que fue y no volverá.

Cuando empezamos a tener una edad, vamos identificando épocas de nuestras vidas que recordamos con nostalgia. Vivencias inolvidables y situaciones que ahora parecen ideales. Pero la memoria es muy selectiva.

La añoranza de esos años que nos hicieron tan felices tiene un sesgo absoluto de todo lo negativo que pudiera rodearlo y que enturbie nuestro idílico recuerdo. Cometemos un tremendo error si hacemos de nuestro pasado el factor clave de nuestra alegría y felicidad. Se menosprecia el presente y se idolatra el pasado, extremando los sentimientos y haciéndolos irreales.

Un ejemplo vivo de esta circunstancia y que me puede servir para explicar el título del artículo, lo podemos encontrar en esa parte tan ruidosa de la afición valencianista que vive en la queja y el desconsuelo porque Lim sea el propietario de nuestro club.



Todo está mal y todos los que no mostramos la misma amargura que ellos somos, cuanto menos, estúpidos, porque no somos capaces de ver aquello que es tan evidente, al menos para ellos.



La realidad es tozuda y nos demuestra que hay muchísimos clubs en peor situación financiera que el Valencia y que si bien la gestión deportiva es muy mejorable, tampoco difiere mucho de lo que hacen el resto. Pero en su ceguera selectiva, no lo ven.



Como tampoco ven que el pasado no fue siempre mejor. Si bien es cierto que, deportivamente, hemos disfrutado de una década de ensueño, no siempre fue así, ni muchísimo menos. De la época de los títulos hasta la actual...hemos pasado por las presidencias y los ridículos más terroríficos.



Esa nostalgia selectiva se convierte en crispación, y la crispación en violencia, aunque no siempre esa violencia nos lleve a liarnos a mamporrazos o machetazos. También hay violencia en un tweet, en un TikTok o en cualquier informativo. Hoy en día vivimos en una sensación general de furia que nos puede hacer pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor.



La sociedad en general y la política en particular, se han vuelto agresivas y excesivamente vehementes, sin que podamos abstraernos de ello. Todo se está convirtiendo en una pelea constante entre izquierda y derecha, entre moros y cristianos, entre negros y blancos. Parece que hayamos retrocedido décadas de convivencia.



La nostalgia excesiva por el pasado no es buena señal. No es saludable para ninguna sociedad. Pensar que el pasado es mejor, significa que menospreciamos nuestro presente, y como ya he dicho, ni el pasado fue tan bueno ni el presente es tan malo, pero hay demasiados interesados en hacérnoslo creer así.



Recordemos lo bueno del pasado, sin obviar lo malo. Aprendamos de lo malo del pasado para no repetirlo en el presente. Analicemos lo que estamos haciendo en el presente, porque sería horrible que fuera mejor que el futuro.



Respeto, tolerancia y libertad.