La DANA del pasado 29 de octubre ha evidenciado una realidad incómoda pero ineludible: nuestra gestión territorial metropolitana no está preparada para enfrentarse a las grandes catástrofes climáticas que, desgraciadamente, nos golpearán cada vez más frecuentemente.
La ausencia de unos mecanismos metropolitanos reglados y bien marcados para atender las consecuencias de la tragedia de manera global, ha propiciado que el Ayuntamiento de València haya convertido su ayuda en una suerte de caridad. Solo así se entiende que el grueso del material que el Ayuntamiento ha cedido a los municipios más golpeados por la riada sea o bien reciclado o bien prestado por parte de empresas.
Esta semana, en la misma línea, hemos escuchado, con cierta perplejidad, cómo el Ayuntamiento de València, la capital del área metropolitana y el consistorio con más recursos entre los afectados, presumía de haber destinado 180.000 euros a las labores de limpieza, alcantarillado y retirada de residuos en los tres pueblos del sur de València afectados, así como en algunas localidades de su área metropolitana.
¿De verdad 180.000 euros de un presupuesto de más de 1.200 millones pueden ser motivo de orgullo o símbolo de solidaridad? Para algunos, esta cifra nos resulta en cambio bochornosa.
Hace semanas me preguntaba por qué València había decidido no comportarse como la capital que es, desplegando solo pinceladas de colaboración en lugar de todo su potencial de contratación y recursos para ayudar a los municipios vecinos. ¿Por qué no actuar como el motor del área metropolitana, una función que por capacidad y proximidad debía asumir?
Tras escuchar al Ayuntamiento expresar satisfacción por esa aportación, mientras ciudades como París han donado cantidades similares para ayudar a la propia València, parece evidente que lo que ha fallado es la falta de voluntad de la señora Catalá para ofrecer una mirada metropolitana. Ser cap i casal implica, también, estar a la altura en los momentos más difíciles.
Los pueblos de València de la Torre, Forn d’Alcedo y Castellar-Oliveral, junto con toda el área metropolitana, han sufrido las consecuencias de un sistema fragmentado y obsoleto, sin una gobernanza metropolitana eficaz.
La ausencia de una perspectiva integrada en la gestión territorial ha sido una de las grandes carencias que esta tragedia ha puesto de manifiesto. Porque, más allá de los esfuerzos voluntarios y los protocolos improvisados de colaboración entre València y los municipios de l’Horta Sud, la respuesta de la ciudad ha sido, sin duda, insatisfactoria.
En un territorio donde dos millones de desplazamientos diarios reflejan una interconexión evidente, las soluciones parciales no solo han resultado ineficaces, sino que han generado la desagradable impresión de que los recursos más cercanos tardaban más en llegar o, cuando lo hacían, lo hacían a cuentagotas.
Por ello, como sociedad y como ciudad, debemos preguntarnos: ¿Qué habría cambiado si contáramos con una entidad metropolitana capaz de integrar esfuerzos y recursos, distribuyéndolos donde más se necesitaban?
¿Habría sido más justo y eficiente el reparto de recursos si hubiéramos afrontado la catástrofe desde una perspectiva metropolitana en lugar de confiar en mecanismos basados únicamente en el voluntarismo que, por su propia naturaleza, son en gran medida improvisados? Porque, en ausencia de una entidad metropolitana, se ha priorizado, en un primer momento, las necesidades locales y, después, la colaboración con el resto de municipios.
La existencia de una entidad metropolitana habría cambiado ese voluntarismo ineficaz en un activo institucional potente, con conocimientos e instrumentos de gobernanza que permitieran repartir los recursos donde más se necesitaban. Sin margen para practicar la insolidaridad. En definitiva, habría sido una obligación para todos, evitando la sensación de una generosidad mal entendida.
En el último pleno, los socialistas planteamos una propuesta de futuro que aprendiera de los errores del presente. Sugerimos que el Ayuntamiento de València asumiera su rol y propusiera a la Generalitat la creación de una entidad metropolitana. Pero el Partido Popular se ha negado a articular esta nueva herramienta solidaria de reparto de recursos.
La DANA no solo ha expuesto la fragilidad de nuestras infraestructuras, sino también la falta de visión y liderazgo metropolitano. València no puede limitarse a respuestas parciales cuando la realidad exige soluciones integradas. Ser capital no es solo un título, es una responsabilidad que debe ejercerse con visión y compromiso. Si no avanzamos hacia una gobernanza metropolitana eficaz, no solo estaremos mal preparados para futuras crisis, sino que perpetuaremos un modelo de gestión que ya ha demostrado ser un fracaso.
María Pérez es concejal del PSPV-PSOE en el Ayuntamiento de Valencia