Cuenta la tradición que fue el duque Gediminas, unificador del país y creador del Gran Ducado de Lituania quien, tras una emocionante jornada de caza, descubrió por azar el hermoso paraje que hoy ocupa la pequeña localidad de Trakai, en una península de frondosa vegetación rodeada por cinco lagos. Tan cautivado quedó el monarca con aquel paradisiaco paisaje que decidió establecer allí la capital, convirtiendo así este enclave del siglo XIII en una de las cunas de la nación lituana.
Lejos queda aquella gloriosa época medieval, pero Trakai, bañada por las apacibles aguas de lagos cristalinos –hay más de doscientos en la región–, no ha perdido un ápice de su esplendor. De hecho, la pequeña ciudad no sólo es el símbolo por excelencia de Lituania, sino también uno de sus principales focos de atracción turística.
Ubicada a apenas 30 kilómetros al oeste de Vilna –la capital del país–, Trakai es hoy parada imprescindible para los viajeros que visitan la bella nación báltica, a menudo atraídos por los encantos de una ciudad que parece construida sobre el agua, como si hubiera surgido de la imaginación de un bardo especialmente creativo. En realidad, la ciudad vieja de Trakai asienta sus venerables cimientos sobre una península, pero sí cuenta con una construcción que parece sacada de un relato medieval: un fabuloso castillo gótico de ladrillo rojo levantado por los canteros sobre una de las numerosas islas que posee el lago Galvė.
Fue el Gran Duque Kęstutis, hijo de Gediminas, quien inició la construcción del castillo –y también la de otra fortaleza cuyas ruinas pueden verse hoy en la orilla sur del lago– a finales del siglo XIV, aunque las obras no concluyeron hasta la centuria siguiente, ya bajo el mandato de Vytautas el Grande. La fortaleza, levantada en estilo gótico siguiendo la moda francesa, fue escenario de no pocas batallas y avatares históricos, pero con el traslado de la capital a Vilna, pasó a convertirse en apacible residencia de recreo de los monarcas lituanos. Con el tiempo el castillo perdió atractivo para la aristocracia y acabó sirviendo de prisión para criminales de origen noble, hasta que en el siglo XVII la invasión rusa dejó la fortaleza en ruinas.
UN CASTILLO DE CUENTO
Fueron los ideales románticos y la exaltación nacionalista del siglo XIX los que, de la mano de pintores y poetas como Maironis –quién dedicó unos versos al castillo soñando con su renacimiento–, condujeron a su restauración y le devolvieron al fin un aspecto similar al de sus épocas más gloriosas. Hoy las aguas del lago Galvė reflejan de nuevo las torres y murallas del castillo, convertido en Parque Nacional Histórico, el único con tal denominación en toda Europa.
Para acceder a la fortaleza hay que atravesar dos largos puentes de madera que conducen a la puerta principal, flanqueada por dos imponentes torres circulares de vistoso ladrillo rojo. Al otro lado nos espera el patio de armas, un amplísimo espacio que en verano se convierte en escenario de conciertos de música clásica y representaciones de ópera, además de albergar otros espectáculos, como recreaciones de luchas y danzas medievales. En la Torre del Homenaje, la más importante del recinto fortificado, se encuentra hoy un espléndido museo que repasa –a través de una apasionante colección de objetos históricos– el rico pasado de Trakai y sus fortalezas.
El Galvė y el resto de lagos que rodean al castillo y la ciudad de Trakai son los otros protagonistas de la región, y basta echar un vistazo a sus aguas para descubrir multitud de embarcaciones de recreo en las que disfrutar del entorno y de su indescriptible belleza. Ya sea en un modesto patín a pedales, en un pequeño barco a motor o en un elegante velero, es posible surcar las tranquilas aguas del lago para gozar de un momento de relax y disfrutar de las mejores vistas del castillo rojo.
Si optamos por permanecer en tierra firme también hay opciones de sobra para disfrutar. Las extensas orillas de los lagos que rodean Trakai cuentan con hermosas rutas para recorrer a pie o en bicicleta, y tampoco faltan establecimientos en los que disfrutar de una refrescante cerveza lituana –hay más de 200 variedades para elegir– o de su sabrosa gastronomía.
Si hablamos de Trakai y de su cocina, no puede faltar una visita al restaurante Kybynlar (Karaimų, 29), un establecimiento regentado por una familia de origen caraíta. A finales del siglo XV, y con motivo de su política de expansión del territorio, Vytautas el Grande llegó hasta la península de Crimea, y a su regreso trajo consigo cerca de 400 familias de origen caraíta. Los caraítas son una etnia turca cuyo origen se remonta al Irak del siglo VII, y cuentan con una lengua y unas creencias propias, basadas en una interpretación particular del Antiguo Testamento.
Durante siglos, los caraítas fueron la columna vertebral de la economía de Trakai, pues además de servir como guardias del Gran Duque, también ejercieron como comerciantes, agricultores y artesanos. En la actualidad tan sólo permanecen unas sesenta personas de esta etnia en la ciudad, pero su influencia en Trakai es todavía muy visible.
Entre sus aportaciones más célebres se encuentran los kibinai, una especie de empanadillas rellenas de carne de cordero o ternera, pero su gastronomía es mucho más amplia, y no falta un contundente licor –el karaimu– realizado a base de hierbas y especias orientales. Además, en Trakai también es posible visitar una kenesa, el único templo típico de la fe caraíta que se conserva en toda Europa.
BÁLSAMO PARA EL ALMA
La oferta cultural de Trakai no se limita a la visita a su formidable castillo y sus espacios museísticos, sino que cuenta con otros atractivos de visita imprescindible. Construida sobre otra península –en este caso en la confluencia de los lagos Galvė y Skaistis– la mansión Užutrakis fue levantada por encargo del conde Tyszkiewicz y su esposa en los últimos años del siglo XIX. Este palacete, diseñado por el arquitecto polaco Józef Huss, es una magnífica muestra de estilo historicista con aires clásicos, y constituye un testimonio del gusto de la aristocracia de su tiempo para sus residencias de recreo.
Todo se diseñó pensando en el goce de los sentidos: los jardines, parterres y andadores, al igual que las numerosas esculturas de mármol de estilo clásico y la veintena de estanques originales –hoy sólo se conserva uno– fueron creados con mimo y esmero por el francés Édouard François André, uno de los paisajistas más reconocidos en aquellos años del cambio de siglo.
La mansión perteneció a los Tyszkiewicz hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial, y tras la contienda pasó a ser utilizada como sanatorio para los oficiales soviéticos. Hoy la mansión forma parte del Parque Nacional Histórico, y además de estar abierta al turismo, en verano acoge eventos culturales de todo tipo, desde exposiciones a apreciados conciertos de música clásica.
El hermoso entorno de Trakai y sus lagos atrae también a los turistas con la promesa de un relajante escenario en el que olvidar el estrés de la vida diaria gracias a sus bellos paisajes y el contacto con la naturaleza. Y, en efecto, no faltan opciones para el sosiego y el descanso. Además de la numerosa oferta a la hora de realizar relajantes travesías en barco por las aguas del Galvė, otros lagos cercanos, como el Akmena –a sólo dos kilómetros de la ciudad– cuentan con tranquilas y coquetas playas de arena y césped en las que disfrutar del sol y del baño. Si buscamos la máxima comodidad, lo ideal es acudir a las instalaciones del Spa Trasalis (Gedimino g., 26), uno de los resorts más grandes de Lituania, que cuenta con un tranquilo hotel, centro de masajes, jacuzzis, baños de hierbas aromáticas e incluso un exótico hamam. Todo un paraíso en la tierra que ni siquiera los Grandes Duques llegaron a imaginar cuando, siete siglos atrás, levantaron aquí la cuna de la nación lituana.
GUÍA DE VIAJE
Cómo llegar. Desde Madrid la compañía Ryanair (https://www.ryanair.com/es/es/) realiza vuelos directos con Vilna. Si salimos desde Barcelona, además de la compañía irlandesa también podemos optar por las ofertas de Wizzair (https://wizzair.com/). Una vez en la capital lituana, existen varias conexiones diarias por tren y autobús con Trakai, un recorrido que dura unos 40 minutos.
Dónde alojarse. Además del Spa Trasalis (Gedimino g., 26) y sus cómodas instalaciones, Trakai oferta otras muchas posibilidades de alojamiento. Si buscamos el contacto directo con los bosques y lagos de la zona, lo mejor es alquilar algunas de las viviendas típicas ubicadas en campings como el Slènje (http://www.camptrakai.lt/lt/), que incluyen grandes y espaciosas cabañas familiares o casas de madera más pequeñas.
Dónde comer. El restaurante Kybynlar (Karaimų, 29) es sin duda la opción más exótica. Regentado por una familia caraíta, no sólo ofrece la oportunidad de degustar su particular comida típica –con los tradicionales kibinai–, sino que además es posible descubrir sus vistosos salones decorados a la manera tradicional de esta etnia originaria de Crimea.
Más información: Oficina de Turismo de Lituania (http://www.lithuania.travel/es/)