Hace siglos sólo podíamos movernos de un punto a otro a pie. Más tarde, nuestros antecesores inventaron la rueda, que nos llevó a la invención del carro, que a su vez nos llevó a la invención del coche que, casi de forma paralela, veía a los Wright comenzar a volar. Tenemos decenas de métodos de transporte, pero, de todos ellos, hay uno que está cargado de poesía: el tren. Existen muchas redes ferroviarias en el mundo, pero existe una en concreto que regala los mejores paisajes: el transiberiano. Éstas son algunas de sus mejores paradas:
Ulán – Udé
Ulán – Udé es la capital de la República de Buriatia. Este nuevo nombre se le dio en 1934, manifestado su apoyo al comunismo, ya que significa “Puerta Roja”. Está situada en el valle que se forma entre los Ríos Selenga y Uda y se encuentra a 120 km del lago Baikal. ¿Por qué os lo recomendamos? Porque en pocas ocasiones vais a poder disfrutar de semejantes vistas: naturaleza pura fundiéndose con los templos budistas de Rusia.
Vladivostok
A nada menos que 9.288 kilómetros de Moscú os presentamos un viaje en el tiempo y en la historia. La ciudad de Vladivostok, el lejano oriente ruso, es una de las más pintorescas en el este de Rusia, cuya fundación en 1860 tenía un único objetivo: defender la frontera del país. Con la posibilidad de visitas turísticas desde tan sólo 1992, podréis observar cómo una ciudad eminentemente bélica, es ahora una fusión de intenso pasado y prometedor futuro.
Irkutsk
También con una historia muy ligada a la guerra, Irkutsk fue fundada junto al Río Angara en 1661 por las tropas cosacas. Ahora, sus sobrios edificios se entremezclan con el lujo, ya que el descubrimiento de oro en 1880, atrajo a nuevos ricos que sembraron una gran cantidad de opulentas.
Datong
Datong es el lugar donde el viaje con el transiberiano se muda de piel. Ya en territorio chino, hablamos de una ciudad cuya fundación data del 386, pero que no fue propiamente situada en el mapa hasta 1115, etapa en la que el budismo creció de forma muy exponencial y rápida en el territorio. Si buscáis un poco de paz, éste es el lugar.
Beijing
Para terminar nuestro viaje en el transiberiano, os vamos a pasar el testigo, ya que en Beijing podéis elegir entre dos mundos totalmente opuestos. Por un lado tenéis la gran urbe, un laberinto de calles, vías y callejones donde perderse y disfrutar tanto de la gastronomía como de la cultura no escrita. Aunque tampoco podéis dejar de ver espacios como La Cuidad Prohibida, rodeada de un halo de historia y quizá, por qué no, algo de magia.