Como invitados, los todavía príncipes Juan Carlos y Sofía, Grace Kelly y Rainiero, el emperador de Etiopía Haile Selassie o el mismísimo Aga Khan, entre un centenar de testas coronadas y jefes de Estado, amén de celebrities de todo pelaje que hicieron relamerse a la prensa del corazón...Corría octubre de 1971 y el sah celebraba en las ruinas de Persépolis el 2.500 aniversario del Imperio Persa,su nueva capital durante la época aqueménida, fundada en el desierto del sur de Irán por Darío el Grande en el 519 a.C, cuando Roma no era más que una aldea y media Europa seguía envuelta en las tinieblas de la prehistoria.
No se escatimó en gastos para agasajar a tan ilustres convidados: una flota de 250 Mercedes rojos los traía y los llevaba desde el aeropuerto de la vecina Shiraz; para alojarlos, durante los tres días que duraron los fastos, se hizo levantar un campamento que las malas lenguas bautizaron como el Billion Dollar Cámping (en español, el "campamento del millón de dólares", de aquella época); se descorcharon 2.500 botellas de un champagne vintage de 1911 y las viandas, llegadas en helicóptero (al igual que las vajillas, las copas del cristal más fino o el hielo para los cócteles), corrieron nada menos que a cuenta de Maxim’s. El restaurante parisino parece que tuvo que cerrar dos semanas, para desplazar a sus chefs al desierto.
En él, barridas por el polvo, estas emocionantes ruinas hablan por sí solas de lo voluble de la fortuna. Y es que, apenas ocho años después de aquella fiesta delirante, tras el triunfo de la Revolución Islámica, uno de los ayatolás de Jomeini quiso arrasar Persépolis, a golpe de excavadora, por pagana. Se ve que le molestaba este capítulo espléndido de la civilización persa anterior a la llegada del Islam. Afortunadamente el clérigo se quedó con las ganas.
Sobre una sedienta llanura entre montañas, por las que todavía campan los nómadas, esta ciudadela deja intuir la grandeza de los días en los que ofició como el epicentro ceremonial de un imperio que llegó a extenderse del Nilo a la India. Más que para vivir, fue un capricho concebido para festejar las grandes ocasiones y para deslumbrar, e intimidar, tanto a visitantes como a los súbditos que desde cada esquina de sus dominios acudían a entregarle sus tributos al rey de reyes.
Persépolis, con su cruce de estilos griego, egipcio y mesopotámico, fue erigida sobre una plataforma artificial de inmensas piedras que sus arquitectos dispusieron de forma asimétrica para hacerla invulnerable a los terremotos. En lo alto de la fenomenal escalinata que lleva a ella, la Puerta de todas las Naciones da acceso a este recinto que, a diferencia de la costumbre entonces, no fue levantado por prisioneros sino por trabajadores religiosamente asalariados. Al menos así dicen las tablillas que, a la vista, recorren los pormenores de su construcción
La inteligencia, simbolizada por esculturas con cabeza humana, y la fortaleza, encarnada en los cuerpos de toro, son una constante en los delicadísimos frisos que decoran sus palacios, representando esa alianza de capacidades que hizo de Persépolis la ciudad más poderosa y sofisticada que el mundo había visto hasta la fecha. Los que se conservan en la Sala de las Cien Columnas muestran a Ciro, el fundador del Imperio Persa, venciendo a un león o en lucha con un águila, alegorías respectivamente del vigor y del ingenio.
Otro de los relieves con los que una sabia legión de canteros engalanó Persépolis recrea el trono de Darío sostenido por emisarios de las 28 naciones que llegó a dominar. En otro, en la escalinata que conduce al Palacio de la Apadana donde el rey recibía a sus invitados, se suceden las escenas donde le entregan ofrendas entre símbolos de la antiquísima religión zoroástrica (http://www.lavanguardia.com/lacontra/20110311/54124894265/el-zoroastrismo-es-la-religion-de-la-buena-vida.html) que tanto enfureció a aquel ayatolá, viva todavía hoy en principalmente Irán e India.
Darío, tan seguro del poder de los aqueménidas como hasta su derrocamiento lo estuvo el sah de su petróleo, sólo se preocupó de que sus palacios se ubicaran en un lugar placentero. De sobra sabía que aquél no era el más adecuado para repeler un ataque. Éste llegó dos siglos después, cuando Alejandro Magno incendió Persépolis en represalia por la quema de Atenas o, dicen algunos, por la envidia del macedonio al contemplar semejante esplendor. Hicieron falta 10.000 animales de carga y 5.000 camellos para llevarse sus tesoros.
Guía práctica
Cómo llegar
Turkish Airlines (www.turkishairlines.com) es la compañía que mejores precios suele ofrecer a Teherán, la capital iraní, con vuelos desde un puñado de ciudades españolas, vía Estambul, por en ocasiones menos de 300 € ida y vuelta. Con buscadores como Skyscanner (https://www.skyscanner.es/) pueden compararse los mejores precios y conexiones de las distintas aerolíneas que operan el destino. Vuelos entre Teherán y Shiraz, a una hora de Persépolis, con Mahan Air (www.mahan.aero/en) por incluso menos de 75 € ida y vuelta. Viajes organizados a Irán, con mayoristas como Catai (www.catai.es), de una semana a partir de unos 1.640 €; o especialistas en aventura como Tuareg (http://tuaregviatges.es), con varios recorridos por el país, a partir también de más o menos ese precio.
Dónde dormir
Persépolis suele visitarse en la ruta de Shiraz a Yazd. En la primera hay hoteles de categoría internacional sin por otra parte nada de particular, como el Homa (www.homahotels.com); sin embargo, tienen más encanto algunos de Yazd como el Kohan Traditional (http://kohanhotel.ir/en/) o Silk Road Hotel (http://www.silkroadhotel.ir/), e incluso el albergue Moshir Caravanserai (http://www.irantravelingcenter.com/moshir-hotel-caravanserai-yazd/), en un caravasar restaurado.
Dónde comer
En las proximidades de Persépolis es habitual hacer un alto para comer en el Parsian Restaurant, con buena cocina tradicional en un entorno algo tenebroso, o también en los jardines del Laneh Tavoos, relajantes después de una mañana visitando las ruinas bajo un sol de justicia.
Más información
Turismo de Irán (http://www.iraniantourism.com/).