Oslo respira aire puro, naturaleza vestida con un marcado carácter urbanita. Es la capital de Noruega, la ciudad donde el 99% de sus habitantes afirma estar contento con su calidad de vida. ¿Cuál es el secreto de este grado de felicidad?
Emplazada en la cabecera del fiordo al que da nombre, en la península escandinava, y rodeado de montañas, Oslo es un enclave colmado de belleza. El lugar ideal para sumergirse en la cultura nórdica, pero, además, un destino plagado de aventuras que van desde la práctica de deportes y actividades al aire libre hasta las más delicadas experiencias gastronómicas. Esta ciudad no se ve, se vive.
Unida a la naturaleza
Oslo siempre sorprende al viajero. Independientemente de la estación del año y del clima, el vínculo de la capital noruega con la naturaleza es una constante. En invierno, por ejemplo, la nieve es el mejor reclamo para combinar diversión y ejercicio físico. A tan sólo media hora en metro del centro de la ciudad se encuentra la principal estación de esquí de la zona: 18 pistas y 11 telesillas abiertos de noviembre a abril, y hasta en horario nocturno, para todas las edades y niveles.
Cuando el frío amaina, el abanico de actividades al aire libre se expande, pues aquí el sol también brilla. El Parque de Verano de Oslo, al cual es posible acceder de forma rápida y sencilla en transporte público, es un bosque situado en medio de la montaña que ofrece la posibilidad de hacer trekking, lanzarse en tirolina o incluso darse un baño en el precioso lago Øvresetertjern.
En la propia metrópolis también podemos encontrar muchas zonas verdes para pasear entre monumentos, montar en bicicleta o ir de picnic, como el Parque Vigeland, con la famosa figura del Niño Enfadado, una escultura tan representativa de la ciudad como lo puede ser el Manneken Pis de Bruselas.
En comparación con otras capitales europeas, Oslo y su entorno ofrecen un contacto único con la naturaleza. Navegar por el fiordo es recorrer una infinidad de pequeñas islas, como la reserva natural de Hovedøya con las ruinas de un claustro cisterciense de 1147, que se revelan como un paraíso de la calma y el relax de cuyas profundidades se han extraído todo tipo de vestigios vikingos: barcos, carros, tejidos, objetos domésticos, etcétera.
Hoy en día, gracias a Iberia Express, llegar a Oslo es más fácil y cómodo que nunca. Existe la posibilidad de alcanzar la capital de Noruega en poco más de tres horas, y a un precio muy económico, tan sólo desde 49€ por trayecto.
Una ciudad joven y moderna
Oslo es gente joven, modernidad, arquitectura vanguardista... En definitiva, la ciudad vive una época de auge, vibra, algo que se refleja en la intensa vitalidad que emana de sus calles y de sus habitantes, totalmente felices con su modo de vida. La población no es tan numerosa como en otras urbes europeas -apenas un millón y medio de personas vive en la zona metropolitana-, pero su carácter es especial.
Un paseo por sus nuevos barrios ofrece la visión más innovadora de esta metrópolis: edificios singulares, con perfiles vanguardistas y estructuras rompedoras. En Oslo están trabajando algunos de los mejores estudios de arquitectura del mundo y los resultados saltan a la vista. El icono arquitectónico de la “nueva” Oslo es el edificio de la Opera, construido por el estudio noruego Snøhetta, que parece surgir del agua como un iceberg y que se ha convertido en uno de los símbolos de la ciudad.
El diseño arquitectónico de Oslo rompe moldes con estampas futuristas. Es el caso del puente peatonal Akrobaten: 206 metros de acero y vidrio que, además de conectar la estación central con el moderno distrito de Bjørvika, ha servido para ambientar escenas de varias películas. Desde esta pasarela se puede observar el famoso Código de Barras, una hilera de edificios largos y estrechos con cierto espacio entre ellos y que nos hacen recordar precisamente los códigos de barras y que se están convirtiendo en el “skyline” de Oslo.
Otro distintivo de la evolución y renovación que ha sufrido Oslo durante las últimas décadas se encuentra en el barrio de Vulkan. Plagado antaño de construcciones industriales, es ahora un compendio de centros culturales, administrativos y de ocio que muestran la homogeneidad de la ciudad.
La región de Oslo
Pero Oslo no se termina en los lindes de la ciudad, sino que puede ser el punto de partida para realizar diversas excursiones y conocer los encantos de su entorno. La región ofrece un amplio abanico de actividades culturales en compañía de la naturaleza, como pescar, subirse a un kayak, navegar en un velero o montar en bici.
Si el turista es un historiador aficionado, la visita a la provincia de Akershus es obligada. Allí se erige desde el siglo XIII la Fortaleza de Akershus, que ha desempeñado funciones tan diferentes como la de cárcel, sede administrativa del reino o lugar de recepciones reales. Otros emplazamientos históricos son Drobak, con la monumental fortificación de Oscarsborg, envuelta por una serie de acontecimientos dramáticos, o la Villa Eidsvol, donde se firmó la Constitución de 1814.
El Oslo de Munch
Oslo es la ciudad de Edvard Munch. Su paisaje fue el que inspiró a al artista noruego para pintar su célebre cuadro 'El grito'. "Iba por la calle con dos amigos cuando se puso el sol", relató el pintor. "De repente, el cielo se tornó rojo sangre (...) Lenguas de fuego cubrían el fiordo negro y azulado y la ciudad (...) Y oí que un grito interminable atravesaba la naturaleza". Porque, como dice Munch, Oslo es una explosión de colores y sensaciones.
Además del museo donde están expuestas las principales obras del famoso pintor, Oslo es un compendio de galerías, colecciones y exposiciones de arte. El museo Miagaugen, por ejemplo, el más más grande de Noruega al aire libre, refleja de forma fidedigna la cultura y tradición local. El Museo de Arte, el de los Barcos Vikingos, o el Holmenkollen, que contiene una exposición que recogen los 4.000 años de historia del esquí, ofrecen una inmersión única en la cultura nórdica.
La gastronomía coge peso
Asimismo, Oslo ofrece una amplia variedad de platos típicos para sorprender al paladar: la carne de reno, de alce o el bacalao servido a la manera noruega son algunas de las comidas más características de la zona. Los restaurantes Gamie Raadhus y Engebret Café, por ejemplo, combinan historia -más de 150 años sirviendo comida- con manjares tradicionales.
Noruega es sinónimo de excelente pescado: el salmón, la ballena y también el marisco han permitido que la gastronomía de Oslo haya cogido fuerza a nivel de relevancia internacional durante los últimos tiempos. Ya no es solo un enclave precioso, sino que la estampa del fiordo puede combinarse con sabores exquisitos. En los restaurantes Frognerseteren o Holmenkollen, situados en las colinas que rodean la ciudad, se degustan platos típicos en compañía de un paisaje profundamente bello.
Viajar a Oslo es descubrir el secreto de la felicidad de sus habitantes: una forma de vida que respira naturaleza fundida entre el modernismo de sus calles.