Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, en Cartago, donde la indígena Juana Pereira encontró una imagen de la virgen.

Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, en Cartago, donde la indígena Juana Pereira encontró una imagen de la virgen.

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Viajes

En busca del quetzal

En este tercer paseo por tierras costarricenses buscaremos el increíble pájaro sagrado de los mayas y aztecas por los bosques nubosos de montaña de San Gerardo de Dota, en compañía de Don Efraín, el primer colono del valle.

29 agosto, 2017 14:51

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Paseamos entre tupidos robledales cubiertos de musgo, encinares, flores tropicales y pequeños helechos a 2.200 metros de altura. Son las cinco y media de la mañana y el termómetro marca diez grados. La humedad es espantosa, hace frío. Vamos en busca del quetzal, el ave mitológica prehispánica de vívidos colores y cola majestuosa.
Nos encontramos en los alrededores del pequeño pueblo de San Gerardo de Dota, en los bosques húmedos de montaña de las estribaciones de la Cordillera de Talamanca, a unos 75 kilómetros al sureste de San José. Nos acompaña el mejor guía de la zona, Don Efraín. A sus 92 años fue el primer colonizador del valle.

“Este camino yo lo comencé a hacer con un cuchillo. Eso fue en 1954 y éramos la única familia que vivía aquí. Llegamos de casualidad. Veníamos de cacería explorando bosques que nadie conocía. Llegamos y nos gustó, nos quedamos, esto era libre”, explica Don Efraín mientras camina, despacito, oliendo flores y mirando las exuberantes copas de los árboles, en busca de aves.

Este tranquilo valle agrícola por donde transcurre el río Savegre es un paraíso para los amantes de la ornitología. Gracias a un amalgama de ecosistemas, situado entre los 1.260 y los 3.200 metros de altura, conviven unas 300 especies de aves, entre las que destacan: yigüirros, colibríes, tangaras, pavas, oropéndolas, trogones, gavilanes, carpinteros y quetzales.

“Vinieron unos botánicos de la Universidad de Harvard para recolectar miniorquídeas para investigación. En su publicación pusieron la fotografía de una pareja de quetzales con un pequeño comentario en el que decían que no habían visto nunca, ni tantos, ni tan fácil. Así comenzaron a venir los turistas. Al principio los alojábamos en casa y les dábamos de comer. Después empezamos a construir las primeras cabañas”, comenta Efraín.

Don Efraín, de 92 años, fue el primer colonizador del valle de San Gerardo de Dota.

Don Efraín, de 92 años, fue el primer colonizador del valle de San Gerardo de Dota.

Recuerda esa época con nostalgia: “Me vine a este valle con mi mujer. Hace 50 años instalamos unas tuberías plásticas que iban desde el río hasta la casa. Un día, vimos que el grifo no funcionaba. No entendíamos qué pasaba y resulta que se habían helado las cañerías. Ya no ha vuelto a suceder”.

Años después se creó el Parque Nacional Los Quetzales. Su función era conservar los ambientes naturales de altura, en especial de los robledales, los bosques nublados y el páramo, para preservar la función hidrológica de estos bosques y para proteger a especies endémicas y únicas como el quetzal. El principal impulsor del proyecto fue la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) a través de su programa Araucaria.

El quetzal, cuyo nombre tiene su origen en la lengua náhuatl, era conocido como -Pájaro Serpiente- en los libros sagrados de los mayas.

El quetzal, cuyo nombre tiene su origen en la lengua náhuatl, era conocido como -Pájaro Serpiente- en los libros sagrados de los mayas.

La búsqueda del quetzal por el frondoso bosque costarricense se torna complicada. Parecemos paparazzi persiguiendo a su presa. El escurridizo motivo de cámaras fotográficas y de telescopios ornitológicos salta de un árbol a otro, tratando de localizar el preciado aguacatillo, el fruto con el que alimenta a la familia.

Mientras, entre oteadas el colono, que ha aprendido de los turistas, prosigue con su relato: “Los reyes y sumos sacerdotes mayas y aztecas llevaban tocados de plumas de quetzal. En la voz náhuatl, ‘quetzal’ significa ‘precioso o bello’; en otras voces mesoamericanas significa ‘sagrado o erigido”.

En el Parque Nacional Los Quetzales vive una de las mayores concentraciones del mundo.

En el Parque Nacional Los Quetzales vive una de las mayores concentraciones del mundo.

“La mejor época para ver este ave es entre los meses de marzo a junio, cuando se aparea. Su plumaje es de un color verde esmeralda intenso, con el pecho rojo, tiene un pico ganchudo y una curiosa cresta. Su cola, compuesta en verdad por dos largas plumas, llega a medir 1,30 metros. La hembra pone solo dos huevos de color azul verdoso, pero es el macho el que los empolla. Su nacimiento se produce de 18 a 20 días después”.

Aunque Don Efraín conoce su bosque primario como la palma de la mano, al final es la casualidad la que establece el motivo. De vuelta al Dantica Cloud Forest Lodge, un señor que desmaleza el borde del camino, el único ser humano que vemos en la ruta, nos insta para que detengamos el vehículo. A pocos metros un magnífico quetzal nos mira curioso desde su árbol. Se ha atiborrado de aguacatillos y es hora de descansar, y de paso, de posar para la foto.

Subiendo el Cerro de la Muerte

A la salida del Valle de San Gerardo de Dota, y con nuestro motivo en el objetivo, se asciende el Cerro de la Muerte de camino a Cartago, la antigua capital de Costa Rica, fundada por los españoles. Con sus 3.491 metros de altitud, separa la vertiente atlántica de la caribeña y era una de las ruta peatonales de los exploradores como Efraín. Se dice que el cerro mató de frío a muchos campesinos que lo atravesaban, acostumbrados a tierras más cálidas. De ahí, su nombre.

Lo cierto es que a esta altitud, la temperatura puede variar 30 grados en unas pocas horas, llegando a helar. La flora y la fauna conviven aquí en un ecosistema denominado páramo, caracterizado por los musgos, los líquenes, los matorrales y algunos árboles de escaso tamaño. El páramo en Costa Rica es tan rico que posee el 79 % de las especies conocidas en los páramos de todo América, juntando especies del sur y del norte del continente.

Una única carretera de montaña, que ayudo a construir Don Efraín, atraviesa el valle de Gerardo de Dota.

Una única carretera de montaña, que ayudo a construir Don Efraín, atraviesa el valle de Gerardo de Dota.

Bajando entre escarpadas curvas por la Carretera número 2 o Interamericana por fin llegamos a Cartago, una de las ciudades más importantes del país. La urbe guarda dos preciosas joyas religiosas, la catedral antigua o de Santiago y la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, donde cada dos de agosto acuden miles de costarricenses en peregrinación.

Cuenta la leyenda que en 1635, la indígena Juana Pereira, yendo a recoger leña como de costumbre, se encontró una pequeña muñeca con un bebé en brazos en medio del bosque, sobre una roca. Contó su historia al párroco de la futura catedral de Santiago, comenzada a construir por los españoles, que no le hizo demasiado caso. Tal fue la desatención del religioso que un terremoto terminó por derribar la construcción de los conquistadores y en el lugar de las apariciones se empezó a levantar la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles.