San Marino es el tercer país más pequeño de Europa, sólo superada por Ciudad del Vaticano y Mónaco. Esta república se divide administrativamente en castillos que son el equivalente a nuestras provincias, habiendo un total de nueve.
La tierra de "los castillos" y las tres torres
El país descansa a los pies del Monte Titano cuya leyenda sigue pasando de generación en generación y explica que el álbañil Marino fundó en el año 301 la república que hoy lleva su nombre y que logró independizarse del imperio bizantino allá por el siglo VIII. Este monte tiene tres picos que sobresalen del resto y en cada uno de ellos se ubican las célebres torres de San Marino: la primera se llama Rocca o Guaita, la segunda Cesta o Fratta y la tercera se llama Montale.
La Torre de Guaita es la más antigua de las tres y data del siglo X, si bien ha tenido que ser restaurada varias veces en los siglos XV y XVI. El dato curioso de esta torre es que hasta 1960 sus habitaciones fueron utilizadas como celdas donde ubicar a los presos. Los muros interiores están limitados por el campanario y la Torre della Penna, construida algunos siglos después. La puerta superior, a la que se puede acceder por medio de una escalera, está defendida por una bertesca de 1481. En el patio hay algunas piezas de artillería que datan de la última guerra: dos morteros, un regalo de Vittorio Emanuele II.
En el segundo pico del Monte Titano, el más alto, a 756 metros de altura, se encuentra el Castello della Cesta , también llamado Fratta; hoy en día alberga el Museo de Armas Antiguas, que incluye alrededor de 535 objetos que incluyen armas blancas, armas de subasta, armas de fuego, arcos, ballestas, armaduras, que datan de varios períodos entre la Edad Media y el final de 1800. Junto a este pequeño castillo podemos pasear y hacer senderismo en el bosque Borgo Maggiore, a través del cual llegaremos a la tercera torre.
La más pequeña en tamaño y construida en el siglo XIII, ha sido en realidad la que desempeñó el papel más importante en la defensa de San Marino. El interior contiene una prisión de 8 metros de profundidad llamada "parte inferior de la torre" . Alrededor del Montale puedes ver grandes rocas de rocas muy antiguas, superpuestas de una manera primitiva como paredes.
El centro histórico y la Piazza della Libertà
Uno de los lugares de encuentro en San Marino, y por qué no decirlo, más populares. Para los sanmarinenses es un símbolo de la independencia, y en ella están dos de los emblemas turísticos del país. Por un lado, el Palazzo Pubblico, que cumple dos funciones, la de ayuntamiento y la de sede parlamentaria del país. Construido por el arquitecto romano Francesco Azzurri, está inspirado en los edificios italianos del siglo XIII y XIV. Ejemplo de ello son los arcos góticos, las murallas y la torre del reloj, que está decorada con un mosaico de Santa Ágata, San Leonardo y San Quirino.
La Estatua de la Libertad, una escultura de mármol creada por el artista italiano Stefano Galletti y representa un guerrero que avanza con una mano extendida hacia adelante y sujetando una bandera con la otra. Un dato curioso si estás cerca de la imagen: las tres torres en la corona del guerrero son las torres de las fortalezas antiguas de San Marino.
Los fabulosos museos de San Marino
Si estás más de dos días en el país, merece mucho la pena entrar en las dos rocas y en el palazzo pubblico. Los tres sitios son parte de los “Musei di stato della Repubblica di San Marino”, los museos estatales, junto a otros dos, el museo di Stato y el museo San Francesco. Se puede entrar a cada uno de ellos por 3 € o a todos con un billete único de 9 € (más 1,5 € de la tarjeta que te devuelven), la tarjeta “multimuseo”. El museo de San Francesco es pequeñito mientras que el museo di Stato merecería bastante tiempo.
Finalmente, destacaremos un enclave religioso, la Basílica del del Santo, pues es el principal edificio sacro del país. Fue construida en 1826, en el lugar donde se levantaba una antigua iglesia parroquial del siglo XVI. El edificio es famoso por acoger las reliquias de San Marino Diácono, el santo que acabó dando nombre a la ciudad y al país.