El micro-estado vive del turismo y las finanzas. Bajos impuestos y leyes permisivas han llevado a instalarse, nominalmente, a más de 70.000 compañías en su territorio. Jugosos ingresos para una nación de apenas 40.000 habitantes. Liechtenstein es el país bautizado con un apellido, el de la familia que compró los territorios y “reina” desde el siglo XVIII.
Un país con dos castillos
Aunque Liechtenstein contaba con cinco fortalezas tan solo dos han sobrevivido.
El Castillo de Vaduz se asoma a la capital del Principado desde lo alto de una colina rocosa. Sus tejados rojizos y sus muros claros destacan entre la frondosa vegetación. El conjunto conforma una auténtica postal turística. Un gran atractivo para miles de visitantes que, cada año, se internan en la naturaleza hasta alcanzar sus muros. Paseantes de objetivo frustrado que no conseguirán atravesar sus puertas, puesto que es la sede de la Casa Real y residencia del Príncipe Soberano, Juan Adán II de Liechtenstein.
Tan solo un día al año, durante la Fiesta Nacional del Principado, los habitantes de Liechtenstein pueden adentrarse en los jardines del castillo. El 15 de agosto, después de varias ceremonias y discursos, el Príncipe invita a los habitantes de su país a un aperitivo, mientras se organizan fuegos artificiales. Este mismo verano, la familia principesca mantuvo la tradición ante unos habitantes que, en su mayoría, apoyan a esta monarquía constitucional. El príncipe heredero hablaba, el pasado agosto, de Liechtenstein como uno de los lugares más seguros y con uno de los niveles de vida más altos del mundo.
Conocido antiguamente como Hohenliechtenstein, el bello Castillo de Vaduz es una construcción iniciada en el siglo XII, ampliada en el XVII y reformada en el XX. Ascender por la pendiente que lleva hasta la fortaleza, pasear entre frondosos árboles y alcanzar el mirador, cercano al castillo, puede resultar encantador pero también instructivo. Un paseo de poco más de veinte minutos en el que los caminantes van tropezando con carteles informativos sobre la historia y la actualidad del Principado. Una vez arriba, es posible disfrutar de unas magníficas vistas de los picos nevados de los Alpes austriacos y suizos y del mismísimo valle del Rin.
Castillo de Gutemberg
No es residencia principesca y está abierto al público como museo. La fortaleza domina el precioso pueblo de Balzers desde una colina cercana al centro del municipio. Sus jardines exteriores lucen olorosas rosas en verano. Y solo es necesario seguir la carretera de Burgweg para alcanzar sus puertas.
El castillo fue construido a finales del siglo XII, al cerrarse el cementerio e iniciarse la edificación de la iglesia. Después se levantaron las murallas y la torre principal. Su primer propietario fue un noble suizo y en el siglo XIV la Casa de Habsburgo se hizo con el edificio.
Como la mayoría de las fortalezas posee una historia de guerras, destrozos e incendios y, también, sus piedras sirvieron como material de construcción. Ya en el siglo XX, el Estado de Liechtenstein obtuvo la propiedad y, actualmente, alberga un interesante museo. Durante el verano mantiene un intenso programa cultural.
Vaduz, la mini capital de un micro estado
Está en el centro del país entre las montañas suizas, las austriacas y el río Rin. Poco más de cinco mil habitantes hacen difícil llamar capital a Vaduz, pero lo es. Realmente, es un pueblecito de casas bajas con una calle principal, totalmente peatonal, en la que se concentra la vida de los ciudadanos y un buen número de tiendas dedicadas a la venta de souvenirs.
Los museos
Uno de los atractivos de Vaduz es el Kunstmuseum Liechtenstein, Museo de Liechtenstein, que exhibe obras de arte moderno y pinturas de Rembrandt, Van Dyck y Rubens. El edificio, un gran cubo negro, es muy fácil de identificar y resulta realmente llamativo en un entorno de construcciones tradicionales. El Museo Nacional dispone de tres edificios del siglo XV remodelados y 42 salas en las se alojan la historia, la cultura y “los paisajes” del Principado.
Pero, sin duda el más visitado del conjunto es el Museo de los Sellos Postales. Los coleccionistas de sellos buscaban esas “mini-estampas” de las naciones más pequeñas y exóticas. Liechtenstein supo aprovechar el tirón y centró una parte de su industria en la emisión de sellos. La ciudad obtuvo grandes beneficios y el Museo muchas visitas. Las prensas de impresión resultan sorprendentes. Vaduz también cuenta con una catedral de estilo neogótico, San Florián.
Y lo que no podía faltar en la capital de un país alpino es un Museo del Esquí. Todo un siglo de objetos, artilugios y recuerdos que harán las delicias de los esquiadores más veteranos y dejarán estupefactos a los más jóvenes.
Pero, siempre resulta mucho más atractivo “calzarse” los esquíes.
La pasión por el esquí
La estación más famosa para la práctica del esquí alpino es Malbun, situada a 1.300 metros de altitud, un magnífico destino para los amantes del esquí de fondo y otros deportes de invierno. Suizos y austriacos cruzan frecuentemente su frontera para disfrutar de la nieve virgen, recorrer sus más de 23 kilómetros de pistas, esquiar o hacer snowboard.
Muy cerca se encuentra Steg-Valüna un magnífico lugar para ejercitarse en el esquí de fondo incluso por la noche, puesto que varias pistas permanecen iluminadas. Un maravilloso paisaje, instalaciones modernas, incluso los vestuarios están dotados con calefacción, y autobuses que facilitan el viaje desde Vaduz. Pero, el valle de Malbuntan también ofrece la opción de competir en carreras y realizar bajadas en trineo.
Liechtenstein es todo un lujo para practicar deportes de invierno. Y, si el esquí no permite entrar en calor, Liechtenstein dispone de excelentes caldos.
El vino de Liechtenstein
El territorio del Principado ya disponía de vino hace dos mil años. Se dice que la culpable fue una tribu celta asentada en la zona. Tiempo después, con la llegada de los romanos aumentó la producción. Durante los siglos VIII y IX eran muchos los pueblos y monasterios que poseían viñedos propios. Sin embargo, en el siglo XX las cosechas sufrieron serios problemas y la industria del vino descendió. Actualmente, aún se mantienen excelentes cultivos de Pinot Noir y Chardonnay, aunque no son muy abundantes.
El mismísimo Príncipe de Liechtenstein tiene sus bodegas en la capital, Vaduz. Cuatro hectáreas de viñedos en Herawingert, una de las mejores regiones vinícolas del Valle del Rin. La familia principesca mantiene la tradición del buen vino, y toda la riqueza y elegancia de un pequeño principado.