La Navidad es época de comilonas, festines y celebraciones donde los postres tienen un papel protagonista. Los mantecados y polvorones son dos de los dulces que triunfan en toda sobremesa navideña y, aunque son muy parecidos, guardan la principal diferencia en sus harinas: los mantecados utilizan harinas de trigo y almendra sin tostar, mientras los polvorones las utilizan tostadas. Pero su tradición e historia se remonta al siglo XVI en el pueblo sevillano de Estepa.
El comienzo de su elaboración se debió al exceso en la producción en la cosecha, tanto de trigo como de manteca de cerdo, y, a partir de ahí, su producción ha ido a más para convertirse en un dulce navideño típicamente español. Su origen más remoto se sitúa en el convento de monjas clarisas de Estepa y es que el archivo de este Convento de Santa Clara, fundado en 1599, conserva un documento de 1780 con unas partidas presupuestarias relacionadas con estos postres.
Este enclave andaluz no solo es protagonista por su industria de mantecados, ya que cuenta con otros grandes atractivos. Fue de gran importancia durante la dominación romana, de ahí su legado histórico. Para contemplar una de las mejores vistas de Estepa hay que subir a la majestuosa torre de la Plaza de la Victoria, uno de los mejores ejemplos de la arquitectura barroca que ha sido catalogada como Bien de Interés Cultural. Otro punto para disfrutar de unas impresionantes vistas panorámicas de Estepa es desde el Balcón de Andalucía.
Entre las visitas imprescindibles en Estepa se encuentra el castillo, los conventos de clausura y la iglesia, que configuran el conjunto monumental del cerro de San Cristóbal. Para conocer a fondo toda la historia de estos enclaves es aconsejable hacer una ruta guiada.
La Iglesia de Santa María la Mayor de la Asunción se encuentra en el punto más alto de la localidad, donde originalmente se situó la ciudad. Fue fundada tras la conquista en 1240 y su importancia es tal que formó parte del sistema defensivo, junto al castillo. La primera edificación fue una mezquita del siglo X, que fue sustituida más tarde por una iglesia mudéjar, y en el siglo XIV, la Orden de Santiago construyó en el lugar la iglesia gótica que fue acogiendo ampliaciones y cambios a lo largo de los siglos. Entre sus piezas más interesantes destaca la imagen de San Juan Evangelista, atribuida a Juan de Mesa, y el relicario bizantino del Lignum Crucis que data del siglo XII.
Otro templo religioso que destaca, aunque no el único, es la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen, de estilo barroco del siglo XVIII en cuyo interior sorprenden sus pinturas murales, el altar mayor y el lienzo del Cristo de la Sangre. En la zona más alta de Estepa también se encuentra la Antigua Alcazaba árabe, que posteriormente albergó el palacio de los marqueses. Hoy día solamente se pueden contemplar los restos que quedan de algunos aljibes y paredes. Por su parte, la Torre del Homenaje defensiva, es otra edificación merecedora de visitar por sus 26 metros de alto.
El Convento de Santa Clara tiene especial protagonismo en la historia de los mantecados. Fue fundado por los marqueses de Estepa y hoy se pueden comprar sus afamados dulces o visitar su museo y descubrir así sus puntos fuertes a lo largo de su historia. Es conveniente visitar alguna de las numerosas fábricas de mantecados que se encuentran en Estepa para conocer todo lo relacionado con ellos y su historia. La más antigua es La Colchona, que tiene un museo propio, pero en la actualidad existen unas 24 fábricas, que producen unos 20 millones de kilos de dulces al año y emplean a más de 2.000 personas.
Con la fábrica de la Estepeña, una de las de mayor producción, se puede visitar el Museo del Mantecado y la ciudad del Chocolate, otra actividad de gran importancia en Estepa. En la Navidad construyen un Belén de chocolate que acapara muchas atenciones. No obstante, el potencial museístico estepeño va más allá y cuenta con otros dos de gran importancia: el Museo de Arte Sacro y el Museo del Anís. En el primero se puede visitar la reliquia del cráneo de Santa Inés y la imagen de San Juan Evangelista, entre otras cosas, y en el segundo se descubre la tradición del anís.
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