Los Cafés más característicos de la Vieja Europa aún conservan ese perfume balsámico. Nacieron en el siglo XIX, y fueron adquiriendo ambiente de centro cultural. Algunos de sus clientes les dieron fama internacional. Fueron autores de obras admiradas, que idearon proyectos en sus encuentros de Café, al calor de bebidas reconfortantes.
Cafés españoles
El Gijón no necesita presentaciones. Abrió sus puertas en 1888, en el número 21 del paseo madrileño de Recoletos. Es toda una institución, un referente de la vida cultural española. El Café más famoso de España ha conseguido superar tiempos de crisis y mantener su vocación. Y en sus paredes queda algún recuerdo de aquellas doctas tertulias. Reuniones de grandes hombres de la ciencia, la literatura, el pensamiento y el arte. Clientes como Ramón y Cajal, Valle Inclán, Pío Baroja o Pérez Galdós se sentaron alrededor de sus mesas y enriquecieron el aire con sus debates.
La competencia del Café Gijón se instaló en Pamplona, en el mismo año. El Café Iruña iluminó la ciudad en más de un sentido. Fue el primer establecimiento en disponer de luz eléctrica. Ahora, con sus lámparas de época, sus grandes espejos y escudos policromados, mantiene el rincón de Hemingway. La figura del escritor norteamericano permanece impasible ante los nuevos visitantes.
Otros Cafés españoles sirvieron de eco a estos pioneros, aunque pocos han logrado sobrevivir al paso de los años. En la Ciudad Condal, el célebre Els Quatre Gats tuvo una vida breve pero intensa. Por su salón desfilaron un joven Picasso o el innovador Gaudí.
Los cafés europeos fueron, y son, elegantes supervivientes de la historia.
Viena y su Café Central
La capital de Austria sugiere ópera y encanto cultural. Lo atestiguan más de cien museos y su eterna vinculación con la música. Grandes compositores como Beethoven, Mozart o Strauss vivieron en la ciudad del Danubio. Su música sigue viva y poder escucharla en el Café Central, el más emblemático de Viena, supone un auténtico lujo. Desde sus orígenes, hace más de ciento cincuenta años, ha atraído a la élite intelectual de la ciudad.
Ilustres nombres de la historia como los de Sigmund Freud o León Trotski formaron parte de su clientela y, desde luego, de los recuerdos del Central. A pesar de su renovación, la elegancia de sus salones, las lámparas y las columnas continúan creando un ambiente selecto y elegante. El lugar propicio para su exquisita repostería y sus conciertos de piano, con todo el encanto de la Vieja Europa.
Gran Café Gambrinus, Nápoles
La visión del Vesubio, el bello casco histórico y el Gran Café Gambrinus son algunas de las maravillas de Nápoles (Italia). El Gambrinus tomó su nombre del legendario rey de Flandes, inventor de la cerveza. La intención de fusionar la cerveza, rubia y fría, y el café, oscuro y caliente, combinaron muy bien en el Gran Café. Ha sabido mantenerse en la hermosa Plaza del Plebiscito, en el número uno de la Calle Chiaia, una de las calles comerciales más conocidas de la ciudad. Por sus salas pasaron grandes personajes de distintas épocas y de países diferentes.
Oscar Wilde, Hemingway o Jean Paul Sartre probaron su café y, posiblemente, también la repostería. A lo largo de su historia ha sido refugio de poetas, políticos, intelectuales y artistas. Plasma a la perfección el espíritu de los cafés literarios clásicos de la Europa del XIX. En 1938 fue clausurado ante la acusación de ser un refugio antifascista. Los años 70 lograron su resurrección. Y sigue mostrándose esplendoroso.
New York Café, Budapest
Ocupa el mismo lugar y es una réplica perfecta, aunque no el original. El New York Café está instalado en la planta baja del Hotel New York Palace de Budapest (antes Boscolo). Vivió su época de mayor esplendor en el periodo de entre guerras y quedó catalogado como el gran centro cultural e intelectual de la Europa Central. Fue el templo de la literatura húngara y la poesía, el lugar favorito de los grandes pensadores del siglo XX.
Con la llegada del comunismo alcanzó su mayor nivel de degradación. El siglo XXI ha devuelto el esplendor a una cafetería que muchos consideran la más bonita del mundo. Sus impresionantes columnas salomónicas, espejos, frescos y esculturas, se combinan con las lámparas de cristal veneciano, columnas de mármol y estucos dorados. Un conjunto que sobrecoge por su deslumbrante y exquisita elegancia.
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