Los espeleólogos, o la casualidad, descubrieron esos espacios fríos y oscuros. Lugares que nos permiten conocer formaciones curiosas de brillos húmedos. Un mundo en el que se refugiaron, y habitaron, seres prehistóricos. España posee algunas de las mejores cuevas visitables de toda Europa. Una de las grandes maravillas geológicas del mundo está en Cantabria y es conocida como la Cueva del Soplao. La Cueva leonesa de Valporquero se sitúa entre las más bonitas y las del Drach, en Mallorca, poseen uno de los lagos más grandes del mundo. Magníficas muestras de la inmensa belleza que se esconde en el mundo subterráneo.
Cantabria y sus joyas geológicas
Las tierras cántabras esconden en su interior grandes maravillas geológicas. Diez de esas cuevas están declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
La gran joya del arte rupestre en el mundo se encuentra en Cantabria. Altamira ha sido calificada como la Capilla Sixtina del Cuaternario. Se ubica en la cima de una colina cercana a Santillana del Mar y posee impresionantes representaciones de animales. “La cierva” mide más de dos metros y es el animal más grande pintado en la cavidad, pero en sus paredes aparecen también otros ciervos, bisontes o caballos. Las dificultades para la conservación de las pinturas, y la masiva afluencia de visitantes, obligaron a cerrar la cueva. Los turistas tienen la posibilidad de acceder a una réplica.
El Soplao es una referencia para la espeleología mundial. La cueva fue descubierta a principios del siglo XX, durante la explotación de unas minas. Su formación se remonta 240 millones de años atrás, y seis de sus 17 kilómetros se abren al público. La cueva se localiza en tres localidades, Rionansa, Valdáliga y Herrerías, pertenecientes al partido judicial de San Vicente de la Barquera.
Un tren minero traslada a los visitantes hasta la entrada de la cueva. Después de un breve recorrido, por una antigua galería minera, se encuentra el acceso a esta espectacular cueva de maravillas naturales. Sus formaciones geológicas son poco comunes y resultan espectaculares. “Draperíes”, formaciones cristalinas que cuelgan del techo como sábanas traslúcidas, se añaden a las clásicas estalactitas (en el techo) y estalagmitas (en el suelo). Una gran variedad de espléndidas y vistosas figuras que han sido creadas por los minerales que el agua transporta por el interior de la cavidad.
Valporquero, en las entrañas de León
Las preciosas Hoces de Vegacervera, gargantas de altas paredes verticales horadadas por el río Torío, conducen al corazón más profundo de la montaña leonesa. Valporquero es una cueva “joven”, de apenas un millón de años. Siglos y siglos en los que las frías aguas de un arroyo han ido filtrándose entre la piedra caliza, hasta dotar a la cueva de una magnífica decoración natural.
Siete grandes salas repletas de columnas, coladas, estalactitas y estalagmitas, muchas de ellas con nombre propio. Formaciones caprichosas como El Fantasma, La Virgen con el Niño, La Torre de Pisa o Las Gemelas. En su Gran Vía, una gran galería de más de doscientos metros de largo, aparece la magnífica Columna Solitaria, visible entre una inmensidad de estalactitas. En la cueva tampoco falta un fotogénico largo verde. Los más atrevidos aprendices de espeleología tienen la posibilidad de recorrer otros tramos por el “curso de las aguas”. La Cueva de Valporquero forma parte de la Reserva de la Biosfera de los Argüellos.
El lago de las cuevas mallorquinas
La ciudad mallorquina de Manacor, conocida por su fábrica de perlas, posee uno de sus mayores atractivos en Porto Cristo. Hace más de cinco millones de años, una entrada del mar formó las cuevas del Drach. Son cuatro cuevas que se comunican entre sí, la cueva Negra, la Blanca, la de los Franceses y la de Luis Salvador, bautizada en homenaje al pionero del turismo en las islas Baleares.
A finales del siglo XIX, el archiduque Luis Salvador de Austria, residente en Mallorca, facilitó la primera exploración de las cuevas y encargó el trabajo al famoso espeleólogo Édouard Martel. El gran lago de las cuevas del Drach lleva su apellido. El Lago Martel es el gran objetivo de la visita.
Dos mil cuatrocientos metros de longitud y una profundidad de 25 metros, conforman uno de los lagos subterráneos más grandes del mundo. Una porción del Lago Martel sirve como escenario para un hermoso espectáculo. Iluminación cálida, y mágica, y música clásica interpretada desde una barca que se desliza por el agua. Una espléndida fantasía subterránea que los visitantes suelen coronar con un paseo en barca. Además del vistoso lago, la cueva posee preciosas estalactitas y estalagmitas y formaciones geológicas como los Baños de Diana, de aguas color turquesa, o la Montaña Nevada, un hermoso montículo formado por minerales blancos.
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