Entrar en el hogar de un personaje conocido o admirado. Pasear por las estancias que habitó. Recorrer su casa y descubrir alguna pista sobre su vida íntima. Saciar ese atisbo de alma cotilla, del que pocos se libran.
Ejercer de fisgón, consentido, en la casa de algunas celebridades puede proporcionar detalles curiosos de su vida y obra. Acercarse a la mesa en la que escribieron, al estudio en que trabajaron y a los objetos que tocaron, transmite cierta emoción. Las casas museo permiten adentrarse en el espíritu de personajes ilustres. Muchas ciudades han convertido en patrimonio cultural esas viviendas que, además, son reflejo de una época. La casa de Gaudí en Barcelona, la de Pardo Bazán en A Coruña y la de Sorolla en Madrid, evocan el alma de sus moradores.
La luz en la Casa de Sorolla
El pintor valenciano, el artista de la luz mediterránea, vivió en Madrid. En 1905, Joaquín Sorolla adquiría el solar del Paseo del Obelisco, actualmente Calle General Martínez Campos y una de las avenidas señoriales de la capital. En 1911, tras su triunfo en Nueva York, iniciaba la construcción de su hogar. Un hermoso palacete blanco en el que podía disponer de un gran estudio unido a la vivienda familiar.
Los jardines de la casa fueron diseñados por el autor del Paseo a orillas del mar. Un artista prolífico que pasaba sus días trabajando y al que no le gustaban nada las interrupciones, hasta llegó a instalar un timbre en su estudio. El espacio conserva el mismo color rojo en las paredes y los utensilios de trabajo, caballetes, paletas y pinceles, siguen ocupando su lugar. Las claraboyas del techo y los grandes ventanales que iluminaron la labor del artista, en el siglo pasado, continúan ofreciendo luz a las obras que, ahora, cuelgan en las paredes. El elegante salón luce suelos de mármol, antigüedades y una magnífica lámpara de techo de la Casa Tiffany de Nueva York.
Sorolla pintó guirnaldas de frutas en el friso del comedor y las vitrinas acristaladas exhiben alguna de sus colecciones de cerámica. Su esposa solía calificarle como comprador compulsivo por esa pasión de acumular piezas. Clotilde, modelo de muchas de sus obras, preparaba las exposiciones y era la encargada de llevar la contabilidad de los gastos e ingresos obtenidos con los cuadros del pintor.
Hogares de una escritora transgresora
Una de las escritoras españolas más brillantes. Una mujer adelantada a su época. Emilia Pardo Bazán nació a mediados del siglo XIX y se declaró naturalista y moderna. La primera mujer en conseguir una cátedra universitaria en España hablaba varias lenguas y nunca usó pseudónimo, al contrario de las escritoras del momento. Escribió ensayos, cuentos y crónicas periodísticas, y nunca escondió su convicción sobre la igualdad entre hombres y mujeres.
La autora de Los Pazos de Ulloa vivió en la antigua residencia de la familia Pardo Bazán. El pazo urbano tradicional, del siglo XIX, está situado en la ciudad vieja de La Coruña y reúne cuadros y esculturas, vajillas de Limoges y cristalerías de La Granja. La casa, en la que la escritora pasó gran parte de su vida, aloja también la Real Academia Gallega.
Pero, su hogar más inspirador estaba en Sada, en la parroquia de San Martiño de Meirás. Una vieja fortaleza sobre la que la propia Emilia Pardo Bazán decidió construir su segunda residencia, el Pazo de Meirás. La Torre de la Quimera era el lugar de reclusión de esa escritora, que ambientaba sus novelas en un mundo de valores antiguos. Su torre era el segundo hogar de aquella mujer morena, gordita y extrovertida, que sorprendió y escandalizó a los intelectuales de todo el país.
Gaudí en el Parque Güell
La casa en la que vivió el gran arquitecto fue construida como vivienda de prueba. El palacete formaba parte del proyecto de urbanización del Park Güell. El amigo y mecenas del genio catalán, Eusebi Güell, había adquirido unas fincas en el Monte Carmelo, periferia barcelonesa en el siglo XIX. El arquitecto catalán proyectó una ciudad jardín que nunca llegó a construirse.
En 1906, Antoni Gaudí se trasladó a vivir al palacete del Parque Güell junto a su padre y su sobrina. Tras la muerte de sus familiares continuó viviendo solo y dedicó todo su tiempo al proyecto de la Sagrada Familia. El hogar de Gaudí muestra a los visitantes la vertiente más personal del genio del modernismo. Los objetos y el mobiliario creado por el gran diseñador catalán han recuperado el espacio de su antiguo domicilio. En el interior de la casa aparecen esculturas, dibujos, chimenea, bancos, objetos del artista, y diversos muebles diseñados para la Casa Batlló, Milá o Calvet. Su dormitorio conserva el reclinatorio y varios crucifijos. Impresiona recorrer las estancias que Gaudí habitó durante veinte años, hasta unos meses antes de morir atropellado por un tranvía.
La casa del arquitecto catalán es una de las joyas del Parque Güell. Declarado Patrimonio de la Humanidad, el magnífico paraje dispone de varias rutas y ninguna escapa a la creatividad del genio. En la escalinata del Drac recibe la preciosa salamandra, la protagonista de millones de selfies. El conocido como dragón de “trencadís” (troceado) luce los mosaicos de colores que se convirtieron en sello del genio modernista. El mismo revestimiento, de trocitos de cerámica, embellece el banco ondulado de la Plaza de la Naturaleza, o del teatro griego. Mosaicos entre los que se esconden rosas, peces, cangrejos o estrellas, en ese juego de diseño y naturaleza que caracterizaba a Gaudí. Collage de cerámicas rotas. Fusión “gaudiana” entre arquitectura y naturaleza.
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